Tras la pista de Ghislaine Maxwell después del suicidio de Epstein
La hija del fallecido magnate de la comunicación Robert Maxwell es investigada por colaborar con el millonario. Desde hace tres años no se la ve en público
Ghislaine Maxwell, de 57 años, la menor de las hijas del magnate Robert Maxwell, conocida por su alto perfil social y sus conexiones con el príncipe Andrés o los presidentes de Estados Unidos Donald Trump y Bill Clinton, entre otros, está acusada de ayudar a Jeffrey Epstein a conseguir y preparar a jóvenes menores de edad como supuestas esclavas sexuales. Así figura en la investigación abierta en un juzgado de Manhattan.
Como el empresario ya no está vivo para enfrentarse a los cargos —Epstein apareció muerto en su celda el pasado sábado en lo que aparentemente fue un suicidio—, las miradas se han vuelto hacia Maxwell y los otros empleados de Epstein que, según las víctimas, ayudaron a facilitar sus crímenes.
En los documentos presentados a la corte, los exempleados describen a Ghislaine Maxwell como “gerente” de las casas que poseía en millonario en Florida, Nueva York y Arizona. De acuerdo con esa descripción, ella era la encargada de organizar las fiestas y las reuniones y manejar toda la logística. En un artículo de la revista Vanity Fair de 2003, Epstein se refirió a Maxwell como “su mejor amiga” y negó que ejerciera algún tipo de trabajo remunerado en su nombre.
Maxwell no ha sido vista en público desde hace tres años. Daily Mail ha publicado que vive en Massachusetts, con su novio, Scott Borgerson, de 43 años, un CEO de tecnología que posee una compañía llamada Cargometrics, descrita como “una firma de administración de inversiones que se especializa en analizar datos sobre envíos globales”.
Nacida en París el 25 de diciembre de 1961, Ghislaine Maxwell creció en un ambiente acomodado y estudió en la Universidad en Oxford. Su vida cambió en 1991 con la muerte de su padre, el editor y miembro del parlamento británico Robert Maxwell, propietario del grupo que publicada el emblemático diario The Mirror. Perdió la vida durante un paseo con su yate en aguas de las Islas Canarias. El suceso fue clasificado por las autoridades como un ahogamiento, pero medios de comunicación de la época especularon con que pudiera haber sido un suicidio. Y es que tras su muerte se descubrió que el empresario tenía cuantiosas deudas que significaron el fin de su imperio mediático y la ruina familiar.
Fue entonces cuando Ghislaine Maxwell llegó a Nueva York y conoció a Jeffrey Epstein, un financiero adinerado que pronto se convirtió en su pareja. Volaba en su avión privado y vivía en sus mansiones. Pero terminó por tener su propia casa, una vivienda adosada de cinco pisos en el corazón de Manhattan. A Epstein, que había crecido en Coney Island y no terminó la universidad, Maxwell le abrió las puertas de la jet set. Él ponía el dinero, ella los contactos.
En 2015, una demanda acusó a Maxwell de ser cómplice de Epstein. Un año después cerró su casa en el selecto y caro Upper East Sid. Desde entonces no se sabe nada de ella. Sus abogados afirmaron inicialmente que estaba en Londres. El diario británico Daily Mail cita una fuente que sostiene que la mujer “se ha convertido en una persona hogareña. Es la antítesis de la mujer que viajó mucho y estuvo de fiesta constantemente con Epstein”.
Maxwell siempre ha defendido a Epstein y ha negado que ella haya cualquier irregularidad. Pero esta semana el fiscal general William Barr, quien encabeza una investigación federal con el Departamento de Justicia, aseguró que la muerte del delincuente sexual no liberará a los cómplices que están acusados, incluida Maxwell.
Los hechos están ya pasándole factura. En 2012, Ghislaine Maxwell fundó la organización de ayuda TerraMar Project, dedicada a la protección de los océanos, y el pasado fin de semana —tan solo una semana después de que se hicieran públicos los nuevos cargos presentados en contra de Epstein— la cerró. El sitio web publicó un mensaje que decía que “le entristecía anunciar que cesaría todas sus operaciones”.
El cerco a Ghislaine Maxwell se cierra cada vez más. En abril de 2018, Maria Farmer, una antigua empleada del multimillonario, aseguró públicamente que ella y su hermana pequeña, que entonces tenía 15 años, fueron abusadas sexualmente en dos ocasiones por Maxwell y Epstein en los noventa. Farmer también dijo haber visto a menudo cómo jóvenes muchachas entraban en la vivienda de Epstein en Nueva York. “Cuando le pregunté a Maxwell por qué esas chicas venían tan a menudo, me respondió que se postulaban como modelos”. Maxwell también ha sido acusada de amenazar a las víctimas con medidas como la retención de pasaportes y teléfonos.
El pasado miércoles, una de las presuntas víctimas de Epstein se convirtió en la primera en presentar una demanda contra el patrimonio y los cómplices del difunto millonario, presumiblemente incluyendo a Maxwell, en virtud de la nueva Ley de Víctimas de Abuso Sexual Infantil de Nueva York por la que se considera durante un año no prescrito cualquier delito contra menores independientemente de cuando se produjera.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.