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Columna
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Mentir o no mentir

Los imperios dictan las modas que acaban llegando a provincias

Pepa Bueno
Nigel Farage tras votar en el referendum sobre el Brexit el 23 de junio de 2016.
Nigel Farage tras votar en el referendum sobre el Brexit el 23 de junio de 2016.BEN STANSALL (AFP/Getty Images)

Fue una noche muy corta pero llena de sobresaltos. Era 23 de junio, recién estrenado el verano, los días más largos del año. Estábamos en Londres para realizar el programa de la cadena SER en el que contaríamos el resultado del referéndum del Brexit. Después de un día de trabajo, salimos a cenar por el barrio de Chelsea. Ese Londres ideal y cosmopolita, donde parecía impensable que nadie quisiera levantar fronteras en el canal de la Mancha. Me fui a la cama viendo en la BBC cómo iba imponiéndose el Remain en el recuento. Me pareció lo normal, en nuestra lógica del mundo anterior a los hechos alternativos. Apenas una hora después de apagar la luz en mi habitación del hotel, sonó el teléfono. Era Jordi Fàbrega, el compañero que se había quedado de guardia para los boletines de la madrugada. “No te asustes, no te has dormido, es muy pronto, pero esto se ha dado la vuelta, gana el Leave, entramos ya en directo”.

El segundo sobresalto llegó muy temprano, por la mañana, cuando vimos en el programa Good Morning Britain, de la cadena de televisión ITV, a Nigel Farage, el líder del eurófobo UKIP. Imperturbable, Farage reconocía que el argumento fundamental de los partidarios de abandonar la Unión Europea era una mentira. Dijeron cada día de la campaña que la UE le costaba a los británicos 350 millones de libras a la semana y que ese dinero se destinaría al Sistema Nacional de Salud si ganaba el Brexit. Se desmintió con datos y cifras oficiales antes de votar. Dio igual, los brexiters siguieron repitiéndolo. Y a la mañana siguiente de ganar, Farage reconocía el pastel excusándose en que él no diseñó la campaña del Leave. Difícil distinguir entre los autores materiales del destrozo y los colaboradores necesarios.

Si el mundo no se paró en ese momento en el Reino Unido, si los votantes no salieron a la calle a pedir explicaciones, defenestrar a sus líderes y repetir la votación, es que, en realidad, ya estaba todo perdido. Como se demostró cinco meses después con el triunfo de Donald Trump en Estados Unidos.

Los imperios dictan las modas que acaban llegando a provincias. Tres años después, la mentira y los hechos alternativos amenazan con obligar a los periodistas españoles a ejercer solo de verificadores, en esta larga primavera electoral.

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