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Columna
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Payasos gladiadores

Los políticos de las democracias occidentales se están volviendo más radicales que sus votantes

Víctor Lapuente
Santiago Abascal, líder del partido de extrema derecha Vox, el pasado domingo en Sevilla.
Santiago Abascal, líder del partido de extrema derecha Vox, el pasado domingo en Sevilla. JORGE GUERRERO (AFP)

Tenemos los políticos más preparados de la historia, pero también los más maleducados. Lo sufre estoicamente cada semana la presidenta del Congreso, Ana Pastor, portavoz de una forma de hacer política, moderada y respetuosa, que está siendo reemplazada en todo el mundo conocido por una política radical y grosera. ¿Por qué? ¿Cómo es posible que sociedades cada vez más formadas voten a representantes cada vez más polarizados? Hemos estudiado más años que cualquier otra generación de la historia. Pero, cuando podríamos tomarnos la política más en serio, votamos más que nunca a payasos.

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En esta deriva, los medios desempeñan un papel, pero hay una dinámica más perversa detrás de esta tabernalización del Parlamento. Sus señorías ya no están pendientes de las sosegadas crónicas periodísticas del día siguiente alabando su oratoria, sino de las precipitadas conexiones televisivas y tuits del minuto presente. Los espectadores preferimos ingerir esta política de insultos y (amagos de) escupitajos que, como la comida rápida, nos inunda el cerebro de azúcar. Y nos hace dependientes. Los artículos y reportajes de cocción lenta son verdura: más nutritiva, pero menos atractiva.

Tenemos un problema dietético, de malos hábitos en el consumo de la política promovidos por una industria mediática que nos ha vuelto adictos a los mensajes inmediatos. Pero también es un problema de la materia prima: los políticos son distintos a los de hace una o dos generaciones.

Hay muchos políticos reflexivos y comedidos. Y casi todos están movidos por una sincera vocación de servicio público. Pero los políticos de las democracias occidentales se están volviendo más radicales que sus votantes. Hace unos años, pocos expertos dudaban de la validez del teorema del votante mediano, según el cual los políticos buscan el centro, porque es ahí donde se concentran la mayoría de votantes.

Pero datos empíricos y experimentos recientes sugieren que la polarización es una estrategia más eficiente cuando, como ocurre ahora, es relativamente fácil entrar en política. Los nuevos jugadores, de Trump a Vox, pasando por Alternativa para Alemania, se incorporan a la política por los extremos. Las personas de ideología moderada se lo piensan mucho más antes de meterse en una jungla tan cruelmente competitiva. Solo los más sedientos de sangre, poder o fama pasajera se lanzan a la arena.

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