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Columna
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La política del miedo

Dicen lo que no quieren, pero todavía es hora de que digan lo que quieren, si es que quieren algo que no sea seguir enredando y bloqueando

Lluís Bassets
La primera ministra británica, Theresa May, durante una intervención en el Parlamento.
La primera ministra británica, Theresa May, durante una intervención en el Parlamento.Jessica Taylor (AP)

Pocos son los que no la utilizan. En todas direcciones. Movidos a veces más por el pavor ante la derrota que por la ambición de la victoria. Y por la vergüenza de las mentiras desveladas, las promesas incumplidas, la desnudez impúdica de unas ideas insostenibles.

Theresa May se ha revelado maestra en la política del miedo, en su caso para imponer un acuerdo del Brexit que a nadie gusta. Amenaza a los brexiters más duros con quedarse en la Unión Europea para que acepten su fórmula de Brexit suave, mientras que a los europeístas que piden un nuevo referéndum para quedarse les amenaza con el Brexit más duro y catastrófico posible, el que se pueda producir cuando se alcance la fecha límite sin el acuerdo aprobado por el Parlamento.

Esto explica el laberinto de votaciones en el que los parlamentarios británicos van declinando todos sus miedos. No quieren el Brexit suave de Theresa May, y se lo han hecho saber por dos veces, con márgenes humillantes incluso (por 230 votos en la primera ocasión y por 43 en la segunda). No quieren la salida brusca del 29 de marzo, cuando vencía el plazo legal de dos años, que nadie les había impuesto a los británicos sino ellos mismos, y por eso piden un aplazamiento. Y tampoco quieren una salida sin acuerdo en ningún caso, un deseo sin valor práctico expresado por un patético margen de cuatro votos. Esta última votación, el pasado miércoles, fue una derrota para May, una más, puesto que necesita la posibilidad de la salida salvaje para seguir blandiendo con tanta desenvoltura sus amenazas.

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La próxima semana la infatigable primera ministra pondrá de nuevo su acuerdo a votación parlamentaria por tercera vez, con la esperanza de que los duros del Brexit, esta vez suficientemente amedrentados, acaben de completar la mayoría que necesita. Si no lo hacen, tendrán que participar en las elecciones del 26 de mayo y regresar al detestado hemiciclo europeo; se abrirán las posibilidades de un segundo referéndum; y puede llegar un primer ministro dispuesto a convocarlo si ella tiene que irse y convocar elecciones.

La política del miedo divide y trocea hasta la exasperación. Lo sabemos bien en España. Erosiona incluso el prestigio de las instituciones más prestigiosas, como el hemiciclo de Westminster. Con tanto ruido, los parlamentarios británicos nos dicen bien a las claras lo que no quieren, pero todavía es la hora de que digan que es lo que quieren, si es que quieren algo que no sea seguir enredando y bloqueando. Y no son los únicos, por cierto.

Sobre la firma

Lluís Bassets
Escribe en EL PAÍS columnas y análisis sobre política, especialmente internacional. Ha escrito, entre otros, ‘El año de la Revolución' (Taurus), sobre las revueltas árabes, ‘La gran vergüenza. Ascenso y caída del mito de Jordi Pujol’ (Península) y un dietario pandémico y confinado con el título de ‘Les ciutats interiors’ (Galaxia Gutemberg).

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