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Columna
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Mística

Existen innumerables variaciones y posibilidades, pero póngase cómodo, relájese y elija la que esté más a su alcance en ese momento

Manuel Vicent
Un turista mira la puesta de sol en el Cabo Greco cerca de Ayia Napa, Chipre.
Un turista mira la puesta de sol en el Cabo Greco cerca de Ayia Napa, Chipre.YIANNIS KOURTOGLOU / REUTERS

Existe un método de salvación al alcance de cualquiera que pretenda desintoxicarse de la basura política y moral que nos vemos obligados a tragar cada día. Se trata de huir hacia adentro en busca de ese vértice del espíritu en el que los cinco sentidos corporales, como vías del conocimiento, confluyen y se transforman en una sensación única de plenitud y bienestar. Para coronar esa cima no es necesario ponerse en manos de un maestro venerable en el Tíbet, puesto que los materiales de esa escalada espiritual los proporciona la propia naturaleza de forma gratuita. No hay que realizar un esfuerzo especial que no sea placentero; solo se requiere cierta práctica y un poco de concentración. Existen innumerables variaciones y posibilidades, pero póngase cómodo, relájese y elija la que esté más a su alcance en ese momento. Elija, por ejemplo, una bonita puesta de sol frente al mar, de forma que su mirada se sacie con todos los matices de la luz mientras acaricia con la yema de los dedos la copa de su licor preferido que tiene en la mano. Atienda al sonido profundo del oleaje y al ligero aroma de algas que le trae la brisa cargada de sal. Incorpore esas sensaciones a su conciencia. Siga concentrado. Ya son cuatro los sentidos que han sido capturados. Solo queda uno, el gusto, que actuará de disolvente para fundirlos en un punto de su memoria. Según Aristóteles, la memoria también es una vía del conocimiento. Cuando el licor fluya sobre la lengua deberá convocar un recuerdo agradable, tal vez unas palabras de amor o las risas de un verano o aquel éxito del que se siente orgulloso. Si añade a la dulzura del licor esa memoria feliz unida a los cinco sentidos, sentirá en la mente un placer explosivo, que por un momento le liberará de toda la mierda política y moral que le rodea. Esa es la mística pagana de salvación.

 

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Sobre la firma

Manuel Vicent
Escritor y periodista. Ganador, entre otros, de los premios de novela Alfaguara y Nadal. Como periodista empezó en el diario 'Madrid' y las revistas 'Hermano Lobo' y 'Triunfo'. Se incorporó a EL PAÍS como cronista parlamentario. Desde entonces ha publicado artículos, crónicas de viajes, reportajes y daguerrotipos de diferentes personalidades.

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