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Columna
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Colau y Valls, SA

Se dejan la piel porque no se juegan la de otros, sino la suya

Víctor Lapuente
Manuel Valls y Ada Colau durante el debate electoral de los candidatos a la alcaldía de Barcelona, el pasado 21 de mayo.
Manuel Valls y Ada Colau durante el debate electoral de los candidatos a la alcaldía de Barcelona, el pasado 21 de mayo.Albert Garcia (EL PAÍS)

La política es un mercado. Y no es un reproche, sino un halago. La competencia, al votar o al comprar frutas y verduras, beneficia a los consumidores. La alternativa al mercado, en la economía y en la política, es el oligopolio o el monopolio; la dictadura de los privilegiados. Democracia y capitalismo, por más que duela a muchos idealistas, comparten el mismo principio rector: la pelea justa por el favor de los clientes. Y los mismos enemigos: los holgazanes, políticos o corporativos, que quieren mantener sus prebendas sin esforzarse.

Por eso, es un error reprochar a Ada Colau “estar dispuesta a todo”, incluso pactar con Manuel Valls, para conservar la alcaldía de Barcelona. Para agarrarse al sillón. Es legítimo, y ético, que Colau intente gobernar con quien sea. Porque que ella busque el poder es la única forma de que sus votantes encuentren las políticas que desean.

Colau y Valls comparten una característica que los distingue de los demás políticos del consistorio: son emprendedores. El resto son trabajadores de sus partidos, asalariados que deben su posición, y su carrera futura, a lo que decidan los directivos en sus sedes. Colau y Valls son autónomos, o pequeños empresarios, que se deben exclusivamente a sus clientes, a los barceloneses que les votaron. A quienes eligieron Barcelona en Comú para mantener programas sociales, como el proyecto de vigías contra la soledad, o BCN Canvi-Cs para proyectar internacionalmente la ciudad.

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Colau y Valls no pueden defraudar a sus votantes porque es lo único que tienen para sobrevivir. La cuenta de resultados de sus restaurantes depende de tener comensales. No son empleados de una cadena que prefiere subir los precios y estratégicamente perder clientes en un lugar, para ganarlos en otro.

Colau y Valls no desean el poder más que otros políticos, a los que se está pintando como seres puros, movidos solo por la ideología. Estos simplemente responden a los intereses de sus jefes. Colau y Valls, a los de sus votantes directos. A diferencia de los concejales de, por ejemplo, ERC o PSC, no tienen colchones de seguridad en otras instituciones. Eso asusta, pero da libertad. Y es la base de la innovación, empresarial o política.

Colau y Valls trabajan más que nadie para dar con una solución creativa a la gobernabilidad de Barcelona. Se dejan la piel porque no se juegan la de otros, sino la suya. @VictorLapuente

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