Se citan en estaciones y rincones solitarios, recorren conductos ocultos y atraviesan puertas prohibidas como quien anda por el salón de casa. Encapuchados y veloces, buscan su objetivo vagones de metro y de tren que pintar. Romanticismo, arte, adrenalina y riesgo se entremezclan en sus correrías.
El grafitero Jabato vigila a un miembro de seguridad de la Estación de Torras i Bages, en Barcelona.Enrique EscandellEl grupo utiliza una larga cuerda para descolgarse por un canal de ventilación hasta los talleres del metro.Enrique EscandellVarios grafiteros accediendo al metro de Barcelona.Enrique EscandellSin arnés y a seis metros de altura, Jabato se descuelga por el conducto. Enrique EscandellLuego abre la puerta de los talleres del metro.Enrique EscandellLos grafiteros acceden al taller. Enrique EscandellUno de ellos fotografía el vagón de 1926 recién pintado. Enrique EscandellCentro de Control del Metro de Barcelona, en La Sagrera, desde donde se controlan 8.000 cámaras de seguridad. Enrique EscandellJabato, Lose y otros dos grafiteros, en plena acción en las inmediaciones de la estación de Manoteras, en Madrid.Enrique EscandellEn los túneles del metro de Madrid.Enrique EscandellRetrato de Jabato, Lose y otros dos grafiteros enmascarados.Enrique EscandellLas horas pasan lentas dentro del túnel, esperando el momento idóneo para poder pintar. Una grafitera recorre el estrecho pasillo que conecta dos túneles de metro.Enrique EscandellMetro de Madrid. Tras esperar varias horas y contemplar la posibilidad de abortar su acción, los grafiteros ven cómo un vagón de metro es aparcado en el túnel donde están. Corren hacia el convoy aún en marcha. Lo pintarán durante 10 minutos, antes de ser descubiertos.Enrique EscandellUn grafitero rellena las letras con su nombre. Utiliza pintura en aerosol hecha con base de agua. Enrique EscandellLos 'escritores' son sorprendidos por un convoy que viene por la otra vía. Se ponen en medio para pararlo y empieza una persecución por los túneles.Enrique EscandellLos grafiteros salen a la calle y cruzan la autovía M-11 de Madrid. Enrique Escandell