Los niños y las niñas merecen un asiento en la mesa de la no violencia
Ningún menor es inmune a la violencia. Comprender todas sus dimensiones es clave para erradicarla
Resulta difícil imaginar un lugar más terrorífico para una niña que el infame distrito rojo de Kamathipura en Bombay. Sin embargo, hasta los siete años, Priya (nombre figurado) solía pasar día y noche en estas estrechas calles llenas de trabajadoras sexuales y turbios personajes, a menudo casi desnuda en medio del calor abrasador, mientras su madre permanecía en un prostíbulo cercano.
La madre de Priya es una superviviente de explotación sexual, vendida a un burdel por un amigo del pueblo que, tras prometerle un trabajo, la traicionó. La golpearon, la torturaron y la retuvieron. Al final, la forzaron a ejercer la prostitución. Para matar el tiempo, Priya vagaba cada día por las polvorientas calles cerca de Falkland Road esperando que su mamá la llevara a casa. Y cada día estaba más cerca de convertirse en presa de los explotadores sexuales que aguardan a la caza de víctimas. Con frecuencia las niñas como ella son víctimas de abuso, explotación y comercio en la industria del sexo, o bien víctimas de trata para engrosar el enorme ejército indio de niños y niñas trabajadores. Para Priya, llegar a este desenlace era solo una cuestión de tiempo.
Las relaciones sexuales forzadas son una de las formas más aberrantes de violencia que podamos imaginar, y son el destino de más de 15 millones de niñas adolescentes —a menudo preadolescentes— del planeta. Y estos 15 millones de niñas forman parte de los mil millones de niños y niñas que anualmente experimentan algún tipo de violencia o negligencia, ya sea física, emocional o sexual.
El personal de la ONG local Prerana, organización apoyada por Educo, localizó a Priya antes de que su vida corriera un mayor peligro. Se pusieron en contacto con la madre de Priya y proporcionaron orientación y apoyo a ambas. Priya comenzó a asistir al centro de atención nocturna para hijos e hijas de trabajadoras sexuales, participó en un programa de apoyo educativo y terminó siendo escolarizada de manera formal. De un día para el otro su futuro tomó una vía distinta.
Los derechos inherentes de los niños y niñas, y no la suerte, deben ser la base que garantice su futuro
Pero aunque Priya pudo escapar, millones de niños y niñas en el mundo no tienen esta suerte. Cada día ven como su futuro les es arrebatado, a menudo por las personas adultas que supuestamente deben protegerles. Esta situación no puede continuar. Los derechos inherentes de los niños y niñas, y no la suerte, deben ser la base que garantice su futuro.
La violencia contra la infancia es un problema global que trasciende fronteras, clases, culturas, orígenes étnicos, razas, géneros y estado socioeconómico. En algunos lugares del mundo llega a niveles endémicos y afecta a casi todos los aspectos de la sociedad. Si bien la violencia sexual es particularmente repulsiva, la violencia puede tomar diversas formas, y a menudo se recurre a formas combinadas de la misma. Maltrato psicológico, castigo corporal, acoso virtual y violencia física son tipos de violencia cuyo impacto puede debilitar la autoestima del niño o la niña, así como afectar su desarrollo cognitivo y su capacidad para alcanzar el pleno potencial.
No importa dónde vivan. No importa quiénes sean. Desgraciadamente, ningún niño o niña es inmune a la violencia. Comprender todas las dimensiones de la violencia ejercida contra la infancia es clave para erradicarla. Resulta llamativo —y alarmante— que niños y niñas raramente participen en el proceso de toma de decisiones relativas a los temas que les afectan, incluyendo la prevención de la violencia.
Es el momento de cambiar esta situación.
El pasado mes de septiembre, ChildFund Alliance y Educo, miembro de dicha alianza, publicaron Small Voices Big Dreams 2019, un informe que presenta los resultados de una encuesta a cerca de 5.500 niños y niñas de 15 países, lo cual la convierte en uno de los mayores estudios globales de este tipo. Los resultados son un riguroso recordatorio no solo de que niños y niñas tienen mucho que decir sobre la violencia, sino también de que comprenden por qué existe y desean desempeñar un papel mucho más destacado en intentar detenerla.
Mientras continuemos viendo a niños y niñas solo como víctimas, les estaremos perjudicando y permitiendo que la violencia continúe
Los menores de edad encuestados declaran de forma casi unánime que siempre existe una asimetría de poder entre víctima y agresor cuando hay violencia, y más de la mitad cree que las situaciones de violencia suceden porque los niños y niñas no pueden defenderse. El 90% dice que, para acabar con la violencia contra la infancia, las personas adultas necesitan escuchar más lo que los niños y niñas tienen que decir, y que deben reconocer los derechos de la niñez.
Desde India, Rimpal, de 12 años, respondió de forma perspicaz a los encuestadores: “La sociedad debe dar voz a los niños, para que se sientan seguros y protegidos”.
En Honduras Elena, también de 12 años de edad, dijo que todos deben poner de su parte e “ir sembrando algo bueno entre nuestras comunidades, ayudar a los niños que tenemos cerca y tratar de enseñarles que ellos tienen la capacidad, el potencial y tienen la responsabilidad de que todo lo que está alrededor de ellos cambie”. Estas sabias palabras no podrían ser más ciertas.
Mientras continuemos viendo a niños y niñas solo como víctimas, les estaremos perjudicando y estaremos permitiendo que la violencia continúe. Niños y niñas como Priya, Rimpal y Elena tienen mucho que aportar y necesitan que se les escuche. Los niños y las niñas necesitan un asiento en la mesa.
José M. Faura es director general de Educo y miembro de ChildFund Alliance.
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