Once cosas que Karl Lagerfeld hizo antes (o mejor) que nadie
El diseñador fue pionero a la hora de asimilar los cambios en la industria, deshacerse de prejuicios y multiplicar su hiperactividad profesional hasta el infinito
El diseñador de moda Karl Lagerfeld, uno de los últimos grandes de la moda que seguía en activo, falleció el 19 de febrero de 2019 a los 85 años. El llamado káiser murió en el Hospital Americano de París, en Neuilly-sur-Seine, después de haber sido ingresado de urgencia. Tras él deja una de las trayectorias más longevas de la industria y un punto de vista único que transitó de la costura al prêt à porter, se curtió diseñando para firmas internacionales y aterrizó en Chanel en los ochenta para llevar a cabo uno de los reposicionamientos más deslumbrantes de la moda contemporánea. Lagerfeld fue pionero y adoptó muchos movimientos que en ocasiones causaron revuelo en la industria. Aquí los repasamos:
Fue el más longevo
El primer testimonio gráfico de Karl Lagerfeld data de 1954, cuando el alemán resultó vencedor de un concurso organizado por el Secretariado de la Lana parisino junto a Yves Saint Laurent e inició su trayectoria en la Alta Costura francesa. Desde entonces hasta el 19 de febrero, cuando se ha conocido la noticia de su fallecimiento, han transcurrido 65 años en los que el Káiser de la moda no ha dejado de trabajar ni un solo día.
No se le cayeron los anillos por hacer 'prêt à porter'
En los años sesenta, el prêt à porter eclosionó en Francia e Italia, y muchos profesionales de la Alta Costura miraron por encima del hombro aquella nueva forma de entender la moda, más democrática y menos artesanal. Lagerfeld no, y diseñó (a veces sin firmarlas personalmente) colección tras colección para marcas como Max Mara, Fendi o la suya propia. En aquellos años, la palabra “diseñador” aún no existía, así que sus rivales le tachaban de styliste, un término a años luz del aura de prestigio que tenían los couturiers. Lagerfeld lo ostentaba con orgullo, porque lo suyo era diseñar prendas y adelantarse a los tiempos.
Tampoco se le cayeron por acercar su moda a la calle
En 2004, Lagerfeld fue el primer diseñador perteneciente al ámbito del lujo en colaborar con la cadena de moda sueca H&M. El spot del lanzamiento es todo un guiño irónico a la reacción de buena parte de la industria ante este gesto: en el comedor de un hotel de lujo, la flor y nata de la alta sociedad cotorrea acerca del rumor, hasta que el propio Karl entra en escena y lo confirma. Sí, es H&M. Y sí, es suyo.
Fue el primer director creativo estrella
Cuando el alemán fichó por Chanel a finales de los ochenta, lo hizo bajo una fórmula extraordinaria para la época: la del diseñador de prestigio que se pone al frente de una marca legendaria para imprimir un nuevo sello al legado histórico de la casa. Otras casas de costura habían tenido sucesores al frente sus talleres, pero ninguno tan vigoroso y decidido como Lagerfeld en Chanel. Sus desfiles, reinterpretando el legado de la legendaria modista en clave contemporánea y postmoderna, vinieron acompañados de un rejuvenecimiento de la firma y sus claves de identidad. Tras cada detalle estaba él, Lagerfeld. Si Napoleón pudo decir aquello de “El Imperio soy yo”, Lagerfeld pudo hacer lo mismo con toda legitimidad: Chanel, en adelante, fue él.
Consumió cultura de forma compulsiva
En los años setenta, Lagerfeld vivía una hiperactividad profesional constante: diseñaba para varias firmas de manera simultánea, redecoraba su casa cada cierto tiempo y estaba en todos, absolutamente todos los sitios donde había que estar. Su inspiración procedía también del arte: cuentan los cronistas de la época que, cada vez que adquiría un libro o catálogo, lo hacía por duplicado: uno iba a su biblioteca y el otro a su estudio, donde lo desmenuzaba en forma de collage para incorporarlo a sus paneles de inspiración. Desde entonces, Lagerfeld inició una metodología que repitió hasta el fin de sus días: intentar, como Picasso, que la inspiración le encontrara trabajando. Y no dejar nunca de mirar a su alrededor. Ahora que los diseñadores de moda se han convertido en comisarios (curators) que digieren imágenes para convertirlas en productos, Lagerfeld pudo considerarse un pionero de ese método.
Se construyó un uniforme a medida…
Karl siempre tuvo una visión muy crítica de su propia imagen: en los setenta se enganchó al fitness, en los ochenta se pasó a las prendas amplias y a principios de los dos mil hizo una dieta radical (que incluso publicó en forma de libro) para poder enfundarse los trajes estilizados que Hedi Slimane estaba diseñando para Dior Homme. De aquellos años data la imagen que cultivó hasta sus últimos años: ropa oscura y entallada, camisas blancas con cuellos postizos que ocultaban su cuello, gafas de sol, cabello inmaculadamente blanco y empolvado (era un homenaje al siglo XVIII), manos cubiertas de joyas de plata o enfundadas en guantes.
… Y lo convirtió en icono pop
El alemán cultivó en sus últimos años una sana dosis de autoconsciencia (y de autoparodia) que le llevó a trasladar su imagen a todo tipo de productos: en las tiendas de su firma homónima se podían adquirir juguetes, llaveros y todo tipo de merchandising con su imagen, que él reivindicaba con orgullo. Así logró algo accesible a muy pocos diseñadores: que gente que no sabía nada de moda pudiera reconocer su imagen a primera vista.
Supo acercarse a los jóvenes y hacer que los jóvenes que se acercaran a él
En una industria dominada por la nostalgia, Lagerfeld siempre la rechazó de plano. Su trabajo para Chanel reinventaba los códigos históricos de la casa, pero en todo lo demás el director creativo miraba al futuro y a la juventud: apadrinaba bandas de rock, sacaba a Lily Allen a actuar en sus desfiles, viajaba con una tanda de iPods con música actual y rechazaba hablar de su pasado. A Lagerfeld, ante todo, le interesaba el futuro. Y por eso supo sobrevivir a tantos giros de la industria.
Se atrevió a hacer de todo
Es legendaria la obsesión por el control de Lagerfeld, un diseñador que no solo creaba varias colecciones al año para distintas firmas, sino que también diseñaba las escenografías de los desfiles e incluso fotografiaba las campañas publicitarias. En la editorial Steidl publicó varios libros de fotografía. Algunos de ellos se centraban en la moda, pero otros, como el que dedicó a Casa Malaparte, revelan una mirada singular que va mucho más allá de la tendencia y el estilo. También, el año pasado, fotografiaba algunas de sus piezas favoritas de la firma de mobiliario Cassina, de la que fue cliente prioritario durante años.
No tuvo miedo a la mala prensa
Karl Lagerfeld tenía una lengua tan afilada como los eyeliners con los que perfilaba sus bocetos. Sus frases demoledoras, aforismos por derecho propio, le granjearon no pocas críticas (algunas, bastante justificadas) pero le ganaron toda una legión de fans.
Rompió la distancia con las cámaras y con el público
Hoy los diseñadores de moda son celebridades y difunden su vida (y sus opiniones) en redes sociales, pero Lagerfeld ya lo hizo cuando el secretismo todavía reinaba en la industria. En 2005 llevó a cabo un gesto de audacia cuando permitió que el cineasta Loïc Prigent siguiera el día a día de su trabajo en Chanel a través de una serie de documentales, Signé Chanel, que hoy sigue siendo uno de los mejores retratos íntimos de la Alta Costura. En 2007 fue más allá y aceptó la propuesta del cineasta Rodolphe Marconi para seguirle en su vida cotidiana. El resultado, Lagerfeld Confidential, es una película de culto que revela sus filias y sus fobias, sus manías y su forma de ver el mundo. Años después, se lanzó a las redes sociales de manera indirecta: a través de su gata Choupette, convertida en influencer, y de su guardaespaldas y asistente personal, Sébastien Jondeau, que le acompañaba en su día a día y que ha ejercido incluso como muso de una de sus colecciones masculinas.
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