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Pedro Mairal o cómo convertir el sexo en algo ridículo

Con 28 años ganó el primer premio Clarín de Novela con ‘Una noche con Sabrina Love’. En el jurado: Bioy Casares, Roa Bastos, Cabrera Infante. Luego vendría otro éxito, ‘La uruguaya’, y recientemente, ‘Maniobras de evasión’

Pedro Mairal posa para ICON en un pasillo del hotel 7 Islas de Madrid con la máscara puesta. “Yo nunca me visto así, pero hoy vengo vestido de escritor”, reconoce.
Pedro Mairal posa para ICON en un pasillo del hotel 7 Islas de Madrid con la máscara puesta. “Yo nunca me visto así, pero hoy vengo vestido de escritor”, reconoce.Foto: Antón Goiri
Aitor Marín

Malas noticias. Tras el éxito de La uruguaya, Pedro Mairal se ha alejado de la novela. Lo cuenta en Maniobras de evasión (Libros del Asteroide), un conjunto de relatos y reportajes para el que, a la hora de darle forma, ha contado con la ayuda de la periodista Leila Guerriero. “Sin Leila hubiera podido escribirlo pero no ordenarlo. Además, me hizo escribir sobre temas que yo estaba evadiendo y que son centrales en el libro”, explica el escritor (Buenos Aires, 1970) al comienzo de una charla que, poco a poco, va cogiendo carrerilla. A ver cómo la organizamos aquí sin ayuda. Leila nunca está cuando se la necesita.

"El sexo comercial son polvos buenos. A mí me gusta más hablar sobre polvos malos. Los polvos malos son lo que nos salió, la distancia entre el deseo y la 'performance"

Maniobras de evasión es en parte una carta de amor al lenguaje. Me gusta mucho esa idea de la carta de amor al lenguaje, me parece que hay entrega por completo a la palabra. Hay una apuesta ahí, ¿no? Una apuesta de… considerar real al lenguaje. El lenguaje no es un fantasma, lo que queda en un libro no es un fantasma o un holograma, es la cosa en sí. En el mejor de los casos va a ser más real que la realidad, porque la realidad [chasquea los dedos] ya se fue, no existe más. Pero ahí quedó retratado esto en palabras y yo considero eso real. Esa es la apuesta, ¿no?

Algunos de los capítulos, como uno dedicado al culo de una arquitecta, pueden chocar hoy. ¿No ha tenido dudas a la hora de incluirlos? Esos textos corresponden a un paradigma anterior. Hoy no los hubiera escrito, pero espero que de algún modo los rediman el humor y la poesía. Yo, con este nuevo paradigma, estoy escuchando, sobre todo, aprendiendo, aprendiendo a visualizar cosas que eran invisibles para mí, como privilegios y un montón de cosas que les suceden a los hombres, que no se dan cuenta, que van por la vida pensando que todo debe ser así. Me parece que es el momento de callarse un poco la boca y escuchar lo que tienen que decir las mujeres al respecto.

El sexo es una constante en sus libros. ¿Es una estrategia comercial? El sexo comercial son polvos buenos. A mí me gusta más hablar sobre polvos malos. Los polvos malos son lo que nos salió, la distancia entre el deseo y la performance. Eso siempre funciona literariamente. Y hay momentos muy ridículos en la aproximación al sexo. En ese sentido, me interesa mostrar la ridiculez en la que se meten los hombres por deseo.

"Todos estamos construyendo nuestra identidad a través de las redes sociales y creo que hay que escribir lo que no sale ahí, lo que no te animas a mostrar en Instagram o en Facebook"

¿Es mi interpretación o hay algo de complejo del impostor en el libro? Me interesa mucho la impostura de los roles que cada uno desarrolla, ponerme en duda todo el tiempo. Eso provoca mucha identificación, mucha empatía. Digamos que a todos se nos transparenta un poco la máscara. Y esta máscara del escritor me causa gracia. Me gusta deconstruir un poco eso, desarmarlo, ponerlo un poco en duda. Creo que es una manera de mirar mejor, con rayos X, desnudar un poco la pose. Todos estamos construyendo nuestra identidad a través de las redes sociales y creo que hay que escribir lo que no sale ahí, lo que no te animas a mostrar en Instagram o en Facebook. Eso es la literatura. Si puedes ir ahí, eso es algo que le va a interesar al lector porque es justamente el costado vulnerable, el culo de Facebook sería.

También se despacha a gusto sobre la versión cinematográfica de su primer libro, Una noche con Sabrina Love. De algún modo ser un autor no conforme con la versión cinematográfica de su libro me parece un privilegio. Al final del día uno puede sentirse un poco herido en el amor propio del que inventó una historia y se la tergiversaron, pero está bien que sea así. El cine tiene que tergiversar tu historia, es inevitable, porque hay un paso de un lenguaje verbal a un lenguaje visual.

Ya que estamos con críticas, ¿cómo se lleva usted con la crítica? Yo no sé cómo hablar sobre un libro mío hasta no leer algunas críticas porque trabajo de un modo un poquito sonámbulo. Escribo esa historia y después la gente me explica qué es lo que hice simbólicamente, metafóricamente, a veces cómo se entronca eso con una coyuntura social, de época, política. Trabajo de un modo menos consciente, por eso me interesa, sobre todo al principio, leer qué dicen, cómo lo lee la gente.

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Sobre la firma

Aitor Marín
Es redactor de EL PAÍS. Antes ejerció cargos de diversa responsabilidad en Man, Interviú, Maxim y Quo, entre otras publicaciones. Se licenció en Periodismo por la Universidad de Navarra. Escribe a veces de cómics porque le hubiera gustado dibujar. Además, es autor de la novela Conspiración Vermú (Suma de Letras).

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