Doce pasajeros que no te gustaría encontrar en el avión
Volar es como la lotería: no sabes quién te tocará de compañero o compañera de asiento hasta que no lo tienes al lado
Unos calcetines con solera, ese niño tan extrovertido o ese maldito respaldo que se desploma sin avisar sobre los meniscos pueden convertir tu vuelo en un calvario o, como poco, poner a prueba tu paciencia y dotes diplomáticas.
1 El pasajero cariñoso
Cuando se duerme, acuna su cabeza sobre tu hombro o te achucha como si fueses un osito de peluche. Tienes dos opciones: despertarlo con dulzura o levantarte bruscamente del asiento. También puede ser el comienzo de una gran amistad.
2 El aerofóbico
Es ese señor (o señora) que llama a la azafata para pedirle un gintonic con Lexatin a las nueve de la mañana. Le sudan las manos, y cuando el avión despega deja de respirar. No permitas que te hable, el miedo a volar es contagioso.
3 El pasajero mofeta
Suele marcar su territorio quitándose los zapatos o aireando las axilas. Reza para que no te toque al lado en un vuelo largo. O pide que te sirvan un vino que maride con el queso fuerte.
4.- El ‘upgrader’
Pasajero de clase turista que, por un golpe de suerte (había plazas libres, las estrellas le fueron favorables y el personal de cabina se tiró el rollo), consigue sentarse en business. Rara avis, se le reconoce por su sonrisa beatífica de felicidad. Da mucha envidia.
5 El adolescente en viaje de estudios
Especie gregaria y ruidosa que se desplaza en grandes manadas por los aeropuertos siguiendo a un líder al que llaman “profe” o “seño”. El personal de cabina los adora.
6 El pasajero del asiento de delante
Su costumbre de reclinar el respaldo del asiento suele desembocar en violentas luchas territoriales con el pasajero de detrás, que además eres tú. Ante su incívica actitud, planeas pequeñas, mezquinas venganzas. Por ejemplo, empujar bruscamente el respaldo con las rodillas (esto funciona mejor si esperas a que se duerma o a que esté tomando café, y que conste que yo no lo hago).
7 El niño del asiento de atrás
Tan extrovertido, el angelito. Tan simpático. Si no para de darte la tabarra, pon una cara de ogro que dé mucho miedo, pero sin que se entere su mamá. O reza a san Herodes. También se lo puedes decir a la azafata, pero te llamará chivato.
8 El invasor
Te tocó el asiento de en medio. Y tus vecinos, diestro y siniestro, han tomado ya posesión de los reposabrazos. Ante esta desagradable situación, hay tres opciones: esconder los antebrazos entre las piernas; ejercer una presión leve, pero continua, hasta que uno de los dos retira el brazo o te da un codazo, o hacer, como de pasada, un comentario sobre “ese herpes tan contagioso” que te ha salido en las muñecas.
9 El usurpador
Al embarcar, descubres que el maletero encima de tu asiento ya está ocupado. Le puedes decir al pasajero usurpador que se vaya con la maleta a otra parte, armarte de paciencia y buscar otro sitio o hacerte un hueco a las malas, con la esperanza de que el otro lleve en el handbag la colección de cristal de bohemia de la abuela.
10 El pasajero charlatán
Especie muy peligrosa, sobre todo en vuelos de larga duración. Para defenderse de él, conviene seguir el consejo de William Hurt en su papel de escritor de guías en El turista accidental, de Lawrence Kasdan: “Lleve siempre consigo un libro para protegerse de los extraños”.
11 El ‘hooligan’
También conocido como hincha o fan, viaja en manada tras las verdes praderas donde once señores en calzoncillos corren detrás de una pelota en un ritual conocido como fútbol o balompié. Pueden volverse muy agresivos si les mientas a su equipo (sobre todo después de haber abrevado en el bar del aeropuerto).
12 El adulto ‘niño-mimado’
Maleducado y mandón, monta en cólera cuando se le amonesta por no apagar el móvil o por levantarse de su asiento durante los despegues y aterrizajes. Acostumbrado a dar órdenes, sus frases favoritas son: “Oye, tú” o “Tú no sabes con quién estás hablando”. Las azafatas le quieren tanto que se acuerdan a menudo de su mamá. Se conocen al menos tres subespecies: el ejecutivo déspota, el político con ínfulas y el famosillo con dos copas.
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