Deja de proponértelo
El PSOE denunció los abusos del PP, pero en muchos casos ha actuado de forma similar
La política, escribió Ambrose Bierce, es una lucha de intereses disfrazada de conflicto de principios, o la conducción de los asuntos públicos para el beneficio privado. Uno de los momentos más inolvidables de la fallida investidura de Pedro Sánchez fue cuando dijo que nunca renunciaría a sus principios por el poder. Recordaba aquella canción de Bob Dylan: no tenías ninguna fe que perder, y lo sabes.
Uno de los peligros de la actual parálisis de la política española es la desafección de los ciudadanos. El comportamiento de los partidos no siempre ayuda. Ciudadanos parece haber renunciado a algunas de las ideas que impulsaron su proyecto: el rechazo al nacionalismo, la apuesta por la regeneración, una vocación liberal. Los errores de Unidas Podemos no revelan solo fallos tácticos sino también problemas desde su nacimiento. Como dijo Talleyrand de los Borbones, no olvidan nada y no aprenden nada. El PP parece creer que situarse al borde de la inexistencia lo beneficia, y confía en un regreso a un bipartidismo modificado, ante el histrionismo de Rivera y la incompetencia de Vox. Casos recientes, como el regreso del exministro de Justicia Rafael Catalá a Codere, recuerdan prácticas lamentables.
Los partidos son mucho mejores detectando la falta de responsabilidad institucional de los demás que de la suya. El PSOE denunció los abusos del PP, pero en muchos casos ha actuado de forma similar. La colocación de afines tras la moción de censura fue desalentadora, como lo ha sido su combinación de virajes y dobles estándares —desde el izquierdismo español a la centralidad en Europa, desde la crítica moral a los pactos de los otros a aceptar la ayuda de Bildu—. Algunas medidas bienintencionadas —como la prometida sanidad universal— han tenido errores de ejecución y otras han sido puras chapuzas, como el caso de Franco. Ha mostrado tentaciones casi peronistas, como el intento de presionar a otros partidos por medio de colectivos sociales. Ha convertido instituciones de todos, como el CIS, en un instrumento de propaganda de partido y el país entero en el plató de una interminable campaña narcisista. Como de costumbre, los defensores de las instituciones tienen que hacerlo a pesar de muchos malos ejemplos. El desgaste que ocasiona la instrumentalización recuerda a Con la muerte en los talones, donde Cary Grant le decía a Eva Marie-Saint: “Podrías matar a un hombre casi sin proponértelo. Así que deja de proponértelo, anda”. @gascondaniel
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