La viuda de Pavarotti: “Él me advirtió de que todos pensarían que iba detrás de su dinero”
La esposa del tenor cuenta, 11 años después de su muerte, detalles íntimos de su matrimonio y cómo es su vida ahora
Luciano Pavarotti (1935-2007), uno de los tenores de ópera más conocidos de la historia, fue un hombre que vivió una vida sin parangón. Cantó a pleno pulmón, comió todo lo que le apeteció y amó con toda el alma a dos mujeres a lo largo de su vida. Nicoletta Mantovani, la segunda esposa del italiano, se abre al periódico británico The Sunday Times, 11 años después de su muerte, para contar detalles de su vida juntos.
Después de 39 años de matrimonio con su primera esposa, Adua, Pavarotti se enamoró perdidamente de una estudiante que asistía a la Universidad de Bolonia en la década de los noventa. Su nombre era Nicoletta Mantovani, una joven de poco más de 20 años que ayudaba al tenor en la organización de un evento que el italiano celebraba cada año. A pesar de la gran diferencia de edad —34 años—, Pavarotti no dudó un segundo en conquistar a la boloñesa. "Llevábamos poco tiempo trabajando juntos cuando me dijo que me fuera con él unos días a Suiza. Le dije que no y me contestó: 'Entonces ven al aeropuerto a despedirme', y yo acepté. Un minuto después de verlo partir, tomé el siguiente vuelo para reunirme con él", confiesa Mantovani.
Desde el inicio de su relación, la italiana tuvo que lidiar con las continuas críticas por parte del entorno de la leyenda de la ópera y con una imagen de cazafortunas, algo que el intérprete previó desde el principio. "Él me advirtió de que todos pensarían que yo iba detrás de su dinero", cuenta la viuda, que ahora tiene 48 años. "Me preguntó si estaba preparada para ser vista como una mala persona", revela.
Pero a pesar de su unión poco convencional, Pavarotti nunca dudó en defender a su esposa de todo y de todos. "Todo el mundo quería que explicara qué era lo que tanto le gustaba de mí, y él respondía: 'Si puedes explicar el amor, entonces no es amor", detalla. "Él era mi ángel guardián, protegiéndome de todo lo que decía la gente".
Poco después de cumplir un año junto al cantante, Mantovani fue diagnosticada de esclerosis múltiple y los médicos le dijeron que era cuestión de tiempo que tuviera que utilizar una silla de ruedas para moverse. "Le dije a Luciano que ya no podía seguir con él porque me iba a convertir en una carga enorme. Él me dijo: 'Hasta ahora te amaba, pero a partir de ahora te adoro, y juntos vamos a sobrellevar esto", cuenta la boloñesa. Y a pesar de que los especialistas le aseguraron que no podría tener hijos, en 2003 dio a luz a mellizos: Riccardo y Alice. El niño, sin embargo, no pudo soportar el nacimiento prematuro y murió al poco tiempo. Tres meses después, la pareja se casó.
Afortunadamente los avances médicos lograron que no se cumplieran los peores pronósticos sobre Nicoletta, pero años después sería un cáncer de páncreas el que volvería a poner a prueba la resistencia del matrimonio, esta vez afectando a Luciano. Durante la enfermedad del tenor, y en medio de rumores de crisis conyugal, Pavarotti siempre intentó mantener la mente positiva y no dejarse vencer. "Tratábamos de mantenernos positivos porque Alice era aún muy pequeña. Lidiamos con su enfermedad como con la mía. Él siempre se mantuvo fuerte por el bien de todos los demás", apunta la boloñesa.
Pero esa no es la forma que a Mantovani le gusta recordar a su esposo. Si bien ella destaca todos los obstáculos que atravesaron juntos, prefiere centrarse en las alegres memorias que le dejaron esos 14 años de relación. "Yo siempre estaba tratando de ponerlo a dieta. Teníamos grandes peleas al respecto, pero eran divertidas", afirma la italiana. "Él aprovechaba para pedirme que no le cantara más a Alice porque decía que mi voz era tan mala que destruiría sus oídos. Al principio él decía que todos podían cantar y trató de enseñarme. Pero luego dijo: 'Hay una excepción a toda regla y tú eres la excepción", agrega.
Otro de los aspectos que quedaron grabados en la memoria de la viuda fue la afición del tenor por la comida. "Estaba obsesionado con un vino particular, un vinagre en particular, un salami particular y su propia pasta. Donde fuera que viajase por el mundo, su equipo tenía que esconder comida de contrabando en su equipaje", revela la boloñesa, antes de recordar que ella siempre era la persona a la que descubrían con el queso escondido en la maleta.
Actualmente Mantovani vive en Bolonia junto a Alice (que ahora tiene 15 años), e intenta mantener vivo el recuerdo y el legado de su esposo. Lo hace a través de la fundación que lleva su nombre y de la casa en la que vivían en Módena, que ahora se ha convertido en museo y restaurante, donde se albergan sus pinturas, sus anotaciones, sus trajes y su música. "Siento que es un lugar donde la gente se puede relajar porque lo sienten presente", afirma la italiana. "A él le encantaba la vida, tenía una presencia muy positiva, siempre tratando de sacar lo mejor de ti. Cuando nos dejó, una parte de mí se fue con él", admite. "Aún ahora sigo extrañando sus abrazos de oso panda".
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