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Columna
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Perversos

Contra la infección fascista y sus sacristanes, contra el mito de nación e identidad, la única medicina es administrar inteligencia ilustrada

Félix de Azúa
Ingmar Bergman, hijo de pastor luterano, relejó en sus obras la educación estricta que había recibido.
Ingmar Bergman, hijo de pastor luterano, relejó en sus obras la educación estricta que había recibido.Luis Magán

No conozco ningún estudio que explique o cuando menos examine los periodos en que las sociedades europeas enloquecieron de odio y estupidez. El arte y la literatura, en cambio, los han tratado con altura. Recuerdo cómo me impresionaron aquellos pastores calvinistas o presbiterianos o vaya usted a saber qué, de las películas de Dreyer y de Bergman. Cómo se hacía evidente que el deseo de castigar y torturar a sus semejantes era mucho mayor que el de ayudarles a alcanzar el sosiego y la lucidez. Esa pulsión sádica ataviada de bondad religiosa era, finalmente, un método perverso para mantener el poder como tiranos legales de las almas y los cuerpos de aquellos infelices que creían en la Reforma luterana.

No es preciso hablar de otras sectas cristianas que han practicado la abducción y opresión de las almas pías, tanto en tiempos antiguos como modernos. El Tercer Reich no fue sino un momento extremo de esa perversión del poder religioso, en este caso con la nación y la raza como divinidades. Es un poder retorcido, pero vestido de blanco, que aún tortura entre nosotros y cuyo auge en la Europa parafascista (que sigue creciendo) es la mayor amenaza contra la libertad y la razón que dejamos a nuestros herederos.

Pero hay otras formas sutiles de aspirar al poder. Son esos fanáticos codiciosos que se esconden tras decenas de grupos que exigen unos privilegios a los que las personas así llamadas “normales” no tienen derecho. De nuevo es el perverso proceso que hace de las supuestas víctimas unos verdugos cubiertos con el ropaje de la santidad y el pastoreo. Contra la infección fascista y sus sacristanes, contra el mito de nación e identidad, la única medicina es administrar inteligencia ilustrada. Pero sólo a los individuos.

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Sobre la firma

Félix de Azúa
Nació en Barcelona en 1944. Doctor en Filosofía y catedrático de Estética, es colaborador habitual del diario El País. Escritor experto en todos los géneros, su obra se caracteriza por un notable sentido del humor y una profunda capacidad de análisis. En junio de 2015, fue elegido miembro de la Real Academia Española para ocupar el sillón "H".

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