Nostalgia en blanco y negro
Es inevitable añorar los tiempos pasados, sobre todo cuando fueron gloriosos, pero no se puede parar el futuro
El Gordo y el Flaco, Oliver Hardy y Stan Laurel, llegaron a ser los cómicos más famosos de su tiempo, en una época en la que competían con gigantes como Charles Chaplin y Buster Keaton. Sobrevivieron al paso del cine mudo al sonoro, pero su humor, blanco, ligero, bastante inocente, se fue apagando lentamente hasta que se convirtieron en un recuerdo. Se acaba de estrenar una película de Jon S. Baird titulada precisamente El Gordo y el Flaco, que recuerda una gira que realizaron por el Reino Unido en la década de los cincuenta, cuando hacía años que se habían retirado y la vida les había derrotado. Empezaron en teatros de segunda medio vacíos y en desoladores hoteles de cuarta.
Las historias de cómicos al final del camino forman un subgénero que ha dado grandes películas, desde El crepúsculo de los dioses, de Billy Wilder, hasta El viaje a ninguna parte, de Fernando Fernán Gómez, en la que los cómicos de la legua se topan con el cine, que les come la tostada en el entretenimiento de los pequeños pueblos de la España rural de la posguerra. Queda para el recuerdo la imborrable escena en la que el propio Fernán Gómez desespera a un director de cine cuando es incapaz de declamar decentemente una frase, mientras el realizador lanza todo tipo de juramentos contra los hermanos Lumière.
Son filmes que, en su mayoría, hablan de los problemas que plantean las grandes transformaciones tecnológicas, que relatan cómo el viento del futuro se lleva por delante todo un universo que parecía perfectamente establecido. También describen lo efímero de la fama, lo despiadado que resulta el mundo del espectáculo, la capacidad implacable que tienen las sociedades para expulsar de sus sueños a los artistas cuando dejan de necesitarlos. Y demuestran también que la nostalgia es un sentimiento bastante yermo. Es inevitable añorar los tiempos pasados, sobre todo cuando fueron gloriosos, como le ocurre a Norma Desmond en el filme de Wilder, pero no se puede parar el futuro. Ya lo decía José Agustín Goytisolo en Palabras para Julia, aquel maravilloso poema que cantó Paco Ibáñez: "Tú no puedes volver atrás / porque la vida ya te empuja / como un aullido interminable. / Hija mía, es mejor vivir / con la alegría de los hombres / que llorar ante el muro ciego".
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