La intensa vida de Felipe de Edimburgo, que se resiste a ser un jubilado
El marido de Isabel II, que el jueves sufrió un accidente de tráfico, mantiene una actividad impropia de un hombre de 97 años pese a las recomendaciones médicas
Felipe de Edimburgo vive sus días más plácidos, al menos en apariencia. Tras siete décadas al servicio del Reino Unido, el marido de Isabel II vive retirado desde hace año y medio. Un retiro que no supone necesariamente una vida tranquila y pausada, sino simplemente alejada del foco y, quizá, incluso más activa. Aunque con 97 años y medio, incluso levantarse de la cama se consideraría llevar una vida activa.
Esa incesante energía le ha jugado una mala pasada. El jueves 17 de enero, mientras conducía su todoterreno Range Rover en los alrededores de Sandringham —la finca al este de Inglaterra en la que la familia real británica pasa la Navidad y en la que Isabel II reside a comienzos de año, en este caso hasta el 6 de febrero, cuando cumplirá 67 años en el trono—, sufrió un accidente de coche del que salió ileso, según los testigos, de forma "casi milagrosa", ya que tuvo que forzar un cristal para escapar del vehículo.
El coche del príncipe Felipe dio varios giros y acabó volcado de lado al chocar con otro más pequeño, en el que viajaban dos mujeres que sufrieron cortes y fueron atendidas en el hospital, y un bebé de nueve meses. El duque fue atendido por un médico ya en Sandringham, aunque finalmente el facultativo decidió el viernes que acudiera al hospital local para que se descartaran daños graves, como así sucedió. El accidente tuvo lugar sobre las tres de la tarde, hora británica, por lo que se maneja que la causa del siniestro fuera la mala visibilidad al ser cegado el sol.
"Fue muy valiente", aseguran los testigos a medios como The Telegraph. El duque quedó atrapado en el todoterreno, y algunos transeúntes le ayudaron a salir. "No fue nada antipático. Obviamente estaba conmocionado y en cuanto salió fue a preguntar a todo el mundo si estaban bien", aseguran los testigos, que afirman que el príncipe sufrió algunas heridas, puesto que había "un poco de sangre". Las autoridades investigarán el accidente —les hicieron test de alcoholemia a ambos conductores, que dieron negativo— y estudian bajar los límites de velocidad de la zona.
Felipe es aficionado a conducir. Lleva haciéndolo desde su juventud, y sigue teniendo permiso, que en Reino Unido hay que renovar cada tres años. Una actividad que no gusta del todo a su familia: en 2014, en un encuentro con veteranos de guerra, el príncipe Carlos ya habló de lo que suponía que su padre siguiera conduciendo. "Siempre estoy preocupado", confesó. Entonces el duque iba a cumplir los 93. Ahora se acerca a los 98.
El nacido príncipe Felipe de Grecia y Dinamarca nunca ha sido un hombre tranquilo. Sirvió en el ejército desde muy joven, y tras convertirse en consorte de Isabel II (se casaron en noviembre 1947; ella subió al trono en febrero de 1952) ha acudido a más de 22.000 compromisos oficiales, a 637 viajes en el extranjero y ha dado casi 5.500 discursos. Aficionado al polo, los caballos —aunque no tanto como su esposa, auténtica apasionada—, los barcos y los coches, unas aficiones que, pese a apenas verse tras la jubilación, se intuyen en sus escasas fotos y apariciones.
El último acto oficial del consorte más longevo de la monarquía británica tuvo lugar el 2 de agosto de 2017, una ceremonia militar en la que pasó revista a la Marina real en el palacio de Buckingham. Desde entonces, sin embargo, no ha desaparecido. Él mismo sabe que su empleo y su vida son, al final, una misma cosa. "Mi primer, mi segundo y mi definitivo empleo es estar siempre junto a la reina". afirmó hace unos años.
Por eso se le sigue viendo junto a ella y junto a su familia. Justo un mes después de retirarse se le vio junto a ella en una competición y una inauguración de un puente en Escocia. Después han paseado y disfrutado de competiciones de polo por Windsor, asistido a misas de Navidad en Sandringham, acudido a festivales y conmemoraciones en Londres. También se le ha podido fotografiar conduciendo en varios de esos lugares. Pero sobre todo se le ha visto en bodas, las de sus nietos: la del príncipe Enrique con Meghan Markle, en mayo; y la de Eugenia de York con Jack Brooksbank.
Unos actos donde su simple presencia suele llamar la atención: rozando los 100 años, aunque más encorvado, con gesto cansado y llevando sus audífonos, aún llega a ellos caminando por su propio pie, sin necesidad de ayudantes ni bastones. Una eterna mala salud de hierro que le ha llevado en distintas ocasiones al hospital, en los últimos años por una infección de vejiga y otra de vesícula (en 2012), para una operación de abdomen (en 2013), por otra infección (en 2017) y por una operación de cadera el pasado abril.
Ni su salud ni su jubilación han conseguido parar su caústico sentido del humor, que lleva décadas levantando ampollas en el Reino Unido por rozar siempre el mal gusto y el conflicto. Sus constantes meteduras de pata han hecho que la izquierda le considere un maleducado y la derecha, simplemente, un espíritu libre sin cortapisas. Meses después de su jubilación vio a un hombre de frondosa barba durante un paseo y preguntó a sus guardaespaldas: "¿Es ese un terrorista?". El reposo y el silencio, claramente, no son para él.
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