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Javi Valencia de Full interpreta ‘Historia Perdida’ de su último disco ‘Capadocia’

“MALDITO DOMINGO”, pensó cuando entreabrió los ojos entre sábanas a la hora del aperitivo. Parte del domingo escapaba por la ventana como un pájaro sin jaula. Los excesos de la noche anterior arrasaban con todo dando paso a un día insoportable. Se sentía solo, aporreado, sucio, patético, desgraciado, infame, miserable.

Cuando decidía no tomar la última si no la penúltima firmaba su condena. Por bucear en las mieles de la noche del sábado, al despertar, era cadáver viviente sin rumbo ni timón, fantasma incapaz de manejar las ruedas de su propia autodestrucción.

Cuántas veces juró en vano no hacerse tal daño por un par de risas vacías en el bar. Se asomó al balcón y sintió envidia. Quiso vomitar sobre los vecinos que transitaban felices sobre los colores de la vida.

No obstante, algo cambió aquel domingo, un regalo del destino, un juego de azar. Encendió el ordenador y tras visitar sin interés un par de páginas de adultos, encontró una historia perdida. O tal vez la historia le encontró a él, nunca lo sabremos.

Una voz antigua le retaba desde el otro lado con una canción. Ahora podía seguir las huellas de la melodía o quedarse maldiciendo el domingo. Eligió vivir.

Así, bajó a las profundidades de una lejana ciudad subterránea cercana al centro de la tierra envuelto en la brisa de las notas de la guitarra. Caminaba solo aunque aquel joven continuaba cantando a su espalda, leyendo la mente con su firme mirada.

Respiraba arena, sudor. Se cruzó varias veces con desconocidos que resultaron dolorosamente familiares. Vislumbró tantas historias propias y ajenas, que deseó contarlas, sacarlas a flote, ponerlas frente al sol de bronce de ese extraño reino.

“Que guarden los días mi historia perdida de espejo de sala de espera, que aquí se termina lo que nunca quise fingir”, canta Javi Valencia de Full dentro de este vídeo de Malditos Domingos, grabado en Palacio de la Prensa, que tantos viajes emocionales inspira.

Historia perdida, de su último disco Capadocia, se antoja tan misteriosa que fantaseas con congelarla para descifrarla. Está tan viva que podría caminar sola.

Él nos desafía con la voz, nos incita a entrar en combate emocional. Tira de la raíz, saca lo que escondes bajo la alfombra, abre el libro de tu existencia. “Prometo no usar tu nombre, ni ninguna de sus letras”, reza. Algo crece y crece dentro hasta que quema.

Que venga y nos cante si vamos a perder una guerra, en el último aliento de una noche eterna, cuando nos falten las palabras o las fuerzas para decir te quiero. O que cante siempre aunque no estemos perdidos pues no hace falta perder para necesitar cuadrante y sextante para orientarse.

Despertó nuestro protagonista de domingo. Se sorprendió llorando. Salió a la calle en pijama con las alas puestas, regresó el lunes de la semana siguiente. Y los domingos no fueron jamás malditos o si lo fueron no importó. Es el día para recordar que con triunfos o fracasos, estamos vivos.

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