La cara y la cruz de los deberes en verano para los niños
El mito de la importancia de repasar los conocimientos adquiridos durante el curso escolar carece de sentido
El año escolar es largo y exige a los niños esfuerzo y trabajo, además de dejar escaso tiempo libre para disfrutar de sus aficiones o de, como dicen los italianos, el dolce far niente, o el disfrute de no hacer nada. Sin embargo, las ansiadas vacaciones estivales, pueden llegar acompañadas de deberes y obligaciones para recuperar o asentar conocimientos. Pero, ¿hasta qué punto conviene prolongar las tareas escolares durante el verano?
“En invierno, los niños tienen que estar sentados un montón de horas tragando teoría con horarios rígidos, con tiempo limitado para divertirse; lo que llamamos recreo, que es como si a un pintor le dices que cree solo a una determinada hora. La escuela y el sistema educativo tienen que evolucionar. No se ha perdido el tiempo porque durante el curso no se haya conseguido repetir conocimientos en un examen. Durante las vacaciones, conviene dejar la rutina del invierno, dormir lo que nos haga falta, relajarse para que los cambios se produzcan. El verano es el tiempo de disfrutar todos juntos. Es el momento de invertir en lo que llamamos salud social y familiar; viajar, pasear, porque hacer cualquier cosa que signifique disfrutar, favorece el aprendizaje”, explica María José Lladó, psicopedagoga.
Estudiar puede ser un placer y no un deber u obligación. “Antiguamente, los griegos iban a la escuela por el placer de aprender y saber. El conocimiento se adquiría desde la experiencia de interactuar con maestros de diferentes áreas, como el artesano, el pescador o el filósofo. Vivir no es un deber, se trata de un derecho a experimentar, a aprender a través de las relaciones personales con la familia y el entorno, a satisfacer la curiosidad. Por lo tanto, No a los deberes en verano, tal y como los entendemos hoy. Además, las rutinas veraniegas de hacer un montón de cosas en el tiempo que tenemos de vacaciones, nos mete otra vez en la dinámica del estrés habitual de hacer cosas sin parar. Propongo que durante las vacaciones entremos en la dinámica del ser y estar aquí y ahora”, aconseja la psicopedagoga.
Conseguir que el estudio se convierta en un placer para los niños, es la alquimia que deben lograr profesores y progenitores. Cada niño tiene sus propios gustos con respecto a los conocimientos intelectuales. No a todos les interesan las matemáticas, la física o la historia. Cuando se dice que en verano hay que recuperar, porque no se han alcanzado los objetivos, conviene tener en cuenta que los niños y los jóvenes los logran según su propio proceso de maduración y ritmo. Les podemos ayudar en lo que les ha costado algo más durante el curso, pero no necesariamente sentándose en un pupitre, sino con estrategias como aplicar una ecuación en la compra diaria. La cuestión es que los niños desarrollen el deber desde el compromiso y la responsabilidad de quiero aprender algo para mí o para ofrecerlo a los demás. De esta manera, el estudio se convierte en un placer”, añade María José Lladó.
Las vacaciones de verano son para desconectar de las obligaciones escolares, aunque hay padres que consideran que el descanso estival es muy largo y hay que rellenarlo con deberes, “la recomendación general es que haya tiempo en que no existan obligaciones académicas. Niños, adolescentes y adultos; todos necesitamos desconectar de clases y trabajo. Las vacaciones de verano son uno de los momentos para hacerlo. Es una buena opción que cambien los deberes por algo más ameno, pero que les haga tener la mente despierta, como leer un libro que les guste, reforzar idiomas con series o películas, juegos de cuentas y lógica. Todo mucho más llevadero que los cuadernillos de refuerzo con el mismo contenido que han visto durante un curso entero”, aconseja, Cristina De la Rosa Tineo, psicóloga, psicoterapeuta y miembro del centro Nudos.
Soltar los libros del cole en verano y evitar cargar con ellos de un sitio a otro durante las vacaciones resulta muy saludable para toda la familia y evita estrés innecesario. “Recomiendo que los niños estén, como mínimo, entre 15 días y un mes sin tener que repasar. El no llevar de un lado a otro los libros con el run run de que hay que hacer un poquito cada día es muy recomendable, porque las vacaciones son necesarias para romper con la rutina y conviene no preocuparse de cargar y sacar los libros en verano”, comenta la psicóloga, Cristina De la Rosa Tineo.
El mito de la importancia de repasar los conocimientos adquiridos durante el curso escolar para asentar lo aprendido, independientemente de los resultados obtenidos, carece de sentido. “¿Por qué hacer estudiar a un chico si ha sacado bien el curso y no tiene problemas para el estudio? Parece que si no se estudia en verano, el curso siguiente va a ir mal. No sé si, en ocasiones, se intenta prever un problema que a priori no tiene porque ocurrir. Está demostrado que el estado de ánimo y la motivación son determinantes a la hora de tener un buen rendimiento escolar. Si saturamos a los niños con deberes, clases y refuerzos no dejamos tiempo para el descanso y el ocio, fundamentales para su salud y bienestar. Necesitan hacer deporte, ver a amigos, refrescarse en la piscina, jugar, ver cosas nuevas. Si sobrecargamos la agenda con tareas, no dejamos espacio para otras cosas fundamentales para recargar las pilas”, afirma la psicóloga.
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