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¿Por qué ha desaparecido el sexo en ‘Juego de tronos’?

Fue una de las señas de identidad de la serie, utilizado muchas veces de forma gratuita. Pero ahora el puritanismo se ha afianzado

Daenerys Targaryen y Jon Snow en una de las escenas del tramo fimal de 'Juego de tronos'. En vídeo, el trailer del último episodio de la serie.Vídeo: HBO

Cuando al actor Ian McShane se le escapó un spoiler de Juego de tronos no entendió el cabreo de los fans. “Salid a la calle, compraos una puta vida. Son solo tetas y dragones”, escribió el intérprete inglés. Pero por lo visto McShane no va al día con la serie, porque conforme han ido desapareciendo los dragones (y los Lannister han ido dejando de ser rubios) también se han esfumado los pechos. En la primera temporada hubo 33 desnudos, en la octava llevamos dos (y solo falta un capítulo). El invierno ha llegado a Poniente y sus habitantes se han puesto más capas de ropa, pero ¿a qué viene este ataque de pudor?

En los 72 episodios de 'Juego de tronos' hemos visto 125 mujeres desnudas (todas ellas delgadas) y solo 24 hombres. En el fondo sería Shakespeare, pero en la forma era Pajares y Esteso

Desde que en el primer episodio Bran Stark pilló a Jaime Lannister haciendo el amor con su hermana melliza Cersei, Juego de tronos dejó claro que su erotismo sería más depravado que el de sus coetáneas Roma, Los Tudor o True Blood: el norte recuerda, los Lannister siempre pagan sus deudas y cualquier agujero es trinchera. HBO siempre había incluido sexo y violencia explícitos en sus series (las violaciones en la cárcel de Oz, los desastrosos polvos de Sexo en Nueva York, las reuniones de mafiosos de Los Soprano en un club de striptease) sencillamente porque podía.

“En los setenta, los productores de cine sabían que tenían que darle al público algo que no pudiese encontrar en televisión”, analiza en The Guardian el historiador de cine Matthew Sweet. Y añade: “Así que solían incluir desnudos y violencia en la primera escena. Cabría esperar que HBO se liberase de esos dictados, pero no es así: ofrecen algo que no existe en la televisión generalista. Puede que sea alta cultura, pero busca escandalizarte igual que aquel cine de serie b de los setenta”. Cuando se estrenó, en 2011, muchos espectadores se tomaron Juego de tronos como una versión porno de El señor de los anillos.

El programa de humor Saturday Night Live parodió la serie con un sketch ambientado en su sala de guionistas, asesorada por un adolescente salido. En un episodio de la gamberra serie animaba South park titulado Canción de culo y fuego, un personaje le preguntaba al autor de las novelas, George R. R. Martin, el desenlace de la saga y este le garantizaba que “estará lleno de penes”.

El actor Jason Momoa (que interpretó en la serie a Khal Drogo) dijo, bromeando, que su personaje pasaba más tiempo desnudo que hablando. Stephen Dillane (Stannis Baratheon) confesó que no le convencía “esa estética de peli porno alemana de los setenta”. “De haberla adaptado al cine, su elevado presupuesto habría requerido una calificación apta para menores. Y eso significa nada de sexo, nada de sangre, nada de palabrotas...", aclaró el creador de la serie, David Benioff.

Las excusas de David Benioff, ceador de la serie, aclarando que él considera aquella escena de sexo entre Jaime y Cersei era consensuado, perpetuando la siniestra noción cultural de que “no” significa “sigue insistiendo”, solo incendiaron la controversia

La civilización que retrata Juego de tronos, aunque sus habitantes no se hayan percatado, está en pura fase de descomposición. Y la decadencia de los valores sumada a la anarquía legal de la guerra suele empujar a los seres humanos al vicio. Lo que sí resulta cuestionable es lo que la cámara decidía mostrar y lo que no: en teoría, hombres y mujeres deberían desnudarse por igual para abandonarse al fornicio. Sin embargo, en los 72 episodios de Juego de tronos hemos visto 125 mujeres desnudas (todas ellas delgadas y con el pubis mucho más depilado de lo que cabría esperar) y solo 24 hombres. En el fondo sería Shakespeare, pero en la forma era Pajares y Esteso.

La crítica especializada llegó a acuñar el término “sexposición” para definir escenas en las que un personaje se enredaba en un monólogo informativo mientras varias extras correteaban desnudas en segundo plano: Meñique explicando su pasado con Catelyn Stark mientras dos prostitutas se enrollan de fondo, Bronn preparando la estrategia de la batalla de Aguasnegras usando a una prostituta como reposabrazos o Viserys Targaryen en la bañera contextualizándole el mito de los dragones a una prostituta que se excita con su narración. ¿Acaso no es una mujer cachonda ante un cuento de dragones la fantasía de cualquier friki?

También había, eso sí, polvos con sentido narrativo. Alfie Allen (Theon Greyjoy), el único protagonista en mostrar su pene (y ya sabemos cómo acabó eso), describía sus múltiples escenas sexuales como “las únicas en las que Theon tiene poder y autoridad, a diferencia de en el resto de su vida”. Stannis y Melisandre practicando sexo sobre un mapa militar para concebir una sombra asesina; Jon Snow renunciando a su celibato con Igrid como en un ritual de desvirgamiento con los espectadores como testigos paganos, o Jeoffrey torturando hasta la muerte a una mujer con una ballesta. Todos tenían sentido en cuanto a que exponían una evolución en sus personajes. Al fin y al cabo, todo el lío que nos ha tenido en vilo durante nueve años empezó con una violación (de Rhaegar Targaryen a Lyanna Stark) que resultó ser amor verdadero y se complicó cuando un calentón llevó a Robb Stark a perder la cabeza por Talisa Maegyr.

Lejos queda ya el estilo de vida decandente de Tyrion en las primeras temporadas de la serie.
Lejos queda ya el estilo de vida decandente de Tyrion en las primeras temporadas de la serie.

En el episodio piloto, Khal Drogo violaba a Daenerys mientras ella lloraba ante un hermoso atardecer y nadie pareció inmutarse a pesar de que en los libros ese coito es consensuado. Pero cuando en 2014 Jaime violó a su hermana junto al cadáver de su hijo en común a pesar de las súplicas de ella (y cuando Cersei considera que algo es inmoral, es que absolutamente lo es) y un año después Ramsay Bolton violó a Sansa Stark en su noche de bodas las críticas condenaron la gratuidad de ambas escenas.

Para empezar, ninguna ocurría en las novelas, donde Cersei acepta ese polvo sacrílego y Bolton nunca se casa con Stark. Las excusas de David Benioff, uno de los creadores de la serie, aclarando  que él considera que el sexo entre Jaime y Cersei era consensuado, perpetuando la siniestra noción cultural de que “no” significa “sigue insistiendo”, solo incendiaron la controversia. Lo más criticable era que narrativamente resultaban innecesarias: los hermanos Lannister no han vuelto a hablar sobre ello y su relación ha continuado con normalidad (más o menos), mientras que la violación nupcial no aportó ninguna información que no supiéramos sobre Ramsay, Sansa o Theon, en cuya expresión de angustia se centraba la cámara arrebatándole a Sansa siquiera la opción de protagonizar su propia tragedia.

“La violación y la violencia sexual han formado parte de todas las guerras, desde los Sumerios hasta la actualidad”, justificó a The New York Times George R. R. Martin, “omitirlas de un relato sobre la guerra y el poder sería falso y deshonesto. Y neutralizaría uno de los temas de los libros: que los verdaderos horrores de la historia humana no provienen de orcos ni de caballeros oscuros, sino de nosotros mismos”. Sin embargo, ni el guion ni la dirección (solo cuatro episodios en toda la serie han sido dirigidos por mujeres) supieron justificar esas escenas, convirtiéndolas en explotación, en reclamo y en escándalos gratuitos.

Ahora el sexo es solo una recompensa para los personajes y, por extensión, para el espectador. Y como todo el mundo está enganchado, ya no hace falta atraer a la audiencia con desnudos

Aquella violación de Khal Drogo sí tenía consecuencias narrativas: Daenerys aprendía después artes amatorias (con ayuda de una prostituta, ofreciendo así una ración de erotismo lésbico), el segundo encuentro sexual exigía hacerlo por delante para mirarse a los ojos y en el tercero se ponía encima como símbolo de la subversión del poder en esa alianza romántico-estratégica. Daenerys acababa la temporada desnuda, sí, pero ahora su cuerpo era un ente sobrenatural que había parido tres dragones en medio de una hoguera. Para cuando se acostó con Jon Snow al final de la temporada 7, la cámara se recreó en el culo de él.

Puede que Juego de tronos esté ambientada en un mundo anárquico con sus propias reglas (o, mejor dicho, con una ausencia total de ellas), pero está escrita en este mundo. En concreto, 70 capítulos escritos por hombres y tres por mujeres. Y este mundo, el nuestro, se vio sacudido entre la temporada 6 y la 7 por el #MeToo, una sensibilización colectiva ante la violencia sexual contra la mujer y una conversación social que se notó en las estadísticas: la sexta temporada incluyó 22 desnudos (20 de ellos femeninos) y la séptima solo seis, tres de ellos masculinos.

Y así fue como la paridad llegó a Poniente. HBO incluso contrató a una “coordinadora de intimidad”, Alicia Rodis, que supervisa los rodajes de escenas sexuales en las series de la cadena para proteger a las actrices física (les facilita agua, rodilleras o lubricante), social (comunica al director si la actriz está incómoda) y profesionalmente (negocia en su nombre lo que ella está y no está dispuesta a hacer).

Ian McShane y Halle Berry el pasado 15 de mayo en la presentación en Hollywood de la película 'John Wick: Capítulo 3 - Parabellum'. McShane, protagonista de la serie de HBO 'Deadwood' criticó a 'Juego de tronos' (también de HBO) y provocó el enfado de los seguidores de la serie que ahora termina.
Ian McShane y Halle Berry el pasado 15 de mayo en la presentación en Hollywood de la película 'John Wick: Capítulo 3 - Parabellum'. McShane, protagonista de la serie de HBO 'Deadwood' criticó a 'Juego de tronos' (también de HBO) y provocó el enfado de los seguidores de la serie que ahora termina.Foto: Getty

Esta última temporada ha tenido tres coitos: Jaime y Brienne (rodado como una novela rosa de Corín Tellado), Arya y Gendry (que, a pesar de que la actriz tiene 21 años, muchos consideraron perturbador al sentir como si estuvieran viendo a su hermana pequeña perder la virginidad) y el único en el que se ha visto carne: Bronn con dos prostitutas, quizá un guiño al libertinaje mamario de las primeras temporadas, frustrado por la aparición de Tyrion. Porque, al igual que ha ocurrido en la serie, parece que en Poniente ya no está bien visto revolcarse a gusto. Ahora el sexo es solo una recompensa para los personajes y, por extensión, para el espectador. Y como todo el mundo está enganchado, ya no hace falta atraer a la audiencia con desnudos.

Juego de tronos ha pasado de ser una serie emitida por un canal sin tabúes al producto cultural más masivo de la década. Y eso solo significa volverse conservador tanto en los diálogos (que se han vuelto más simples, quizá temerosos de resultar demasiado densos) como en la violencia (el plano de la decapitación de Misandei habría sido mucho más cruento de haberse rodado en las primeras temporadas) y en el sexo (Tyrion lleva sin practicar sexo desde que se volvió honrado).

Y al transformarse en un fenómeno para las masas, Juego de tronos se ha ido acercando a Disney. En las películas de Marvel, el canon de la cultura popular actual, los superhéroes no tienen ningún tipo de instinto sexual: el amor de Capitán América por la agente Carter es puro y Tony Stark solo era promiscuo al principio de Iron Man para representar su estilo de vida decadente, al igual que Tyrion en las primeras dos temporadas. Según fue asumiendo su rol de héroe, Tony Stark se replegó en una relación monógama y asexuada con su asistente. Juego de tronos se estrenó en un mundo diferente del que ahora la ve terminar y, sencillamente, se ha quedado sin excusas para sacar pechos sin venir a cuento.

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