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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Natalidad bajo mínimos

Si no mejoran las condiciones económicas y sociales, no hay que esperar un cambio de tendencia

Cunas de bebé en el Hospital Clínico de Barcelona.
Cunas de bebé en el Hospital Clínico de Barcelona.Carmen Secanella (EFE)

Tener una de las mayores esperanzas de vida al mismo tiempo que una de las tasas de fecundidad más bajas del mundo es la combinación perfecta para desencadenar una crisis demográfica. De mantenerse la tendencia actual, en 2050 habrá en España seis jubilados por cada diez trabajadores activos, en lugar de los tres que hay ahora. Eso significa que, de no mediar la entrada de contingentes importantes de inmigrantes, será muy difícil obtener los ingresos públicos necesarios para sostener las pensiones. Según las previsiones del Instituto Nacional de Estadística, en 2050 el Estado deberá destinar a esas prestaciones 300.000 millones de euros frente a los 140.000 millones actuales.

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Diversos factores estructurales confluyen en la tormenta demográfica. A la reducción del número de mujeres en edad de procrear se unen las secuelas persistentes de la crisis económica. La precariedad laboral, la caída de los salarios, el elevado coste de la vivienda y la falta de ayudas a la crianza impiden que los jóvenes puedan emanciparse y formar una familia. Se emancipan unos diez años más tarde que en los países nórdicos y también consiguen más tarde su primer empleo y un salario suficiente para vivir. El resultado es una caída de la natalidad de casi un 30% en apenas una década. Hemos pasado de 519.000 nacimientos en 2008 a 369.000 en 2018. Ello ha dado lugar a un saldo vegetativo negativo, con 56.000 muertes más que nacimientos en 2018.

No va a ser fácil revertir un cuadro tan adverso. La edad media del primer hijo está ya en 31 años, cuando en 1980 las mujeres lo tenían a los 24,8 años de promedio. El número de hijos por mujer también ha caído: de 2,8 hijos de media en los años setenta hemos pasado a 1,2, cuando la tasa necesaria para mantener la población es de 2,1. Una parte de este fenómeno se debe a cambios sociológicos y culturales profundos que afectan a la vida de las mujeres, pero lo determinante es la falta de condiciones para procrear. Lo demuestra el hecho de que la mitad de las mujeres de 18 a 55 años querría tener dos hijos, pero muchas de ellas no pueden cumplir su deseo.

Si no mejoran las condiciones económicas y sociales, no hay que esperar un cambio de tendencia. Abordar la crisis demográfica requerirá políticas públicas contundentes y un enfoque multifactorial. Desde medidas para garantizar la conciliación laboral y familiar hasta la escolarización universal de 0 a 3 años. Ahora solo el 62% de los niños va a la guardería y muchas mujeres aceptan trabajos a tiempo parcial y mal remunerados para poder afrontar la crianza. Si convertimos la maternidad en un esfuerzo heroico y una carrera de obstáculos, no debe sorprendernos que tantas mujeres renuncien a ella, lo cual, además de injusto para las parejas que quieren tener hijos, conduce al suicidio económico del país.

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