¿Hacerse el héroe o no? Cómo (y por qué) reaccionamos ante las injusticias en plena calle
El caso del malagueño Borja W. reabre el debate. ¿Qué hacer cuando en una avenida ves que una persona agrede a otra? Algunos valientes anónimos, psicólogos y la propia Policía nos responden
Es digna de análisis la representación del héroe anónimo en los medios de comunicación. Casi siempre lo acompaña la tragedia o la mala suerte. Este verano está hablándose casi a diario del caso de Borja W. V., el malagueño de 22 años que presenció cómo dos delincuentes robaron y golpearon a una mujer mayor. Borja la ayudó persiguiendo a uno de los ladrones y le propinó dos puñetazos para recuperar su bolso. La mala suerte hizo que una fatal caída produjese un coma a uno de los ladrones. Dos días después, moría. Hoy Borja está condenado a dos años de prisión y una multa de 178.000 euros.
Otro caso paradigmático de este siglo en España es el del profesor Neira. En agosto de 2008, Jesús Neira presenció cómo un hombre llamado Antonio Puerta maltrataba a su esposa, Violeta Santander, en Madrid. Cuando intervino en defensa de ella, Neira recibió golpes de Puerta que lo hicieron caer al suelo y lo llevaron al coma. Esta historia, en la que los puestos de héroes y villanos bailaron durante meses y llegó a tomar tintes políticos, terminó años después con Neira y Puerta muertos por diferentes causas y la mujer, según varios medios de sociedad, ingresada con una depresión. Una tragedia griega de manual.
"Es más fácil intervenir cuando tienes habilidades físicas, cuando sabes exactamente qué hacer en relación con las autoridades, etc. En esos casos es más fácil que aparezca el valor de intervenir, porque los riesgos están bien sopesados y asumidos. Si hay dudas respecto a los riesgos, entonces lo normal es no intervenir"
Violeta Alcocer, neuropsicóloga clínica
A menudo, el tratamiento del héroe anónimo en la prensa es, por lo tanto, el de un cuento con oscura moraleja: parece decir que es mejor no meterse, que uno acabará perdiendo. Sin embargo, quedarse quieto tampoco parece una opción correcta ante la opinión pública. Esta semana se hizo viral un vídeo en el que dos chicas eran atacadas por un hombre en la puerta de un popular pub de A Coruña. Gran parte de los comentarios estaban dedicados a criticar que muchos de los presentes estuviesen allí sin hacer nada hasta que la situación se volvió insalvable y el chico las atacó físicamente. Es cuando intervinieron dos de los presentes.
Ana, auxiliar administrativa de Pamplona, cuenta un episodio en el que presenció cómo un chico reñía “fuertemente” a una chica. Lo explica: “La tenía como cabizbaja contra una tapia. Yo iba con una amiga y les pregunté: ‘¿Va todo bien?’. Y dirigiéndome a ella, le dije: ‘¿Tenemos que llamar a alguien?’. Saqué el móvil, el tipo se alejó y ella siguió andando, libre de él. Pero he de decir que no parecía muy contenta con mi acción, más bien avergonzada”.
A Ismael, un traductor de Barcelona, una historia parecida pudo acabar saliéndole cara. Cuenta que “volvía a casa por la noche y un tío agredía a su novia entre dos contenedores. La llamaba 'puta china'. Él era enorme. Una pareja de chicos vigilaba a cierta distancia. La chica lloraba y se disculpaba por haberlo enfadado. Estaba solo pendiente de él, de ningún otro de los que estábamos allí, que era lo más tremendo. Me acerqué y le dije a la chica que pasara del tío y de sus amenazas. Al oír esto el tío perdió aún más los estribos y se acercó a mí dispuesto a golpearme. La pareja de chicos intervino y lo contuvo. Llegaron los Mossos, imagino que alertados por algún vecino. Mientras se lo llevaban, el tío protestaba y nos decía a gritos que éramos todos ‘unos feministas”. Peor terminó la aventura de Manuel, periodista sevillano: "Recuerdo una pelea que tuvimos mis amigos y yo con dos tipos en Sevilla que iban persiguiendo a un joven al grito de: '¡Maricón, ven aquí que te rajo!'. Acabamos pegándonos".
¿Qué hace que algunos ciudadanos se queden como meros espectadores ante situaciones de este tipo y otros, como los que nos han contado sus experiencias, intervengan jugándose la integridad física? "Por un lado, la confianza en los propios recursos ante los imprevistos que se puedan derivar de nuestra intervención", aclara la neuropsicóloga clínica Violeta Alcocer. "Ahí es más fácil intervenir cuando tienes habilidades físicas, cuando sabes exactamente qué hacer en relación con las autoridades, etc. En esos casos es más fácil que aparezca el valor de intervenir, porque los riesgos están bien sopesados y asumidos. Si hay dudas respecto a los riesgos, entonces lo normal es no intervenir. Pero en otros casos, la persona que presencia un abuso o violencia en un contexto en el que no se espera que ocurra, puede experimentar una respuesta muy similar a la que experimentan las víctimas de ciertas violencias, que es la parálisis (quedarse 'de piedra, 'congelada'). Así, el que de pronto se ve envuelto en un episodio de este tipo, puede quedarse paralizado sin saber qué hacer".
Pero hay otra teoría más interesante que apunta Alcocer y que puede explicar muchas escenas que vemos en las calles de grandes ciudades: la de mucha gente presenciando una injusticia sin que nadie haga nada. "Es el fenómeno del contagio social: cuantas más personas estén viendo lo que sucede sin hacer nada, menos probable es que alguien se anime a intervenir. Nuestro cerebro tiene todavía ese sesgo de 'haz lo que los demás hacen', especialmente en situaciones de riesgo", analiza la especialista.
“El único consejo que podemos dar”, cuentan desde la Policía, “es que cuando veamos un acto desagradable o posiblemente delictivo mantengamos la calma y llamemos a las autoridades”
Esto nos lleva al caso de Kitty Genovese. Durante años se contó que esta joven de 28 años había sido violada y asesinada en 1964 en su barrio de Queens (Nueva York) y que hasta 38 personas vieron o escucharon la situación, pero nadie hizo nada. Quedó para la posteridad como uno de los casos más flagrantes de la deshumanización urbana y la indiferencia ante el dolor ajeno. Sin embargo, investigaciones posteriores descubrieron que los datos eran falsos. Efectivamente, algunos vecinos habían escuchado gritos y los habían ignorado, pero al menos dos llamaron a la policía y una mujer salió a ayudar a Kitty en sus últimos momentos (tristemente, la violación y asesinato sí que sucedieron).
"En el momento en que la primera persona interviene", continúa Alcocer, "es más probable que otras le secunden. De modo que los riesgos percibidos por esa persona al actuar sola se mitigan rápidamente al verse respaldada por la multitud que, hasta entonces, observaba pasivamente". ¿Pero quién es el valiente que se convierte en esa primera persona? Según la Policía, estos actos heroicos no son lo más indicado. “El único consejo que podemos dar”, cuentan desde el departamento de comunicación de la policía de Madrid, “es que cuando veamos un acto desagradable o posiblemente delictivo mantengamos la calma y llamemos a las autoridades”.
¿Pero qué pasa si la situación se vuelve extrema y se impone actuar de algún modo antes de que lleguen las autoridades? ¿Hay algún protocolo a ese respecto? “Situaciones subjetivas y variadas puede haber muchas. Cada intervención es de una manera. No hay un protocolo específico: lo hay para los policías, no para los ciudadanos”, responden en la policía.
Por lo tanto, aunque hacerse el héroe sea pasto de belleza para la literatura, desde las autoridades piden, por favor, que se las informe y dejen que ellas se hagan cargo de este tipo de situaciones. Cuando David Bowie cantaba "podemos ser héroes / solo por un día" no había contado con llamar al 091.
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