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EL ACENTO
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

La isla noruega entre Kortatu y Armando Manzanero

Hay lujos que solo se pueden dar los ricos. Vivir sin horario es uno de ellos

Jorge Marirrodriga
La isla de Sommar con su interminable día.
La isla de Sommar con su interminable día.Getty

Hay lujos que solo se los pueden permitir los ricos, escrito esto sin ánimo de ofender ni a los ricos, ni a los pobres, ni a los demás. Relata el blog Mundo Global que los 300 habitantes de la isla noruega de Sommar “quieren prescindir de los relojes porque los consideran innecesarios”. Como tienen 65 días seguidos de luz —y en invierno otros 65 de total oscuridad— dicen que el horario es un engorro.

Los vecinos han votado anularlo y que cada uno haga lo que quiera cuando le apetezca. Esto lo llevamos haciendo toda la vida en España en verano sin tanta alharaca. Lo de anular la hora mediante referéndum recuerda a una canción de Kortatu que decía: “La asamblea de majaras se ha reunido y ha decidido: mañana sol y buen tiempo”, escrito esto sin voluntad de ofender a ni a las asambleas ni a los que votan.

Medir el paso del tiempo nos distingue de los animales y de hecho se considera uno de los grandes logros en el proceso de civilización, escrito esto sin animo de ofender ni a los animales ni a los que consideran que esta diferencia no es buena. Distinguir el día de la noche es biológico, pero dividir ambos en fracciones precisas no es moco de pavo y los humanos lo hemos logrado apenas hace 10 minutos en términos históricos.

Pero claro, nunca llueve a gusto de todos y en Sommar han pensado que si a las dos de la madrugada los niños están jugando al fúbol resulta más práctico decirles que tengan cuidado con el sol que mandarlos a la cama. Estas cosas solo pasan en Noruega, escrito esto sin ánimo de ofender a los noruegos. La medida plantea algunos problemas. Por ejemplo, ¿cuándo abren los bares? Pueden optar por tres opciones: la española —siempre—, la mexicana —“ahorita mismo”, es decir, en media hora— o la adolescente —“ahora voy”, lo que significa que en dos horas. O nunca—-. Eso sí, deben tener cuidado los de Sommar, no sea que les acusen de apropiación cultural.

La votación es un buen ejemplo de lo que sucede en nuestro mundo desde Descartes. ¿Quién manda más? ¿El individuo o la realidad? Podemos cancelar la división del tiempo pero no podemos anularlo. Armando Manzanero lo cantaba más tranquilo que Kortatu: “Reloj no marques las horas”. Pero ahí seguía el invento con su tictac. En Noruega han escuchado poco a Manzanero. Sin ánimo de ofender.

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Sobre la firma

Jorge Marirrodriga
Doctor en Comunicación por la Universidad San Pablo CEU y licenciado en Periodismo por la Universidad de Navarra. Tras ejercer en Italia y Bélgica en 1996 se incorporó a EL PAÍS. Ha sido enviado especial a Kosovo, Gaza, Irak y Afganistán. Entre 2004 y 2008 fue corresponsal en Buenos Aires. Desde 2014 es editorialista especializado internacional.

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