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Coordinado por Gonzalo Fanjul y Patricia Páez

España no es diferente, pero usted puede serlo

El populismo antinmigración, clave en las elecciones andaluzas

Gonzalo Fanjul
Santiago Abascal y Francisco Serrano: bienvenidos a la nueva Europa.
Santiago Abascal y Francisco Serrano: bienvenidos a la nueva Europa.Rafa Alcaide. (EFE)

La irrupción de Vox en el parlamento andaluz demuestra un hecho simple: si se trata de comprender, blanquear y publicitar las posiciones del populismo de extrema derecha, mejor votar al original.

Durante esta campaña, Ciudadanos y el Partido Popular han trabajado duro por espolear algunos temores oscuros de los votantes andaluces, desde la amenaza separatista a la inmigración fuera de control. Nada diferente de lo que llevan haciendo en el resto de España durante meses o incluso años. Pero, al menos en el caso de la inmigración, que conozco bien, lo han hecho sobre la base de un discurso mentiroso y la construcción de una identidad nacional por oposición a otros. Exactamente el mismo juego que está dando pingües resultados electorales en el resto de Europa, donde la vulnerabilidad social deriva en miedo y el miedo en involución.

Si España fue en algún momento diferente, está claro que ya ha dejado de serlo.

Créanme que nos duele tener razón, pero desde porCausa llevamos dos años advirtiendo sobre este riesgo. Durante este tiempo hemos aprendido dos lecciones por encima de cualquier otra: la primera es que el fenómeno de la antinmigración es una mancha de aceite que parte de los movimientos abiertamente xenófobos, pero que cobra verdadera fuerza cuando contamina a los partidos más tradicionales o centrados. Los contamina cambiando mentiras por votos –como ha hecho Pablo Casado– o escondiéndose en un agujero hasta que pase la tormenta –como está haciendo la socialdemocracia en medio continente–.

La segunda es que la idea clásica de la ultraderecha española –cuatro fantoches con boina de requeté y melancolía franquista– encaja mal con este fenómeno. Los 400.000 votos que ha recibido Vox en Andalucía provienen de un espectro social infinitamente más diverso, y que comparte poco más que el miedo a lo que vendrá. Pero el miedo es un aglutinador poderoso, y los partidos tradicionales se han demostrado incapaces de ofrecer la esperanza que podría inocularlo.

Ahora estamos entrampados en un agujero del que no sé cuándo demonios vamos a salir. Pero sí tengo una certeza: como en la Hungría de Orbán, el Brasil de Bolsonaro o los EEUU de Trump, solo un debate público informado, basado en hechos, que trate a los ciudadanos como adultos y agentes de cambio, nos permitirá ofrecer alternativas compatibles con la dignidad humana. Y eso me reafirma más que nunca en la importancia del trabajo que estamos haciendo.

El debate sobre las migraciones va sacar lo peor y lo mejor de nuestra sociedad. Elijan ustedes de qué lado están.

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