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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Fin del Califato

Derrotar una ideología requiere una acción coordinada multilateral que busque anular su capacidad de atracción

Combatientes del ISIS se entregan a las fuerzas kurdas en Baguz (Siria).
Combatientes del ISIS se entregan a las fuerzas kurdas en Baguz (Siria). GIUSEPPE CACACE (AFP)

Con la derrota que acaba de sufrir en Siria, el Estado Islámico (ISIS) ha perdido una batalla, pero eso no significa que haya perdido la guerra. Este grupo terrorista representa todavía una amenaza mundial: su peligro reside en que no se trata solo de una banda organizada de asesinos, sino de una ideología que sigue teniendo un enorme poder de convicción en muchos lugares del mundo. Esto no quiere decir que el final del califato no sea una buena noticia. Durante cinco años, este grupo controló un territorio más grande que Portugal, entre Siria e Irak, en el que sobreviven como pueden 12 millones de personas, sometidas a un régimen de terror —especialmente las mujeres, que perdieron todos sus derechos—, donde se mezclaban los castigos de los tiempos del Corán con una hábil utilización de las redes sociales para convertir la violencia en eficaz propaganda. Aquel territorio le dio también una riqueza enorme al ISIS por los impuestos que recaudaba, por el tráfico de antigüedades o porque llegó a controlar el 50% del petróleo sirio.

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También le proporcionó un lugar en el que poder congregar a miles de yihadistas, mantener rehenes cautivos y desde el que planificar atentados brutales, como los ataques contra París en noviembre de 2015. Todo eso son ahora cenizas, con miles de combatientes detenidos, procedentes de 54 países. Esto no quiere decir que el ISIS no se mantenga como una organización letal.

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Este grupo terrorista fue una consecuencia de la invasión de Irak y ya demostró entonces su capacidad para crecer y cometer asesinatos masivos en la clandestinidad. Y en otros lugares del planeta, especialmente Filipinas y Afganistán, su presencia es muy activa. También inquieta a los servicios de información que mantenga su capacidad de reclutamiento en Occidente. Pero el principal problema reside en que la victoria contra el ISIS no puede ser solo militar: derrotar una ideología requiere una acción coordinada multilateral, que busque anular su capacidad de atracción. Y, sobre todo, es esencial no bajar la guardia, incluso ante las ruinas del califato.

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