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EDITORIAL
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Terremoto andaluz

El resultado de las elecciones cambia el panorama político nacional

Susana Díaz, después de conocer los resultados. En vídeo, la líder andaluza hace un llamamiento de unión contra la extrema derecha.Vídeo: Alejandro Ruesga
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Electoral earthquake in Andalusia

Las urnas han arrojado en Andalucía un resultado que complica extraordinariamente la gobernabilidad y que da un vuelco al sistema político: la irrupción de un quinto partido, el ultraderechista Vox, no solo fragmenta aún más el voto de la derecha, sino que transforma el equilibrio de las fuerzas políticas en toda España, que entran en un pentapartidismo. La pura aritmética convierte en imposible repetir los apoyos con los que ha gobernado Susana Díaz y la lectura nacional de estos resultados hace muy difícil imaginar que Ciudadanos y Adelante Andalucía —la marca de Podemos en la comunidad— unan sus fuerzas para que la presidenta andaluza repita en el palacio de San Telmo.

Después de 36 años de gobierno socialista ininterrumpido en Andalucía, se acaba una larguísima época en la comunidad autónoma más poblada de España (8,4 millones de habitantes), granero tradicional de votos del PSOE. Pese a que los socialistas han vuelto a ganar las elecciones, los resultados representan una debacle imposible de disimular para el partido de Susana Díaz, que pasa de 47 escaños a tan solo 33. Considerando que el PSOE gobierna desde la Transición, la responsabilidad de este hundimiento recae ante todo en su propia gestión, a la que han dado la espalda los andaluces.

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Además, la participación, la segunda más baja en unas elecciones autonómicas en la región, indica una desmovilización del electorado de izquierdas y una clara subida de los votantes de derechas. Si algo demuestran estos comicios es el aumento más que significativo del voto conservador, que tendrá consecuencias en todo el Estado. Andalucía, y a través de ella España, ya no es distinta en esto a los principales países del entorno. Aparece en las instituciones democráticas, nada menos que con 12 escaños y casi un 11% del voto, un partido ultraderechista de perfil todavía difuso, pero que entronca tanto con el más radical nacionalismo español como con la subida en el contexto europeo de formaciones excéntricas como el Frente Nacional de Marine Le Pen —que se ha apresurado a felicitar a su líder—, Matteo Salvini en Italia o Alternativa por Alemania. Vox no es un partido andaluz, sino que tiene ambiciones estatales y su llegada al Parlamento autónomo condicionará un año en el que se celebrarán elecciones autonómicas, municipales, europeas y, posiblemente, generales. La duda está todavía en saber si se nutre solo de los votos del nacionalismo más extremo, movilizado por la crisis catalana, o si ha sido capaz de morder en otros electorados sensibles también al desafío del procès: representaría el síntoma más radical de la crisis catalana en el sistema de partidos.

El PP se sostiene como segunda formación y ha logrado frenar el sorpasso al que aspiraba Ciudadanos, pero este último partido se le acerca aún más y le echa el aliento en el cuello, ya que los populares han sufrido una significativa sangría de votos mientras que la fuerza de Albert Rivera se alza como tercer grupo al pasar de 9 a 21 escaños, apuntalando sus liderazgos nacionales. Todavía queda partido en el seno de la derecha.

Adelante Andalucía logra un resultado decepcionante para las aspiraciones que se habían planteado sus dirigentes y para las expectativas que se habían generado, y no puede aspirar ya a convertirse con sus votos en un partido bisagra ni a garantizar la gobernabilidad.

Los resultados complican cualquier cálculo nacional que pueda tener el presidente Pedro Sánchez, que tras la debacle socialista aumenta su debilidad. Asimismo, marcan una clara tendencia de giro hacia la derecha y, en algunos casos, hacia la derecha más extrema. Las formaciones conservadoras se encuentran con un electorado más fragmentado, pero no deberían tratar a Vox como un partido más dentro del sistema, sino como quienes defienden una ideología que desdeña las instituciones democráticas. Lo peor que podría ocurrir es que el éxito de Vox haga pensar a otros que deben seguir su camino. Esto representaría la mayor debacle del terremoto andaluz.

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