
Cinco lugares que el cine nos vende como maravillosos para el sexo y que en realidad son un desastre
Un ascensor, la playa, en pleno campo... son sitios que pueden dar mucho morbo pero que en absoluto facilitan el encuentro

En el cine, los baños de los aviones y de los restaurantes, los escritorios de las oficinas y otros lugares públicos son perfectos para disfrutar de un fugaz escarceo. Es precisamente el hecho de que esos encuentros sexuales se desarrollen en los sitios menos indicados lo que produce excitación, según las conclusiones de un estudio publicado en la revista Journal of Sexual Medicine. Al 82% de los encuestados para este trabajo (tanto hombres como mujeres) les dió morbo tener sexo en lugares extraños o insólitos. Pero, ¿es el sexo fuera de los lugares acostumbrados tan maravilloso como lo pinta el séptimo arte? Preguntamos a expertas en sexología sobre los sitios que más tendemos a idealizar y cómo nos sentimos después de haber tenido encuentros sexuales en ellos.

Qué tendrán los baños que siempre vienen bien para todo tipo de emergencias. Incluidas las sexuales, al más puro estilo Los amantes pasajeros. Según la sexóloga Zoraida Granados, la respuesta es sencilla: "El morbo aumenta cuando es un espacio público, que no está a la vista de todos y que da cierta intimidad, pero en el que te pueden escuchar". En el caso del excusado, quizá buena parte de la excitación esté en el acto de salir disimulando y ver las caras de los demás sabiendo lo que acaba de pasar.
Sin embargo, más allá de la fantasía, los servicios de los aviones tienen un espacio verdaderamente reducido, lo que juega en nuestra contra. "Sobre todo si eres una persona alta o con algo más de peso", dice la experta. Además, el entorno no es el más idílico, "al final es un baño público, con lo que conlleva eso en cuanto a higiene y los olores". Es decir, que el reto de tocarnos a nosotros, sin tocar nada más, no suele ser tan sencillo como lo pintan. Imagínate si a eso le sumas turbulencias.

Por supuesto siempre llenas de cosas para poder tirarlo todo, subirnos de un salto y, sin quitarnos toda la ropa, tener una sesión de sexo como la de El cartero siempre llama dos veces. Pero hay factores que pueden hacer este tipo de encuentros algo incómodos, recuerda la sexóloga Irene Aterido. Por ejemplo, "si es la mesa de la cocina habrá que tener cuidado con no escurrirse con el hule, o peor, quedarse pegada en él". Además, la altura del mueble puede "dificultar encontrar una postura que permita la penetración, sin que además nos demos con las espinillas". Como consecuencia, tu pareja puede verse obligada a tener que estar de puntillas y, señalan las expertas, los tirones musculares están a la orden del día. Por no mencionar que la mesa puede no soportar los embistes.

El momento campestre también es digno de la gran pantalla. Cesta de mimbre, botella de vino y manta de cuadros: una combinación que parece causar más estragos que la lencería fina. Algo que, según la sexóloga Leticia García Castelló, se puede explicar porque el instinto nos lleva a los inicios: al sexo en la naturaleza. Incluso aunque sea bajo la lluvia y sobre el barro al más puro estilo de Jonathan Rhys Meyers y Scarlett Johansson en Match Point.
Pero claro, ahora nos hemos refinado y puede que echemos de menos algunas comodidades. "Podemos encontrarnos con cardos o pinchos que, aunque disimulados por la manta, acaben clavados en nuestras manos, en la espalda o en cualquier otra parte del cuerpo". Aunque lo más problemático es que acabemos con la picadura de algún insecto en una zona tan sensible como los genitales. Por otra parte, si optamos por dejar la manta de lado y nos apoyamos en una piedra que parece cómoda... al final "podría estar fría, sucia, y que la cosa acabe con una infección vaginal".

Mirarse a los ojos, besarse apasionadamente y dar como se pueda al botón de stop, a lo Cincuenta Sombras de Grey. Esa es la idea que todo el mundo tiene del sexo en un ascensor. El morbo, según Cristina Callao, es que "es un lugar público con una apariencia íntima". Es decir, "nos sentimos seguros mientras no se abra la puerta", pero, a la vez, "hay un punto de morbo en el riesgo de que alguien pueda enterarse o podamos ser pillados". Incluso si el ascensor se queda colgado y luego tenemos que dar explicaciones.
Sin embargo, no es el lugar más idóneo para las relaciones sexuales ya que "no hay un lugar de apoyo estático", es decir, que a no ser que tengamos los brazos muy fuertes y podamos cumplir la fantasía de hacerlo contra la pared, tendremos pocas posibilidades en cuanto a posturas. Aunque el problema no está solo en el espacio, sino también en la limitación del tiempo. ¿Es posible hacer algo en condiciones solo en el tiempo que dura el trayecto hasta el piso más alto? "La opción es estar todo el rato dando a los diferentes botones para ir ganando tiempo, lo que implica que no podamos estar muy concentrados". Eso o dar al botón de stop, y que realmente nos quedemos atascados en otro tipo de película.

No hay nada más romántico que un revolcón al atardecer en una preciosa cala. Y es que todo el mundo se ha imaginado siendo Burt Lancaster y Deborah Kerr en De aquí a la eternidad. La parte buena, según la sexóloga Judith Viudes, es que el agua permite "probar prácticas diferentes" o, al menos, posturas distintas con las que disfrutar la sensación de ingravidez, y sin que el acto sea evidente para todo el mundo.
Sin embargo, la experta recomienda evitar la penetración: "Dentro del agua la lubricación vaginal natural se diluye al contacto con el mar, incluso puede desaparecer por completo. Y si existe penetración, el resultado sería sequedad, irritación, dolor e incluso podría desencadenar en una infección". Si intentamos retozar en la arena tampoco serán todo ventajas: "Puede ser muy traicionera y meterse donde no debe". De esta forma, al estar semirebozados, "el vaivén de frotamientos, puede provocar irritaciones, enrojecimiento, quemazón, picor, ardor… tanto en la piel, como en los genitales·.