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Columna
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La especie

En las piscinas de los grandes hoteles se junta una muestra exacta del género humano en versión democrática

Félix de Azúa
Vista de las piscinas en el interior del vaso del canal del Bassin de la Villette, en París.
Vista de las piscinas en el interior del vaso del canal del Bassin de la Villette, en París. ÁNGEL CALVO UBIERGO / EFE

Hacía un siglo que no pisaba una piscina populosa. Este año pude hacerlo y me ha quedado un cálido sentimiento de ternura. En las piscinas de los grandes hoteles se junta una muestra exacta del género humano en versión democrática. Casi desnudos, sin máquinas que los distingan, los teléfonos son todos iguales y los clientes del hotel, también.

El espectro es antropológico. Van primero los niños chiquitos, sin movilidad, frágiles, agarrados a sus madres y con los ojos muy abiertos. Vienen luego los niños propiamente dichos, lo mejor de la especie, los cachorros prístinos, perfectos, vivísimos. Son originales, imprevisibles y escandalosos. No lo hacen adrede, pero molestan todo cuanto pueden. Sus padres sueltan incoherencias como: “¡Ven aquí, que te voy a dar un azote!”, y los niños van, aunque sea haciendo mohines. ¡Como lluvia de estío!

Lo que sigue son los adolescentes, arrogantes, tímidos, incompletos, soberbios, aplastados por su inseguridad y por la obligación que les ha caído de golpe: seducir. Lo intentan, aterrados por el fracaso, pero cuando sosiegan son la belleza misma. Sus padres, que se los miran con temor y orgullo, soportan ahora la carga más desgraciada, tienen que dar de comer, vestir, cobijar y contentar a toda la familia. Tarea ímproba y sin reconocimiento. Todos son iguales, aunque ciertos caracteres secundarios distingan a un ruso (un tercio de carne más) de un italiano (fino, moreno, peludo), son diferencias triviales. Y luego ya, en el último tramo, los abuelos, tipos sin futuro, sin agobios, sin angustias, a quienes todos ignoran menos los niños, y eso les basta.

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Hay que reconocerlo. La especie humana es admirable y magnífica solo cuando está en pelotas. Gocen de la piscina y hasta septiembre.

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Sobre la firma

Félix de Azúa
Nació en Barcelona en 1944. Doctor en Filosofía y catedrático de Estética, es colaborador habitual del diario El País. Escritor experto en todos los géneros, su obra se caracteriza por un notable sentido del humor y una profunda capacidad de análisis. En junio de 2015, fue elegido miembro de la Real Academia Española para ocupar el sillón "H".

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