No hay nada más romántico que un revolcón al atardecer en una preciosa cala. Y es que todo el mundo se ha imaginado siendo Burt Lancaster y Deborah Kerr en De aquí a la eternidad. La parte buena, según la sexóloga Judith Viudes, es que el agua permite "probar prácticas diferentes" o, al menos, posturas distintas con las que disfrutar la sensación de ingravidez, y sin que el acto sea evidente para todo el mundo.
Sin embargo, la experta recomienda evitar la penetración: "Dentro del agua la lubricación vaginal natural se diluye al contacto con el mar, incluso puede desaparecer por completo. Y si existe penetración, el resultado sería sequedad, irritación, dolor e incluso podría desencadenar en una infección". Si intentamos retozar en la arena tampoco serán todo ventajas: "Puede ser muy traicionera y meterse donde no debe". De esta forma, al estar semirebozados, "el vaivén de frotamientos, puede provocar irritaciones, enrojecimiento, quemazón, picor, ardor… tanto en la piel, como en los genitales·.