_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Palabros

En la Real Academia nos limitamos a recoger el estado de la lengua en un momento concreto, como el médico con un paciente. Nuestro paciente cambia cada minuto

Félix de Azúa
Un usuario busca en la página web de la Real Academia Española, versión para internet del Diccionario de la RAE.
Un usuario busca en la página web de la Real Academia Española, versión para internet del Diccionario de la RAE.Carlos Rosillo

Quienes trabajamos en la Real Academia pasamos horas discutiendo sobre palabras. Algunos somos de la casa en tanto que literatos o traductores, pero hay muchos profesionales: lexicógrafos, gramáticos, filólogos. Casi todas las palabras que entran en discusión son sugerencia de gente que consulta el uso y abuso de algún término, o propone cambios. El lenguaje es un organismo viviente, como los océanos y casi de igual tamaño. Cada día aparecen invenciones y equívocos. Recuerdo una sesión que se la llevó entera la palabra ‘peineta’ cuando va acompañada por el anular enhiesto. Épico.

Es frecuente que nos escriban exigiendo cambios. Tendencia que ha tomado gran ímpetu desde que el agravio se ha convertido en el modo de vida de mucha gente. El agraviado no soporta que el diccionario lo defina: sólo él sabe cómo debe ser definido. Sin embargo, quienes trabajamos en esa tarea no somos dueños de alterar o inventar por antojo. Nos limitamos a recoger el estado de la lengua en un momento concreto, como el médico con un paciente. Sólo que nuestro paciente cambia cada minuto.

La disputa suele establecerse entre aquellos académicos que quieren registrar todas las palabras que aparecen, sin dejar una sola fuera (los descriptivistas), y aquellos otros que prefieren rechazar las palabras que abaratan o ensucian el lenguaje (los prescriptivistas). Lo más curioso de los últimos años es que una minoría poderosa y rica quiere imponer su léxico sobre toda la población. Cuando un alto cargo político exige que se use el lenguaje según a él le apetece está actuando como un déspota ilustrado. Lo cierto es que sólo si la gente usa esos términos con normalidad puede entonces la RAE aceptarlos. Los académicos somos demócratas del logos.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

Félix de Azúa
Nació en Barcelona en 1944. Doctor en Filosofía y catedrático de Estética, es colaborador habitual del diario El País. Escritor experto en todos los géneros, su obra se caracteriza por un notable sentido del humor y una profunda capacidad de análisis. En junio de 2015, fue elegido miembro de la Real Academia Española para ocupar el sillón "H".

Más información

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_