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Columna
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La lengua nacional

Hoy el PNV apunta nuevamente a la soberanía, pero desde la conquista de la sociedad

Antonio Elorza
Más de 2.800 barakaldeses se han sumado hasta la fecha a participar en la iniciativa Euskaraldia.
Más de 2.800 barakaldeses se han sumado hasta la fecha a participar en la iniciativa Euskaraldia. Europa Press

Suele olvidarse que si ha existido un partido gramsciano en nuestro país, este es el PNV. Aun a pesar de su extrema rigidez doctrinal, su fundador Sabino Arana, fiel a las enseñanzas de la Compañía de Jesús, percibió la exigencia de adecuar el dominio político buscado de su lengua nacional —que nunca llegó a hablar con soltura— a una realidad social de abierto retroceso en cuanto a su uso y conocimiento en zonas urbanas. Lo esencial era crear la diferencia y para ello, mientras creaba un euskara de laboratorio, cortado del erdera, del castellano, percibió que una propaganda en vascuence le aislaba de los patriotas hispanohablantes; así que promovió un castellano euskerizado que ya ha sido incluso asumido y oficializado en España. Faltaba la socialización del euskara, su enseñanza y su uso, emprendidas hasta 1936, en el marco de la concepción del nacionalismo como “un pueblo en marcha”.

El golpe del franquismo fue duro, pero el idioma resistió, minoritario. El símbolo de la exigencia de recuperación fue una canción de Urko (Josean Larrañaga), que incluía el presente del verbo ser en euskara como ilustración de su título Guk euskaraz, zu zergatik ez? (Nosotros, en euskera; ¿tú, por qué no?). Desde entonces, es conocido el avance del idioma, impulsado por la prioridad en el sistema educativo y las ventajas laborales, superando el difícil aprendizaje. Hasta que en el viraje independentista de Ibarretxe, se convirtió en núcleo de la definición de ese pueblo vasco mítico que desde ocho mil años atrás lo habló, frente al cerco exterior, entonces de los capsienses. Menos mal que a partir del neolítico el homo pirenaicus vasco, según contaba alguien en broma, no estuvo solo, acompañándole la vaca pirenaica.

Hoy el PNV apunta nuevamente a la soberanía, pero desde la conquista de la sociedad. En ello se inscribe la iniciativa de Euskaraldia, de generalización del uso del euskara cuando aún media población vasca lo ignora. Por once días, siguiendo el patrón futbolístico, ahora que nuestro Athletic agoniza. Dos pins en la solapa, dos posiciones: Ahobizi, vive en la boca, pro-uso por los euskaldunes; Belarriprest, oídos preparados, disposición para aprenderlo y usarlo por los castellanohablantes.

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La invitación es amable. El contenido lo es menos, según sugiere el Belarriprest, que permite al que-no-sabe mostrar con la chapa su deseo de incorporarse al auténtico colectivo vasco, contrapunto del discriminatorio Belarrimocha (transferido de la raza sabiniana a la lengua). Lo ilustran aquellos tenderos que quieren solo dependientas vascohablantes y unos incentivos que sobre el ejemplo catalán, con los pins de identificación, marginan de la nación a quienes desean seguir en una sociedad bilingüe.

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