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Uno de los mayores peligros para la salud de los viajeros

La malaria puede ser grave para quienes viajan a zonas tropicales si no toman medidas preventivas o no son tratados adecuadamente en el menor tiempo posible

La mayor parte de los casos de malaria se dan en África subsahariana, pero también son endémicas zonas de Latinoamérica y Asia.
La mayor parte de los casos de malaria se dan en África subsahariana, pero también son endémicas zonas de Latinoamérica y Asia.PIXABAY
Pablo Linde
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Carlos, un joven estudiante de Derecho de Madrid, se levantó una mañana de sábado con una resaca que no guardaba proporción con la cantidad de alcohol que había ingerido la noche anterior. El dolor de cabeza era “terrible”. El domingo tuvo fiebre. El lunes la cefalea continuaba, pero su temperatura era normal. Y al día siguiente, volvió a subir. No sospechaba que se estaba manifestando en su cuerpo el parásito que causa la malaria, que debía de haberse introducido en su cuerpo a través de alguna picadura de mosquito ocho meses antes, cuando estuvo de viaje en Bombay.

El paludismo es “uno de los mayores peligros” para la salud de los viajeros, en palabras de Rogelio López-Vélez, jefe de Enfermedades Tropicales del Hospital Ramón y Cajal de Madrid. Existen medidas tanto para prevenirla como para tratarla, pero si no se hace puede complicarse, dejar secuelas e incluso costar la vida a quien la padece.

Una de estas medidas preventivas es el tratamiento profiláctico, un medicamento que se toma antes, durante y después de un viaje a zonas endémicas que resulta altamente eficaz para evitar enfermar. Carlos lo llevó consigo a Bombay pero, según reconoce, no fue constante: tomó las pastillas cuando se acordaba, algo que no sucedió todos los días de su periplo. Este es uno de los motivos por los que tardó tanto en manifestarse: el tratamiento afectó al ciclo del parásito, pero al no ser adecuado, no consiguió erradicarlo.

Este estudiante estuvo el pasado miércoles relatando su caso en un encuentro organizado por GSK en su sede central de Madrid con motivo del Día Internacional contra la Malaria, que se celebra cada 25 de abril. La farmacéutica alberga en sus instalaciones de Tres Cantos (Madrid) lo que es probablemente el centro más avanzado para el estudio de las enfermedades del mundo en desarrollo (DDW por sus siglas en inglés) de Europa.

España no aporta ni un euro para el Fondo Global de lucha contra la malaria desde el año 2011

López-Vélez apuntó en la charla los cuatro puntos fundamentales que un viajero que visite zonas de riesgo debería tener en cuenta. Lo más importante, en su opinión, es la educación y la información, que las personas sepan los síntomas (fiebres, dolor de cabeza, en ocasiones diarrea), su tratamiento, su forma de transmisión: los mosquitos. Con esto en mente, el segundo paso es evitar sus picaduras, en la medida de lo posible. Para ello se usan repelentes y mosquiteras en la cama, ya que la especie que transmite el paludismo se suele alimentar por las noches en las casas. En tercer lugar, el médico subrayó la quimioprofilaxis, es decir, el medicamento que se toma antes, durante y después el viaje. Por último, si esto no ha sido suficiente y se sospecha de estar infectado, aconseja visitar los centros de referencia en enfermedades tropicales que hay España, donde los profesionales “tienen los medios y los conocimientos adecuados para el tratamiento”.

En el caso de Carlos, tras un par de días de fiebres intermitentes, fue a una clínica, en la que ni se imaginaban que pudiera tener malaria. Cuando él mismo cayó en la cuenta, regresó sugiriendo que tal vez esta era la causa de su malestar, a lo que le contestaron que era imposible después de tantos meses. Y todo este retraso en el tratamiento agravó la dolencia. “Cuando fui a la unidad de enfermedades tropicales del Ramón y Cajal me dieron las pastillas adecuadas y enseguida comencé a mejorar”, resalta el estudiante.

Todos estos consejos son fáciles de seguir para los viajeros de países ricos. Pero, ¿qué sucede con quienes viven en las zonas endémicas? La gran mayoría de casos se concentra en el África subsahariana (en menor medida, también en Asia, Latinoamérica y algunas islas de Oceanía), donde una familia no siempre se puede permitir tomar estas medidas. “Una mosquitera impregnada de insecticida vale unos 50 dólares, y una familia puede tener unos ingresos mensuales de 30, no los va a gastar en eso, que ni siquiera protege a todos los miembros”, reflexionaba David del Campo, director de Cooperación Internacional de Save the Children. Lo mismo sucede con los tratamientos, que no siempre están cerca ni son de fácil acceso. “Muchas madres tienen que caminar 10 horas con el niño malo para llegar a un centro de salud donde se lo suministren”, apuntó.

Aunque en los últimos meses se han logrado importantes avances científicos contra la malaria, como una pastilla que acorta el tratamiento o una vacuna recién lanzada en fase de experimentación, Del Campo asegura que la medicina por sí sola no acabará con un mal social que afecta a los más vulnerables del planeta. Según los últimos datos de la Organización Mundial de la Salud, el paludismo mató a 435.000 personas en 2017, de las cuales dos tercios eran niños menores de cinco años. Por ello, reclamó cambios sociales y más fondos para cooperación internacional. España, que hace años fue el mayor donante al organismo multilateral que recauda dinero contra esta y otras pandemias globales (el Fondo Global), lleva desde 2011 sin aportar un solo euro.

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Sobre la firma

Pablo Linde
Escribe en EL PAÍS desde 2007 y está especializado en temas sanitarios y de salud. Ha cubierto la pandemia del coronavirus, escrito dos libros y ganado algunos premios en su área. Antes se dedicó varios años al periodismo local en Andalucía.

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