_
_
_
_

Luces, cámara y… ¡quietos!

Las universidades, sobre todo los grandes centros estadounidenses, buscan controlar la imagen que sus campus proyectan en las series y en el cine

Miguel Ángel García Vega
La película 'La sonrisa de Mona Lisa', sobre jóvenes unversitarias en el EE UU de los años cincuenta del siglo pasado.
La película 'La sonrisa de Mona Lisa', sobre jóvenes unversitarias en el EE UU de los años cincuenta del siglo pasado. Alamy

Muchas veces, el cine es una distorsión contada en miles de fotogramas. Estados Unidos, en particular, ha utilizado ese arte y las series para escribir su historia. Hechos que se han contado a través de un relato directamente falso o muy suavizado de la realidad. Parece existir cierto recelo en la democracia liberal más avanzada del planeta a mirar dentro de sí misma. "El permiso para efectuar entrevistas, grabar imágenes o tomar fotos puede ser revocado en cualquier momento si esas acciones se consideran perjudiciales para los estudiantes, la plantilla o los visitantes", se lee en la web de la Universidad de Cornell, que en este momento no tiene ningún rodaje. Trazas de todas estas inseguridades llegan a la imagen que, sobre todo, las grandes universidades (agrupadas en la selecta Ivy League: Dartmouth, Princeton, Cornell, Yale, Columbia, Brown, la Universidad de Pensilvania y Harvard) ofrecen en las series y el séptimo arte.

Harvard representa el perfil preciso de la élite y la excelencia. Sentarse un año (2018-2019) en sus pupitres cuesta, según la consultora Kittleman & Associates, 50.420 dólares (45.100 euros). Pedir permiso para rodar en su campus no tiene precio. Desde 1970 —cuando la filmación de Love Story causó daños en las instalaciones— se ha accedido muy pocas veces. Quiere proteger la intimidad y la vida tranquila de los alumnos de un centro que ha dado unos 130 premios Nobel, más de 60 multimillonarios y ocho presidentes de Estados Unidos. "No es parte de nuestra misión educativa. Resulta disruptivo", contaba en The New York Times un portavoz de la universidad.

Sin embargo, a lo largo del tiempo ha hecho excepciones. Una de esas rarezas es El indomable Will Hunting, una película de 1997 dirigida por Gus Van Sant que ganó el Oscar al mejor guion (Matt Damon y Ben Affleck) gracias a diálogos que atraviesan la memoria. Años más tarde (2010), la universidad accederá a que, al menos, aparezca la fachada de su edificio principal en La red social. El turbulento relato de la creación de Facebook por Mark Zuckerberg y sus, entonces, amigos. "Tal vez la única vez en la que una película profundiza en la imagen real de la Ivy League y, en particular, de Harvard. La competitividad, la élite, las diferencias sociales; la búsqueda de lo que ellos entienden por éxito está ahí", apostilla Álex Fernández de Castro, profesor de cine, arte e historia de España en Esade.

Rutinas inalterables

Pues, en general, las universidades son muy celosas de la imagen que trasladan a un medio con esa capacidad de reescribir la historia. Pueden permitir filmar, pero muchas prohíben ser citadas. Resulta impensable que, por ejemplo, Princeton, Cornell o Brown den permiso para rodar en sus instalaciones si sienten el más mínimo riesgo de alterar su rutina. "Nosotros permitimos filmar en contadas ocasiones", explica Brian E. Clark, director de noticias de la Universidad de Brown. "Solo si resulta muy evidente que no perturbará las actividades del centro ni pondrá en peligro la privacidad de los miembros del campus".

Porque la industria busca no solo la arquitectura, sino, además, el prestigio. La Universidad de Columbia (59.430 dólares), responsable de los Pulitzer, y en cuyo campus han trabajado más de un centenar de premios Nobel, defiende una política algo más laxa. La saga de Spiderman, la película original de Los cazafantasmas o La sonrisa de Mona Lisa (2003) han utilizado sus instalaciones. "La universidad solo permite los rodajes de equipos comerciales por contrato y con un acuerdo de que la producción tendrá un impacto mínimo en la comunidad educativa. No consentimos la interrupción de las clases. Pero tampoco supervisamos los personajes, los contenidos o la trama de los guiones", aclara Eve Glasberg, responsable de comunicación de Arte y Humanidades de Columbia.

Otra de estas universidades del privilegio, su año académico cuesta 47.140 dólares, es Princeton (Nueva Jersey). El cine la ha retratado en The Happening (2008), Transformers: Revenge of the Fallen (2009) o Admission (2013). Pero, quizá, ninguna visión tan lúcida como Una mente maravillosa (2001). La cinta, ganadora de cuatro premios Oscar, recrea la vida del premio Nobel John Forbes Nash (1928-2015), quien vivió en ese callejón en llamas que se esconde entre la genialidad y la locura.

En la mitología estadounidense, esos años de college (universidad) deberían ser los mejores de la existencia. La importancia de este relato y su mito se reafirma en el gran número de películas y series situadas en estos espacios que produce la industria. Campus verdes, bibliotecas tranquilas y cafeterías repletas de gente joven. Aunque sobre la luz cae también la oscuridad. Fiestas, alcohol, drogas, promiscuidad. Ninguna facultad, claro, quiere reflejarse ahí. Nadie quiere ser Desmadre a la americana (1978), filmado en la Universidad de Oregón. Todo lo contrario. La serie The Quad, que transcurría en una ficticia Georgia A&M University, y que sobrevivió dos temporadas (2017-2018), contaba la vida en una de las facultades y universidades históricamente negras de Estados Unidos (HBCU, por sus siglas en inglés). Una narración de desenfreno. William Harvey, durante años presidente de la Universidad de Hampton (Virginia), escribió una carta abierta a Debra Lee, responsable de BET (Black Entertainment Television), la cadena propietaria de The Quad, y se quejó de la "representación falsa" que proponía de la vida en una HBCU e incluso lo comparó con las fake news.

¿Quién lo duda? La imagen que devuelven a la sociedad es un asunto de enorme sensibilidad. De ella dependerá la asistencia de alumnos y, sobre todo, la captación de fondos de mecenas privados. La Atlanta University Center (AUC), un consorcio de facultades históricamente negras, tiene unos lazos con Hollywood que discurren tan profundos como las aguas del río Chattahoochee. En las últimas tres décadas, Spelman College, Clark Atlanta University y Morehouse School of Medicine han sido los paisajes y también los protagonistas de muchas películas y series. Pensemos en Un mundo diferente (1997-1993), una secuela de La hora de Bill Cosby. El centro no revela las tarifas que cobra por rodar en sus instalaciones (dependen, por ejemplo, de si se filma en interiores o exteriores, la duración, el edificio concreto), pero su importancia y sus precios son crecientes. La ciudad ya es conocida como el Hollywood del sur. Y esa entrada de ingresos resulta bienvenida, ya que las facultades negras acogen a muchos estudiantes de entornos marginales.

La cadena HBO ha rodado en la Morehouse School of Medicine la serie The Immortal Life of Henrietta Lacks con Oprah Winfrey. Aunque el surco más profundo del recuerdo lo ha dejado Figuras ocultas (2016). La historia real de tres mujeres negras que en los años de la carrera espacial pertenecieron al grupo (segregado) de las llamadas "calculadoras" de la NASA. Filmado en el Morehouse College es un relato de discriminación racial y sexismo. Las protagonistas son tres brillantes matemáticas, programadoras e ingenieras: Katherine Johnson, Dorothy Vaughan y Mary Jackson. Era el lugar perfecto para el rodaje. Sus edificios de ladrillo rojo de los años sesenta semejaban la sede original de la NASA en Hampton (Virginia). "Están bien conservados y el campus es perfecto para filmar sus rincones y pasajes", comenta Wes Hagan, director de localización de la película en el periódico Los Angeles Times. Las grandes universidades quieren transmitir el mensaje de que sus laboratorios, bibliotecas, claustros y clases son lugares donde gira el mundo con un porqué; donde cambia el planeta sostenido por el sueño de la razón.

En el Viejo Continente, Inglaterra se ha convertido en un plató rodeado de agua. La Universidad de Oxford lleva décadas viviendo su particular noche americana. Hay 38 centros (cada uno con sus propias tarifas por rodaje) y ha sido el set de algunas de las mejores series de televisión de la historia. "¿Dónde podremos escondernos durante el buen tiempo, nosotros, los huérfanos de la tormenta?" Es una de las brillantes líneas de Retorno a Brideshead, la novela de 1945 de Evelyn Waugh que recorre los días felices que Charles Ryder, el personaje central, y su amigo, Sebastian Flyte, pasan juntos en Oxford. El relato se trasladó a una extraordinaria miniserie de 1981 y a una prescindible película en 2008. Pero Oxford es por sí mismo un personaje.

En la segunda universidad más antigua del mundo también se ha rodado la famosa saga de Harry Potter. Los cinéfilos pueden reconocer, por ejemplo, el New College o la Divinity School, que fue utilizada para crear la enfermería Hogwarts. Arquitecturas que mezclan lo profano y lo sagrado. Pero siempre espacios de sabiduría en su lucha contra el tiempo. "Algunas películas y series muestran a Oxford como era hace un siglo. Una ciudad anticuada y soñolienta cuyos estudiantes procedían de entornos privilegiados", se queja Matt Pickles, portavoz del centro. "La realidad de la universidad hoy es que tenemos una gran diversidad de alumnos y especialidades. Nuestros investigadores lideran campos de vanguardia como la inteligencia artificial, la genómica o las enfermedades tropicales. Esperemos que en el futuro alguna película también muestre esta mirada moderna y dinámica". De hecho, su otro lado a través del espejo, la Universidad de Cambridge, comparte esos mismos materiales y los narra mientras giran las bobinas de celuloide. La teoría del todo (2014) es igual que leer en braille la vida del célebre físico teórico Stephen Hawking (1942-2018). Una geografía mental y física rodada en el Saint John's College, el Kitchen Bridge y el río Cam. Y todo, pese a que Hawking fue estudiante en el Trinity Hall.

En España no existe un control tan férreo en la imagen que proyectan las universidades como en el mundo anglosajón. Hay sexo, muertes y violencia. "Me llamo Ángela; y me van a matar". La frase que pronuncia la actriz Ana Torrent mirando a la cámara y atada a una silla en la película Tesis (1995), de Alejandro Amenábar, es un excelente argumento de esa libertad. Rodada en la Facultad de Ciencias de la Información de la Universidad Complutense de Madrid, evidencia que en el cine que cuenta, las universidades no son decorados, sino espacios donde se interpreta la vida.

La importancia de llamarse George Lucas

Si existe una universidad cinéfila en la costa oeste de EE UU es la Universidad de California (USC). En los últimos 75 años se han rodado más de 70 películas y 85 series. Dustin Hoffman era seducido por la señora Robinson en El graduado (1967) y Tom Hanks reflexionaba, sentado en un banco (esta escena se rodó en Chippewa Square, Georgia), sobre la relación entre la vida y una caja de chocolates. Ya saben, Forrest Gump (1994). El centro cobra unos 600 dólares por hora de rodaje. Migajas frente a los grandes cheques. En los años noventa su escuela de cine tenía un déficit de seis millones de dólares. Lo solucionó un antiguo alumno, George Lucas. Donó 185 millones al campus y unió fuerzas con Steven Spielberg, pese a no haber estudiado allí. Fue rechazado tres veces por la universidad y terminó en las aulas de California State University.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

Miguel Ángel García Vega
Lleva unos 25 años escribiendo en EL PAÍS, actualmente para Cultura, Negocios, El País Semanal, Retina, Suplementos Especiales e Ideas. Sus textos han sido republicados por La Nación (Argentina), La Tercera (Chile) o Le Monde (Francia). Ha recibido, entre otros, los premios AECOC, Accenture, Antonio Moreno Espejo (CNMV) y Ciudad de Badajoz.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_