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Columna
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Divide y vencerás

Desde que Errejón anunció que se presentaba con Más Madrid, corre el análisis depresivo de que la fragmentación en la izquierda conduce a la ruina

Pepa Bueno
El líder de Podemos, Pablo Iglesias e Íñigo Errejón, en el Congreso de los Diputados en 2016.
El líder de Podemos, Pablo Iglesias e Íñigo Errejón, en el Congreso de los Diputados en 2016. Uly Martín (EL PAÍS)

Hay bastante consenso —y datos— para afirmar que la desmovilización de la izquierda propició el cambio a la derecha en Andalucía en las elecciones del 2 de diciembre. Los 400.000 votantes socialistas y los 300.000 de Podemos más Izquierda Unida que se quedaron en casa inclinaron la balanza. Y allí, la izquierda a la izquierda del poderoso PSOE había acudido a las urnas en una sola candidatura. Y allí fue más que evidente durante toda la campaña que Susana Díaz y Teresa Rodríguez preferirían, de existir la posibilidad, cualquier otro aliado para gobernar.

En Madrid se presenta, a fecha de hoy, la situación exactamente contraria: la izquierda a la izquierda del PSOE es un volcán en erupción del que nadie descarta que puedan salir una o varias candidaturas. Y todas, a priori, parecen inclinadas a entenderse con los debilitados socialistas madrileños para intentar, entre todos, frenar a la derecha. Todo está en el aire todavía, pero desde que Íñigo Errejón anunció que se presentará a las autonómicas con la plataforma de Carmena, y Podemos le invitó a dejar el partido, corre como la pólvora el clásico análisis depresivo de que la fragmentación en la izquierda conduce inevitablemente a la ruina.

¿Cómo pueden saberlo con tanta seguridad? En los últimos años, cada vez que se abren las urnas, se demuestra que no hay fórmulas ni plantillas del pasado que sirvan en un contexto de fuerte polarización, cambios muy rápidos y campañas determinantes. Nadie puede saber si tres candidaturas en la izquierda dejarían a mucha gente en casa, asqueada por la eterna división; o movilizaría hasta el último voto de los izquierdistas exquisitos, tan felices de poder votar cada uno a su purísimo candidato, no contaminado por las locuras o las traiciones a la causa del líder o la lideresa de la escisión de al lado. Cualquier cosa es posible. Claro que hay que atreverse a concurrir por separado —socialistas, pablistas y errejonistas— y medirse, contarse. Y, después, asumir las consecuencias que tenga en cada casa.

Este desconcierto de la izquierda se suma a los otros dos peligros de nuestro año electoral: la irrupción de la extrema derecha arrastrando al PP a sus posiciones, y la dificultad, cada vez más evidente, de superar las dinámicas de bloques y que en España pueda haber pactos transversales entre quienes piensan diferente.@PepaBueno

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