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“Se nos fue totalmente de las manos”: historia oral de La Unión y su ‘Lobo-hombre en París’

Rafa Sánchez, Nacho Cano, Luis Bolín, Iñigo Zabala y Javier Adrados recuerdan los inicios, las dificultades, el éxito, las drogas, las desavenencias y el fin de uno de los grupos más inclasificables y vigentes de los años ochenta en España

Rafa Sánchez, Mario Martínez y Luis Bolín, del grupo La Unión en, en Central Park, durante una gira por Estados Unidos en 1988.
Rafa Sánchez, Mario Martínez y Luis Bolín, del grupo La Unión en, en Central Park, durante una gira por Estados Unidos en 1988.EFE

Lobo-hombre en París no solo fue la canción del verano de hace 40 años: fue mucho más. Aquel primer single de cuatro muchachos que venían de la nada batió un récord en España (13 semanas en el número uno) que todavía no se ha superado, con una misteriosa letra inspirada en un relato corto del escritor francés Boris Vian. El tema pasó a formar parte de nuestra memoria popular, aquí y en toda Latinoamérica y propulsó una carrera que, contra todo pronóstico, se mantiene hasta nuestros días. La Unión, en efecto, permanece en activo, pero de un modo radicalmente diferente a como comenzó en algún momento de 1982, cuando Rafa Sánchez (voz), Luis Bolín (bajo), Iñigo Zabala (teclados) y Mario Martínez (guitarra, fallecido en 2022 por un cáncer de laringe) se conocieron y decidieron montar un grupo. Hemos hablado con los tres supervivientes de la banda original, con su productor y pigmalión, Nacho Cano [en una charla mantenida antes de su mediática detención), y con su biógrafo, Javier Adrados, autor del libro La Unión. Viviendo al este del edén (Libros Cúpula-Planeta, 2013), para reconstruir la historia de una de las canciones más importantes y singulares del pop español y la de una amistad que se terminó deteriorando hasta romper.

Luis Bolín: La Unión es un grupo de personas que se aglutinaron a mi alrededor. Yo era el más joven: todos ellos eran del 61, pero yo del 63. Iñigo, Mario y yo nos conocimos estudiando Publicidad en el Centro Español de Nuevas Profesiones, en Madrid. Ya el primer día de clase, nos bajamos al bar de la esquina y nos pusimos a hablar.

Iñigo Zabala: Fue un flechazo a primera vista, porque en aquella época la forma de vestirse y de comportarte te definía mucho. Curiosamente, en nuestra clase estaba también Coloma Fernández Armero, quien por entonces era la novia de Nacho Cano. Inmediatamente, Luis, Mario y yo nos sentamos juntos y empezamos a compartir nuestro amor por la música y a los grupos de aquella época, y decidimos formar uno. Mario era el que tenía más recorrido entonces, había estado en una banda mod que se llamaba Los Nocturnos, con cierta trascendencia. Para mí, era mi primera experiencia.

Luis Bolín: Nacho Cano y yo fuimos compañeros de colegio desde los seis años y, con 12, montamos nuestro primer grupo, Prisma. Ensayábamos en las oficinas de su padre. Él y yo nos habíamos enganchado a la música justo al morir el dictador. A los 12 años fuimos al primer concierto de Genesis en Madrid, con Peter Gabriel todavía en la banda; vimos a Camel… y estábamos obsesionados por cómo harían para sonar así.

Nacho Cano: Tuve varios grupos. En Prisma éramos Luis Bolín, Eduardo Benavente, Toti Árboles [luego ambos formaron Parálisis Permanente] y yo. Jugábamos a ser artistas, pero lógicamente no sabíamos si íbamos a llegar a algo o no.

Iñigo Zabala: Luis, Mario y yo ensayábamos en la casa de mis padres, en el ático. No sé cómo nos aguantaron, porque todo el mundo lo hacía en garajes. Yo hacía los beats con una caja de ritmos y tenía un sintetizador Korg-MS20 cargado de cables al que era imposible sacarle un sonido.

Luis Bolín: A Rafa lo conocí cuando yo salía de un grupo en el que cantaba y tocaba el bajo y él se suponía que iba a sustituirme. Fue durante un concierto en la sala Marquee. Un día nos encontramos en un bar llamado El Cascanueces y le conté que estábamos buscando un cantante. Vino a una prueba en casa de Iñigo, empezó a improvisar sobre las canciones que teníamos y ya se quedó.

Imagen del grupo de música La Unión, con su líder Rafa Sánchez a la izquierda.
Imagen del grupo de música La Unión, con su líder Rafa Sánchez a la izquierda.ARCHIVO EL PAÍS

Rafa Sánchez: Le conté que yo quería hacer un grupo con chicas y él me dijo que tenía uno instrumental y que buscaba un vocalista. Eso fue un jueves y al sábado siguiente me acerqué a casa de Iñigo. Había sido la exposición de Andy Warhol en Madrid [se refiere a su célebre muestra en la Galería Fernando Vijande, inaugurada en enero de 1983] y tenían una canción que se llamaba Pistolas, cuchillos y cruces, que nunca se terminó de grabar, y era la única que tenía letra. Las demás eran instrumentales, yo les puse melodía en spanglish, y en una de ellas me puse a hacer unos ¡aúuuuuus!

Iñigo Zabala: Pistolas, cuchillos y cruces la cantaba yo, pero era un malísimo vocalista. Rafa fue el primero que probamos y se quedó. Con él las canciones empezaron a tomar forma.

Luis Bolín: A Nacho lo veía menos desde que estaba con Mecano, aunque le había acompañado en una gira vendiendo merchandising y guardábamos contacto. Un día, después de un partido de fútbol, vino con Alejo Stivel [entonces vocalista de Tequila y posterior productor de éxito] y recuerdo que Nacho salió del local canturreando la melodía de Lobo-hombre en París, que por entonces ni tenía letra.

Iñigo Zabala: Años después yo me hice muy amigo de Alejo y me confesó que, cuando nos vio, le dijo a Nacho que no le había gustado nada. Y él le había dicho: “Pues a mí me ha encantado, me ha parecido un supergrupo y les voy a grabar un disco”.

Nacho Cano: He sido y soy una persona que está continuamente trabajando por la música. Los años ochenta eran así. Con mi hermano y Ana Torroja hicimos Hoy no me puedo levantar, la primera canción que compuse en mi vida, y mira donde nos llevó. Luego empecé a componer temas para otros grupos, como No controles, primer éxito de Olé Olé, y monté mi productora con Rafael Abitbol. En La Unión vi, sobre todo, buenas canciones. Me gustó mucho el auuuuuuuuuuuuh de Rafa Sánchez en el Lobo. Estaba claro que era un temazo.

Luis Bolín: ¿Quién conocía a Nacho? Yo. ¿Quién metió a Rafa en el grupo? Yo. ¿Quién tenía experiencia en lo que era una banda y quién aportó la tecnología para grabar todo eso? Yo. Cuarenta años después de aquello, las cosas hay que decirlas como son.

Nacho Cano: El nombre de La Unión fue idea mía.

Saxofonista y ‘dealer’

Rafa Sánchez: Yo adquirí mucha complicidad con Iñigo, nos pasábamos libros como La conjura de los necios. Una vez llegó al estudio una recopilación de relatos de Boris Vian que se titulaba Los perros, el deseo y la muerte, y ahí estaba el cuento de El lobo-hombre, que nos pareció perfecto para la canción que tenía los auuuuuus. El libro lo trajo Iñigo, él compraba muchos libros y discos. Otra de las primeras canciones que compusimos, La niebla, está basada en otro cuento del mismo libro que se titula El amor es ciego, que habla de que cae una niebla en París que es excitante sexualmente y al final todo el mundo decide sacarse los ojos para seguir como estaban.

El grupo musical 'La Unión' en 2001. De izquierda a derecha, Mario Martínez, Luis Bolín y Rafa Sánchez.
El grupo musical 'La Unión' en 2001. De izquierda a derecha, Mario Martínez, Luis Bolín y Rafa Sánchez.ARCHIVO EL PAÍS

Luis Bolín: El día que nos conocimos en clase había otra persona, que se llama Rafa Cela, y él fue quien me regaló el libro de Boris Vian de donde salió Lobo-hombre en París. Todos éramos aficionados a la literatura. Rafa había improvisado sobre la música que teníamos una melodía vocal que hacía: auuuuuu y yo le hablé de que conocía una historia muy guay que le pegaría a la canción. El libro se lo presté yo a Rafa y todavía lo conservo, una edición de 1974 de Tusquets.

Iñigo Zabala: Yo ya había escrito la letra de Pistolas. En aquella época leía muchísimo a escritores como Vian, había terminado La espuma de los días, además de los relatos cortos. Mientras yo estuve en La Unión, las letras las escribíamos Rafa y yo. Nos intercambiamos él y yo el libro e hicimos la letra de esa canción. Luego seguimos escribiendo textos basados en otros escritores. Mil siluetas, por ejemplo, viene de Edgar Allan Poe. Según nos fuimos haciendo más profesionales, empezamos a escribir cosas más personales, pero al principio nuestra inspiración era la literatura y el arte.

Rafa Sánchez: No fue difícil hacer la letra de Lobo-hombre en París. Tú piensa que una canción pop tiene cuatro frases de estrofa, dos de puente y tres o cuatro de estribillo. No podíamos contar todo el cuento, sino dar solamente una serie de pinceladas. Y yo creo que lo divertido del pop, cuando apuestas por un texto tan conciso, es que da pie a muchas interpretaciones. Mucha gente ha pensado que es la historia de un travesti. En cuanto a la interpretación, yo soy fan de David Bowie y en mi cabeza estaba esa forma de interpretar intentando que fuera medio hablada. Es una canción sencilla. Lo único complicado es el bajo. Es un gran bajo lo que hizo ahí Luis.

Luis Bolín: La grabación del single fue emocionante, todo estuvo rodeado de un halo mágico, había incluso luna llena. Lo hicimos en los estudios Audiofilm, de noche, porque era más económico, y a los mandos de la mesa estaba Luis Fernández Soria, que era un clásico del sonido de esa época. Ahí lo descubrimos todo, fue nuestra primera experiencia.

Rafa Sánchez: La mesa de mezclas me parecían los controles de las naves de La Guerra de las Galaxias. En el estudio de al lado estuvieron grabando Camarón, Tomatito y Paco de Lucía, supongo que el disco Viviré, que salió en 1984.

Iñigo Zabala: Cuando fuimos a grabar yo nunca había visto otro sintetizador en mi vida aparte del mío, Nacho traía un equipazo y yo nunca me había visto como instrumentista, no tenía paciencia para ello, me veía más como un letrista, alguien que estaba más interesado en el concepto, y quizás por eso al final hice mejor carrera como ejecutivo. Entonces llegó Nacho, tocó las partes de piano y teclados, e incluso se le ocurrieron muchísimos arreglos. Él tuvo una influencia muy grande a la hora de llevar la idea de sonido que nosotros teníamos en la cabeza, porque sonábamos muy diferente a todos los demás grupos españoles de la época, intervino en los arreglos, en las líneas de bajo, en todo.

Nacho Cano: Ejecutaban ellos todos los instrumentos. En el estudio, yo toqué los teclados junto a Iñigo y a la batería intervino Arturo Terriza, a quien ya conocía bien porque era el percusionista de Mecano.

Rafa Sánchez, líder del grupo musical La Unión, fotografiado en 1996.
Rafa Sánchez, líder del grupo musical La Unión, fotografiado en 1996.Archivo EL PAÍS

Luis Bolín: El otro coproductor, Rafael Abitbol, aportó más su experiencia con respecto a lo que eran las nuevas tendencias, porque viajaba a Inglaterra y se traía discos. El aporte del saxo lo hizo una persona que se llamaba Ono. Yo lo conocía de los ambientes más lumpen de la noche madrileña, él era dealer. Estábamos por la noche grabando, alguien dijo que quedaría bien una parte del saxo y dije: “¡Yo conozco a uno!”. Y además tenía su teléfono. Eran las 2 de la mañana, cogió un taxi, se presentó en el estudio y lo hizo a la primera o segunda toma. Luego no volvimos a tener contacto con él porque estaba muy metido en las drogas duras, que hicieron muchos estragos en aquella época.

Iñigo Zabala: Quiero destacar el papel de Rafa en la composición, no solo aquí, sino en toda la carrera de La Unión. Normalmente yo creaba un beat, a ese beat Mario y Luis le metían una improvisación con guitarra y bajo, y Rafa añadía una melodía por encima. Es un compositor superdotado, con muchísimo talento. Tú traes un palo con una lata de tomate y Rafa se inventa una melodía. Salvo una canción, Entre flores raras, que es mía, Rafa hizo la melodía de todos los temas. Como él no es instrumentista, no se le ha valorado suficientemente como músico.

Nacho Cano: Rafael [Abitbol] se encargaba, sobre todo, de la relación con las compañías de discos. De hecho, al día siguiente de escuchar la canción, se presentó en Warner [entonces WEA] y consiguió que los contratasen.

Luis Bolín: Esto se registró en octubre de 1983 y el contrato con Warner tenía fecha de 1 de enero de 1984. El single incluyó tres canciones: Lobo-Hombre, La niebla y Voracidad, y se presentó en la Sala El Sol el 12 de marzo de 1984. Warner Music entró en España en 1983, se acababan de establecer como compañía aquí, porque hasta entonces su catálogo lo distribuía Hispavox. Los primeros artistas que fichan son Ángeles del Infierno, Pato de Goma y Azul y Negro. Nosotros fuimos la cuarta banda, y la primera que les dio un número uno.

Javier Adrados: La canción triunfó porque es increíble, desde la primera nota hasta la última. Es fresca y, a la vez, muy elegante. La Unión se convirtió así en el grupo estandarte de la post-movida. Es decir, ellos ya no tenían ya tanto que ver con lo que se había considerado Nueva Ola, llegaron para llevar más allá al pop español.

Unos números de locos

Luis Bolín: El videoclip lo dirigió el cineasta José Luis Lozano, que falleció en 2015. Lo rodamos en un callejón que está justo enfrente de la calle Jardines, y en el bar Casa Pueblo, en la Calle León. Casi todos los personajes que salen son amigos, gente del mundo del cine. El vídeo se quedaba corto, le faltaba un desenlace, que es la parte en la que suben a una habitación, así que grabamos otra parte en el patio de un colegio junto al parque Conde de Orgaz.

Iñigo Zabala: Hubo una parte que se rodó enfrente de mi casa, en el colegio de los Maristas. La novia de Rafa salía desnuda y no podíamos dejar que los curas estuvieran mirando, así que esas partes las hacíamos cuando no miraban.

Los componentes del grupo de música La Unión. De izquierda a derecha, Mario Martínez, Rafa Sánchez y Luis Bolin.
Los componentes del grupo de música La Unión. De izquierda a derecha, Mario Martínez, Rafa Sánchez y Luis Bolin.Archivo EL PAÍS

Rafa Sánchez: Recuerdo la grabación de una manera mágica. Yo estaba muy nervioso, mi cuello estaba completamente agarrotada. Había una Torre Eiffel hecha de palillos que se tenía que quemar y aquella tenía que ser la toma buena. La parte final, las escenas de cama se grabaron en enero con una cama mojada para que tuviera arrugas bonitas y eso se transformó en una buena gripe. La chica con la que yo me voy a la cama era mi novia de entonces, María José Ribot, que ahora es coreógrafa. Nadie en el equipo cobró nada, todos eran amigos. Las compañías de discos entonces no creían en los videoclips y nosotros tuvimos que poner cincuenta mil pesetas.

Luis Bolín: Incluso se exhibió como corto en los cines Alphaville, pero como el metraje no era suficiente, Lozano le metió como dos minutos de títulos de crédito. Él venía con una idea de hacer como una transformación de lobo a hombre, pero luego vino ese concepto de cine noir y, al final, fue un vídeo muy premiado [obtuvo galardones en los festivales de cine de Elche y Alcalá de Henares y participó en la selección oficial del Festival de San Sebastián]. Estaba también Tote Trenas, uno de los mejores directores de fotografía de la época. En Latinoamérica todavía hay mucha gente flipada con ese vídeo.

Iñigo Zabala: En aquella época no se rodaban muchos videoclips, pero creo que el nuestro fue único, porque la canción también era muy cinematográfica, y tuvo un impacto gigante. Warner no volvió a hacernos ni un videoclip más mientras yo estaba en el grupo. Hay una parte en la que sale el batería Toti Árboles, que empezó los ensayos con nosotros, pero luego creo que se fue con Alaska y Dinarama.

Luis Bolín: La Unión llega a México por primera vez en 1987, con el tercer disco, 4x4. Warner México decide compilar, en una edición un tanto extraña, las canciones de ese álbum junto a Lobo-hombre, Sildavia y Mil siluetas, del primer disco. Dos años antes de eso, Parchís había entrado allí plagiando la canción tal cual, pero hay que decir que Parchis en aquel momento tenía productores muy buenos detrás. Yo ahora vengo de una gira por México y escuchas la canción por todas partes, todos los grupos tributo al pop español la cantan, todo el mundo la conoce. Los números actuales de Lobo-Hombre son de locos.

Rafa Sánchez: De todas las versiones que se hicieron de la canción me quedo con una sola, la del grupo colombiano The Mills, de 2009. La de Ana Belén, de 1988, no me gustó nada que la tirase hacia el rollo más rockero. Creo que si la hubiese hecho como la de El hombre del piano, de Billy Joel, a voz y piano o con una instrumentación más clásica, habría quedado de cine. En Venezuela se hizo muy popular la de un grupo que se llamaba Témpano, en 1987, y allí hay mucha gente que se cree que la canción es suya, incluso ha habido cierto rifirrafe en las redes recientemente a raíz de eso.

Drogas, tiranteces y estrellitis

Iñigo Zabala: No esperábamos que la canción fuese a ser un éxito, pero en cuanto empezamos a grabarla llegaba hasta la señora de la limpieza al estudio y nos decía que eso iba a ser un bombazo. Aun así, nadie imaginó el calibre de lo que iba a suceder. Salió en la tele una vez y al día siguiente toda España estaba loca, el single subió al número uno y nadie lo sacaba de ahí. Se nos subió a la cabeza, claro. Fue una mezcla de todo, de locura de todo tipo. En aquella época había muchas drogas, mucho de todo. Pero increíblemente seguíamos viviendo con nuestros padres en la época del primer disco. Rafa no, porque sus padres estaban separados y tenía otro tipo de vida. Pero seguimos trabajando mucho, ensayábamos todos los días de la semana, intentábamos mejorar y componer canciones. En ese sentido fuimos modélicos, en otros... ya no tanto.

Luis Bolín: Aquel éxito trajo sus tiranteces. Cada cual lo fue asimilando como pudo, pero el único que tuvo un poco de estrellitis fue Rafa.

Rafa Sánchez: Se nos fue totalmente de las manos. Pasamos de ser estudiantes a ser aclamados y vivir todo el fenómeno fan, de manera muy loca. Luego tenías que adecuarlo a tu día a día, porque cuando te están jaleando 20.000 personas, que después tu pareja te diga cualquier desavenencia no te lo tomas tan bien.

Luis Bolín: Yo tenía 20 años cuando grabamos el single, e intentamos aprender el oficio después, sobre el escenario. Tuvimos que montarnos un repertorio para poder cubrir un concierto de hora y cuarto, y ensayar mucho para poder dar la talla porque apenas teníamos experiencia de tocar en directo. El primer concierto fue en Valencia, en una carpa de circo, y había sesión de tarde y de noche. En el primer pase la tocamos en tercer o cuarto lugar y, después de eso, todo el mundo se fue; así que en la sesión de noche decidimos tocarla la última. También pasamos por ese trauma de novatos, de decir: “Oye, ¡que no somos solamente el Lobo-Hombre!”. Fuimos muy criticados por cierto sector de la prensa cuando se fue directamente al número uno.

Rafa Sánchez: En nuestro caso la mala suerte, o un poco la intencionalidad, fue la que nos hizo poner los pies en la tierra. Pesaba sobre nosotros la duda de si éramos un grupo formado por la casa de discos, y entonces intentamos hacer un segundo disco mucho más oscuro, y aparte la radio Onda Dos nos daba mucha caña porque habíamos salido con Los 40 Principales y nos pusieron la etiqueta de comerciales. Entonces con el segundo LP, que salió en 1985, intentamos ser más auténticos que los más auténticos y, claro, cayó mucho en ventas y eso nos hizo poner los pies en el suelo. El nombre del disco, El maldito viento, ya nos indicaba por dónde queríamos ir.

Iñigo Zabala: El éxito del Lobo-Hombre también tuvo una influencia mala en nosotros, porque tardamos tiempo en convencer a la gente de que no éramos un one hit wonder [grupo de un solo éxito]. También nos tildaron de comerciales, que en el Madrid de aquella época era un insulto. Nosotros veníamos del Rock-Ola, pertenecíamos a ese ambiente e íbamos a los mismos conciertos que los grupos que estaban mejor considerados. Pero Nacho Cano ya estaba teniendo un éxito terrible en aquella época [Mecano estaba a punto de publicar su tercer álbum] y, de alguna forma, eso nos marcaba. Y luego también Rafael Abitbol era en esa época enemigo total y absoluto de otros locutores de Onda Dos, se tiraban a matar y se odiaban los unos a los otros. Pero sí nos preocupaba porque sentíamos que estábamos haciendo una música que proponía mucho en España a todos los niveles: letras, melodías, composición, influencias, sonido... Creo que estábamos a un nivel superior que otras bandas mejor consideradas. Y nos dolía.

El grupo La Unión, entre ellos Rafa Sánchez, Luis Bolín y Mario Martínez en el Auditorio Nacional de México en 2014.
El grupo La Unión, entre ellos Rafa Sánchez, Luis Bolín y Mario Martínez en el Auditorio Nacional de México en 2014.Victor Chavez (WireImage)

Rafa Sánchez: Todas nuestras influencias era música bastante oscura, tipo Echo & The Bunnymen, y el hecho de salir auspiciados por Nacho Cano no nos gustaba mucho. Aunque el trabajo con él era increíble, quisimos apartarnos de ser un satélite de Mecano. La verdad es que nosotros siempre hemos intentado, dentro de nuestros gustos musicales, estar en la cresta de la ola, y avanzar según como iba avanzando la música anglosajona, que era donde más nos mirábamos, pero el planteamiento de La Unión siempre ha sido muy ecléctico, nunca quisimos poner puertas al campo.

Iñigo Zabala: En aquel entonces estábamos muy obsesionados con la Nueva Ola inglesa, pero con unos gustos más abiertos que otros grupos muy enfocados en eso, pero en nada más. Escuchábamos mucho a Simple Minds, Joy Division, New Order, Elvis Costello, Pretenders, The Cure, Ultravox, The Human League, Depeche Mode…, pero también nos encantaba a todos Michael Jackson, por ejemplo. Para nosotros la música era todo, 24 horas, ensayar, ir a conciertos, escuchar discos, leer fanzines. Fue una época maravillosa y muy divertida.

Encadenando giras sin dirigirse la palabra

Iñigo Zabala: Yo no era un instrumentista, no me imaginé llegando a los 30 años y haciendo eso. Yo quería trabajar en la música, pero haciendo otras cosas, así que dejé el grupo en 1987. Me llegó la oportunidad de entrar en Warner como director artístico y al año y medio era director general de la compañía en España. Eso me dio la posibilidad de seguir haciendo más o menos las mismas cosas que hacía en La Unión y, de hecho, durante muchos años Rafa me seguía presentando en los conciertos como cuarto miembro del grupo, aunque ya no tocara con ellos. También seguí participando en la toma de decisiones, en la elección de las canciones y los singles, los conceptos, el estilo, las portadas. Después me fui a México y a Miami, hasta que dejé la compañía hace año y medio. Ahora, básicamente, trabajo con Alejandro Sanz.

Luis Bolín: Con Iñigo realmente yo tenía buen rollo, lo que pasa es que nuestras vidas se han ido distanciando. Con Mario [Martínez, ya fallecido], desgraciadamente, nuestra relación entró en mucho deterioro, pero ya no en 2015 cuando dejó la banda. Diez años antes él ya tenía serias dificultades para mantenerse a nivel en el escenario a la hora de ejecutar la guitarra. Y con Rafa qué te voy a contar, tío. Me hizo una jugarreta hace siete años para intentar quedarse el con el nombre del grupo, y le tengo demandado por eso. No quiso hablar más conmigo y, de repente, el 14 de mayo de 2020, en plena pandemia, sacó un comunicado diciendo que La Unión se disolvía y él seguía adelante. ¿Cómo que se disuelve La Unión? ¿Porque tú lo digas?

Rafa Sánchez: Yo creo que todo fue por el cansancio. Mario era un tipo que aportaba mucho, pero dejó de aportar por problemas personales. En esa época yo estuve ejerciendo de bisagra entre Luis y Mario, que al final se llevaban muy mal. Ahora, echando la vista atrás, me voy a nuestro décimo álbum, El mar de la fertilidad, que fue un gran éxito en 2002, cuando ya había irrumpido Internet y habían bajado mucho las escuchas en la radio. Ese año ya no renovamos contrato con Warner por el mal rollo que había en el grupo y yo creo que ahí deberíamos haberlo dejado. Luego empezó a estar todo muy tocado, Mario lo dejó por su enfermedad y ya solo quedábamos Luis y yo. Teníamos escritas más de 160 canciones, las que hacíamos ya eran un poco reiterativas, y ahí empezó el desánimo. En directo seguíamos funcionando estupendamente, pero ya no estaba el componente de ilusión, y aparte hubo un par de enganchones entre Luis y yo. Estuvimos encadenando giras durante dos años sin dirigirnos ni una sola palabra, solo hablábamos delante de abogados. Cuando vino la pandemia, como no íbamos a poder dar conciertos durante mucho tiempo, fue cuando dije: hasta aquí hemos llegado.

Iñigo Zabala: Yo creo que Rafa estaba en su derecho de decir que La Unión se había terminado. Después de irseMario, la verdad es que Luis y él no tenían conexión. Creo que lo que hizo Luis, seguir como La Unión él solo, es como si Mick Jagger se va de los Rolling Stones y Keith Richards se pone a cantar Satisfaction. Luis está haciendo giras llamándose La Unión y cantando él las canciones, y yo veo eso y no me gusta. Por qué discutieron ellos dos ya no lo sé, no sé quién de ellos es culpable de qué, pero lo que veo no me parece correcto.

Rafa Sánchez: Creo que Luis está enfangando la memoria del grupo, haciendo malos conciertos y poniendo composiciones suyas en nombre de La Unión. Él ahora se llama La Unión, yo soy Rafa Sánchez, que creo que es una buena marca, pero quieras que no, los promotores todavía están empeñados en poner “Rafa Sánchez de La Unión”. Bueno, vale, asumo que es mi segundo apellido, pero yo al menos no estoy sacando mis canciones como si fueran de La Unión.

Luis Bolín: En La Unión quedábamos dos y uno se fue. Yo ni siquiera me puse a buscar a otro cantante, sino que he seguido con mi historia, son mis canciones y no tengo que dar explicaciones a nadie.

Javier Adrados: Yo estuve trabajando con ellos durante años, en un entorno que tenían completamente dominado. Aunque aparentaban siempre estar maravillados con todo, también arrastraban tras de sí un gran cansancio de giras y giras sin parar. El teléfono, en realidad, nunca paró de sonar, pero también es cierto que sufrieron el ser ninguneados en las compañías de discos. Mario enfermó y, aunque Rafa y Luis quisieron seguir hacia adelante, ya fue tarea imposible el hacer las cosas en democracia. Era o tú o yo, y eso ya no hacía honor al nombre de La Unión.

Iñigo Zabala: Lo que más recuerdo de La Unión es la amistad, cuatro chavales jóvenes pasando todo el día juntos. Fuimos unos elegidos, tuvimos la suerte de gozar del éxito y vivir aquella época en España, en Madrid. Éramos inseparables, estábamos obsesionados con todo lo que tuviera que ver con la banda y con la música, era algo que llenaba toda nuestra vida.

Rafa Sánchez: No solo los principios fueron maravillosos, lo fueron los primeros veinte años, porque cada uno dio a la banda lo mejor de sí. El hecho de componer las canciones entre todos, firmarlas entre todos, y que nadie cobrase más que el otro… eso hizo que el enemigo estuviese fuera de la banda, y por eso fuimos el grupo más longevo de los aparecidos en los ochenta sin ningún parón. Yo hacía todas las letras y las melodías, Luis hacía otras gestiones, Mario otras, y a Iñigo yo le llamaba el miembro infiltrado de La Unión en Warner, porque él nos consiguió muchas cosas importantes desde esa posición. Todos trabajábamos por el bien de la banda. A mí La Unión me ha hecho ser mejor persona y mejor músico.

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