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Lo que las refugiadas de Shatila cuentan

Una psicóloga de Médicos Sin Fronteras en Beirut explica cómo trata la salud mental de personas refugiadas. La mejor ilustradora joven del Reino Unido en 2016 ha dibujado así los relatos de las mujeres, sus traumas y miedos

Ilustración de Ella Baron, dibujante británica, en la que refleja las conversaciones entre psicólogos y pacientes en el campo de refugiados de Shatila, en Beirut (Líbano).
Ilustración de Ella Baron, dibujante británica, en la que refleja las conversaciones entre psicólogos y pacientes en el campo de refugiados de Shatila, en Beirut (Líbano).Ella Baron
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Soy psicóloga y llevo dos años trabajando en la clínica que gestiona Médicos Sin Fronteras (MSF) en el campo de Shatila, en Beirut. Al principio creía que la mayor parte de mi tiempo lo dedicaría a tratar los traumas psicológicos de los refugiados, pero pronto me di cuenta de que mi trabajo consistiría, más que nada, en ayudarles a superar los enormes desafíos diarios que a los que tienen que enfrentarse aquí.

Este lugar se creó para acoger a los refugiados palestinos hace ahora 70 años, lo que le convierte en uno de los campos más antiguos del mundo. Y, hoy en día, además alberga también a sirios, etíopes y filipinos. Todos ellos viviendo en unas condiciones deplorables.

Los refugiados de Shatila sufren humillaciones y discriminación, y viven en medio de una constante incertidumbre acerca del futuro que les espera. Aquí las dificultades para encontrar algo que comer son enormes, la seguridad no está para nada garantizada, y lograr el respeto y el espacio necesario para convertirse en la persona que uno podría ser es tan solo una quimera para la mayoría de ellos.

Además del trauma que arrastran todas estas personas, del dolor que supone haber perdido a sus seres queridos y de la desesperación que provoca el haber tenido que renunciar a sus hogares para buscar refugio en un país extranjero, ahora se enfrentan a una lucha diaria para sobrevivir en un lugar donde las necesidades más básicas distan mucho de estar cubiertas.

La mayoría de mis pacientes son mujeres; muchas de ellas, sirias. Algunas sufren violencia social, económica, verbal o física de manera regular. Sus maridos descargan su propia angustia sobre ellas y les dicen que tienen que permanecer en silencio y fuertes, sin importar lo que sientan. Es muy duro ver cómo trabajan por sacar adelante a sus esposos e hijos mientras tratan de esconder el dolor que sienten. Estas mujeres, cuyas voces y lágrimas apenas pueden oírse, absorben el cuidado y la compasión que les damos como un suelo de tierra seca absorbe la lluvia.

La mayoría de mis pacientes son mujeres. Sus maridos descargan su propia angustia sobre ellas y les dicen que tienen que permanecer en silencio y fuertes, sin importar lo que sientan

Algunas de las que son víctimas de violencia, a veces lo acaban pagando con sus propios hijos, pero en cuanto veo sus lágrimas de tristeza y arrepentimiento, me doy cuenta del amor y de la compasión que sienten por sus pequeños y lo mal que se sienten cuando no han actuado de la manera que ellos merecen.

Nuestra organización lleva desde 2013 brindando apoyo psicológico gratuito a los refugiados de Shatila. Y lo hacemos a través de sesiones individuales, familiares y grupales para personas de todas las edades. Solo en 2017 ofrecimos más de 3.000 consultas individuales de salud mental en este campo y en Burj Al Barajneh, otro que no está demasiado lejos de aquí.

La mayoría de los problemas que tratamos vienen causados por eventos estresantes y por las difíciles situaciones a las que se enfrentan cada día. La depresión, la ansiedad y el trastorno de estrés postraumático son reacciones muy comunes a todos ellos.

A menudo trabajamos en grupos multidisciplinares de trabajadores sociales, médicos y enfermeras, para garantizar el bienestar físico, psicológico y social de nuestros pacientes. Yo trato de ayudarles a lidiar con sus problemas emocionales o psicológicos escuchando de forma empática y tratando de ponerme en su lugar; intentando comprender sus sentimientos. Les explico por qué sufren determinados síntomas y les hago ver el impacto que tienen en su salud mental todos esos acontecimientos estresantes. Les enseño, en la medida de lo posible, maneras de superar las dificultades. Y para ello, la confidencialidad y la privacidad son una de las claves de todas nuestras sesiones.

He visto a hombres y mujeres que han comenzado a recuperar la esperanza en la humanidad cuando ya la habían perdido por completo

Ser psicóloga en Shatila es un desafío constante porque, a diferencia de otros lugares donde he trabajado, los problemas aquí no están relacionados únicamente con la salud mental. Tratar de ayudar a una persona con necesidades psicológicas cuando su mayor problema reside en cómo alimentar ese día a sus hijos o en cómo encontrar un lugar seguro en el que poder quedarse es un auténtico desafío.

Por otro lado, trabajando aquí he aprendido que los refugiados están atrapados en un limbo entre el pasado y el presente. Por un lado, anhelan estar en sus países, en sus propias casas, con sus seres queridos. Y, sin embargo, esta no es una opción real para ellos, pues sus casas ya no existen. Muchos sienten que pueden perder la vida en cualquier momento y no tienen medios para sostenerse. Desean estar en un lugar seguro, pero su lucha principal se reduce a tratar de sobrevivir.

En muchos sentidos, el trabajo con los refugiados tiene un efecto curativo también en mí. Dar la bienvenida a los pacientes, invitarles a pasar a mi consulta, mostrar compasión por su dolor, recibir su gratitud y su sonrisa tras haber sido escuchados son pequeños gestos cotidianos que me ayudan a levantar el espíritu.

Cada vez que veo cómo cambia el estado de ánimo de todas estas personas después de recibir nuestro apoyo, me siento agradecida por estar aquí. A lo largo de estos dos años, he visto a mucha gente comenzar a aceptar la realidad de su situación y a desarrollar resiliencia. He visto a hombres y mujeres que han comenzado a recuperar la esperanza en la humanidad cuando ya la habían perdido por completo.

Mis amigos a menudo me preguntan por qué estoy aquí cuando podría trabajar en muchos otros lugares donde las cosas fueran más fáciles. Y para mí resulta sencillo darles una respuesta: “Porque si todo el mundo optara por lo fácil, nadie se acercaría a escuchar y ayudar a las personas que sufren todos y cada uno de los días de sus vidas. Y estoy muy feliz con mi decisión".

Miriam Slikhanian es psicóloga de Médicos Sin Fronteras (MSF).

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