Déjame envenenarme tranquilo
Nada puede hacernos más daño como país que asumir que los cambios tras unas elecciones se llevan por delante los consensos sobre derechos civiles, salud pública o seguridad
Trabajé muchos años en RTVE y viví épocas en las que un cambio de Gobierno suponía el relevo de directivos y secretarias, redactores y conserjes. Nada ha hecho más daño a las empresas públicas que la falta de expectativas de carreras profesionales cuyo progreso dependía de razones ajenas a la eficiencia o el talento. Nada puede hacernos más daño como país que asumir que los cambios tras unas elecciones se llevan por delante los consensos sobre derechos civiles, salud pública o seguridad. Todos los Gobiernos, de todos los signos y administraciones, han tenido la tentación de resetear el país. No hablo de acometer tareas pendientes, no. Borrón y cuenta nueva como la que parece preanunciar el nuevo alcalde de la capital al inutilizar Madrid Central por la vía de suprimir las multas.
En el año 2013 el Gobierno de Rajoy suprimió la asignatura de Educación para la Ciudadanía, que pretendía enseñar valores democráticos y constitucionales, por las leves referencias que incluía al respeto a la diversidad afectivo-sexual. 2013. Estábamos en puertas de que el arreón independentista catalán convirtiera a todos los españoles en catedráticos improvisados del texto de 1978, y de escuchar lamentos por todas las esquinas sobre la escasa pedagogía constitucional que se había hecho en nuestro país.
Es legendaria la declaración de Aznar cuando en 2007 y en plena campaña de la Dirección General de Tráfico de sensibilización contra las imprudencias en la carretera del Gobierno de Zapatero, dijo: “¿Quién te ha dicho a ti las copas de vino que yo tengo o no tengo que beber? Déjame que las beba tranquilo mientras no ponga en riesgo a nadie ni haga daño a nadie”. Cuánto darían algunos por poder suprimir de YouTube aquellas palabras del expresidente del Gobierno.
Para combatir la contaminación en las grandes ciudades no hay un único camino y el debate está muy vivo. Pero cuesta encontrar un experto que no defienda la restricción del tráfico en el centro. La directiva europea contra la polución es del año 2010. Pocas bromas podrá hacer el tripartito madrileño con este asunto. Si suprime Madrid Central, tendrá que presentar otro plan y acreditar que funciona ante las instituciones comunitarias. Salvo que se planten ante la Comisión y le digan: “¿Quién te ha dicho a ti la calidad del aire que yo tengo o no tengo que respirar? Déjame envenenarme tranquilo”.
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