Irresponsables
Ni el Gobierno de Londres ni la oposición tienen derecho a someter a los europeos, británicos incluidos, a la falta de un acuerdo durante las próximas nueve semanas
Los máximos responsables del desastre que se avecina, con fecha y hora exactas, el 29 de marzo a las 12 de la noche, son dos y por este orden: la primera ministra británica Theresa May, líder del partido conservador, y, en segundo lugar, con el grado menor que le da su liderazgo de la oposición parlamentaria, el jefe laborista Jeremy Corbyn. En sus manos está la eventualidad de un acuerdo sobre el Brexit que despeje un tenebroso horizonte como sería que se vaya de la Unión, sin acuerdos ni pactos, quien ha sido durante 43 años el tercer socio en envergadura económica y demográfica. Esto provocaría, a conciencia y por decisión propia, graves daños en su economía, perturbaciones en las comunicaciones, los transportes y el comercio, alteraciones en la cadena de producción multinacional, dificultades para los trabajadores desplazados e incluso un agujero de 16.500 millones de euros en el presupuesto europeo hasta 2020.
Ni el Gobierno de Londres ni la oposición tienen derecho a someter a los europeos, británicos incluidos, a la tortura que significa la falta de un acuerdo durante las próximas nueve semanas. May no quiere ceder porque necesita la amenaza de salida dura para convencer al Parlamento Europeo para que apruebe su acuerdo y a los 27 para que le regalen alguna concesión que permita vender mejor su ya averiada mercancía. Corbyn, atrincherado en sus instintos izquierdistas contrarios todavía a la "Europa de los mercaderes", no quiere un segundo referéndum ni tampoco apoyar el Brexit pactado por May en Bruselas. Solo echar a May y ocupar su puesto a través de unas nuevas elecciones.
Si hay alguna circunstancia que requeriría el máximo consenso es la que se le plantea a Reino Unido en su proyecto de salida de la UE. Emprendida en las actuales condiciones de fragmentación parlamentaria, división dentro de los partidos y desacuerdo entre Gobierno y oposición, amenaza como crear una crisis de imprevisibles consecuencias. Como tal está siendo ya tratada y prevista por los Gobiernos responsables, el español entre otros, que están preparando planes de contingencia.
La amenaza adquiere tintes dramáticos en Irlanda, donde el restablecimiento de una frontera física de separación entre el Úlster británico y la República de Irlanda significa el regreso al pasado de tensiones entre comunidades, superado en los Acuerdos del Viernes Santo (1998) gracias a la confluencia de Londres y Dublín en el marco de cooperación intergubernamental de la construcción europea. Sería una irresponsabilidad que May y Corbyn permitieran arruinar aquella difícil y exitosa reconciliación, construida a imagen de la reconciliación entre franceses y alemanes en los que se fundamenta la propia Unión Europea.
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