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Columna
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El rock de la memoria histórica

Mientras se negocia con la extrema derecha, ¿dónde esconder la tan publicitada memoria de Adolfo Suárez, enemigo público número uno de los ultras?

Manuel Jabois
Pablo Casado y Adolfo Suárez Illana durante una visita a Dos Hermanas (Sevilla) en la última semana de campaña.
Pablo Casado y Adolfo Suárez Illana durante una visita a Dos Hermanas (Sevilla) en la última semana de campaña.Julio Muñoz (EFE)

Una de las incógnitas poselectorales más pintorescas para PP y Ciudadanos es saber qué van a hacer con Adolfo Suárez, tanto el muerto como el vivo. Los dos partidos han reivindicado para sí mismos la herencia del expresidente del Gobierno, sus sacrificios ideológicos para hacer la Transición, el espíritu de consenso y la encarnación que supuso, cuando España se cansó de odiarlo, su figura política: casi un mártir de aquello que él mismo ayudó a construir.

Hace dos años, las referencias de Ciudadanos eran tres: Suárez, Suárez y Suárez. Estaba en los discursos parlamentarios de Rivera y en la brújula de cualquier político naranja. “Encarna los valores que queremos trasladar: acuerdo, generosidad, compromiso, sacrificio personal, humildad. Son valores que impregnan el ADN de Ciudadanos desde su nacimiento, y es una referencia fundamental”, dijo el diputado Miguel Gutiérrez a EL PAÍS.

Casado se presentó del brazo del hijo, Adolfo Suárez Illana, en su victoria en las primarias. A un lado el hijo de Suárez y, al otro, el padre de Mari Luz Cortés, la niña de 5 años asesinada en 2008. Después, Casado creó la Fundación Libertad y Concordia; un organismo que presidiría Suárez Illana porque quién mejor que él para representar valores de concordia, libertad y etcétera. Una de las consecuencias del enamoramiento de Casado es que en Andalucía no quedó claro si se presentaba a las elecciones Moreno Bonilla o Suárez Illana. Quien haya seguido la campaña en redes se inclinaría por Suárez Illana; el Instagram del PP se divide entre imágenes de Casado posando con la bandera de España y otras ondeando a Suárez.

Aznar ya tiró en su momento del simbolismo de Suárez Illana; lo hizo candidato en 2003 de Castilla-La Mancha, Suárez se vistió de torero, fue aplastado por Bono y luego, como cuenta muerto de risa Gregorio Morán, exigió al partido que la próxima vez le dieran “manos libres”; en lugar de una vaquilla, torear tres, supongo.

Por supuesto, no hizo oposición ni medio minuto. Para Aznar, que se tiene en mucha consideración, aquel romance con Suárez Illana era como la boda de Michael Jackson con Lisa Marie Presley; como Suárez Illana ha crecido, a Casado se le ha quedado un imitador de Elvis. En cualquier caso, ni uno ni otro tuvieron al Elvis original, no digamos ya al Elvis de Jailhouse Rock. Tan apropiado en el PP actual.

Ramón Tamames contó en una ocasión una conversación entre Suárez y Franco en la que Suárez advierte al dictador de las consecuencias de las “leyes biológicas”: un día morirá, y habrá democracia. Alguien en el PP ha pensado que esas leyes biológicas dictaminan que los hijos siempre están a la altura de sus padres, y que la mera exhibición de los primeros transfiere por el aire sus valores.

En esto Ciudadanos ha sido más pudoroso: reivindica la memoria de Suárez. El PP, sin embargo, le ha puesto sueldo a esa memoria y la pasea por España. Los dos partidos, tan ricos en simbolismos, tienen ahora un pequeño problema. A Suárez, el traidor oficial del franquismo, la ultraderecha le escupió, le insultó y le amenazó: fue su enemigo número uno. La “referencia fundamental” y el “espíritu de concordia” de partidos arrimados a Vox, cuyos votos quiere encantado Ciudadanos y con el que Casado no descarta gobernar. Sólo con su desparpajo puede llevar en brazos al hijo de Suárez mientras pacta con los hijos ideológicos de Blas Piñar.

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Sobre la firma

Manuel Jabois
Es de Sanxenxo (Pontevedra) y aprendió el oficio de escribir en el periodismo local gracias a Diario de Pontevedra. Ha trabajado en El Mundo y Onda Cero. Colabora a diario en la Cadena Ser. Su última novela es 'Mirafiori' (2023). En EL PAÍS firma reportajes, crónicas, entrevistas y columnas.

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