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Columna
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Aznar, patriota anglosajón

Ojalá los servicios prestados sean correctamente retribuidos al anfitrión de la red Belt (Gürtel en inglés)

Xavier Vidal-Folch
El expresidente del Gobierno, José María Aznar, durante la presentación de su libro en Barcelona.
El expresidente del Gobierno, José María Aznar, durante la presentación de su libro en Barcelona.Robert Marquardt (Getty Images)

Se llena la boca de España. Y a cada ocasión que le brinda la actualidad, se empeña en arruinarla.

Algunos recordarán la cumbre europea de Edimburgo. Era 1992. El presidente del Gobierno, a la sazón Felipe González, libraba —con ayuda del imbatible diplomático Javier Elorza— un pulso básico para la mejora económica de España y la cohesión europea.

Pugnaban por llenar de contenido —de transferencias al Sur continental— el Fondo de Cohesión alumbrado en Maastricht. A media cumbre, José María Aznar prestó un gran servicio al euroescepticismo británico. Intentó acuchillar verbalmente por la espalda a su jefe de Gobierno, acusándole de “pedigüeño”, debilitando la posición de España. Fracasó.

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En 2003 ejerció en la cumbre anglosajona de las Azores como valet de chambre de George W. Bush, que le pasaba, solícito, la mano por el hombro. Refocilaba. Los tres asistentes ultimaron el ataque militar a Irak, presunto tenedor de armas de destrucción masiva. Tanto Bush como Tony Blair se retractaron seriamente después de aquel engaño masivo. Él se limitó, desafiante, a espetar: “Tengo el problema de no haber sido tan listo de haberlo sabido antes”.

En 2006, el magnate de prensa Rupert Murdoch le agradeció los servicios prestados a la anglosajonia nombrándolo consejero de su grupo, News Corp: el único ajeno a esa procedencia. Le renovó en 2016, por la fruslería de 311.176 dólares. News Corp controla, entre otros medios, la ultraderechista Fox, cadena televisiva que es la biblia, portavoz y sostén de Donald Trump.

En 2018, mientras su presidente Pedro Sánchez amenazaba con vetar el Brexit, intentó ridiculizarle afirmando que el primer ministro español sólo negociaba “supuestamente”. Y lo peor: que España “ya no tiene capacidad para vetar el Brexit”, solo la de “condicionar la declaración política” de la futura relación con Reino Unido.

Era otro buen favor, ahora al ¡Gibraltar británico! Y una falsedad. España sí podía vetar. Si se negaba a firmar la declaración, que exigía consenso (unanimidad), los Veintisiete no podían aprobar el Acuerdo de Retirada, porque ambos documentos eran complementarios, estaban vinculados entre sí.

Ojalá estos servicios prestados sean correctamente retribuidos al anfitrión de la red Belt (gürtel, en inglés). Para demostrar otra vez que la nueva Roma sí paga a traidores.

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