Las mentiras del presidente
Abandona la portavoz de la Casa Blanca que ha llevado las relaciones con la prensa a sus niveles más bajos
Nadie echará de menos sus increíbles conferencias de prensa. Sarah Sanders ha anunciado su dimisión como portavoz de la Casa Blanca apenas dos años después de que sustituyera al vilipendiado Sean Spicer. Intentar explicar de forma racional las actuaciones de un presidente tan errático como Donald Trump no es fácil. Tampoco ser portavoz de un mandatario que prefiere comunicarse a través de Twitter y que es capaz de provocar un incendio diplomático mundial en una madrugada insomne. Pero ella ni siquiera lo intentó.
Lo que hasta la llegada de Trump era uno de los rituales más respetados de la Casa Blanca, el contacto diario con los periodistas, se fue degradando hasta convertirse en una caricatura. Las relaciones entre el poder y la prensa nunca han sido fáciles. Pero en una democracia de calidad, los dirigentes políticos aceptan el papel de la prensa como vigilante del poder. Donald Trump ha dedicado gran parte de sus esfuerzos a denigrarla. Pertenece a esa nueva hornada de políticos que no solo recurren a la mentira cuando les conviene, sino que reivindican su derecho a hacerlo.
El momento culminante de esa nueva visión fue cuando Kellyanne Conway, su asesora de prensa, salió en defensa de Sean Spicer después de que este afirmara que la investidura de Donald Trump había sido la más concurrida de la historia de EE UU pese a que los registros fotográficos mostraban sin lugar a dudas que la asistencia a la de Barack Obama había sido muy superior. Para Conway, Spicer no había mentido. Simplemente había ofrecido “hechos alternativos”. Con esta improvisada definición, Conway estaba dando una de las claves del corrosivo fenómeno de la posverdad. Ya no se trataba solo de afirmar que puede haber dos percepciones, dos o más versiones de un mismo hecho, sino que los hechos se pueden falsear a conveniencia.
También Sanders mintió y en su despedida se ha congratulado de haber cumplido lo que consideraba su principal misión: “Facilitar el contacto del pueblo con el presidente”. Si el presidente puede comunicarse directamente por Twitter con el pueblo, ¿para qué se necesitan periódicos o portavoces? ¿Para qué seguir soportando a esos incómodos, incordiantes, preguntones periodistas que no solo se empeñan en atenerse a los hechos, sino que además llevan una cuenta de las mentiras del presidente?
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