Gente con mala uva
Cada lector podrá extraer su moraleja
No es difícil averiguar la identidad de la víctima, pero un periódico debería satisfacer las convenciones jurídicas, así que le llamaremos V, por víctima. En un sentido literario sería mejor llamarle doctor V, pero no podemos, porque V todavía está haciendo su doctorado en la Queen’s University de Kingston, Canadá. De momento, solo podemos llamarle licenciado V, como gustan de hacer los mexicanos para marcar distancias.
Bien, pues el 8 de enero pasado el licenciado V se dispuso a comer una porción de tarta de manzana que se había traído de casa. Al segundo bocado se dio cuenta de que aquello tenía un sabor amargo y asqueroso, el tipo de agresión que uno no se espera de una tarta de manzana. Su olfato estaba en lo cierto, porque en solo unas horas el licenciado V estaba vomitando como la niña de El exorcista y haciendo todo lo demás que se pueda hacer en un retrete.
Solo una semana después le volvió a pasar lo mismo con otra porción de tarta de manzana. El primer bocado sabía normal, pero al progresar hacia el centro la cosa se ponía amarga y extraña. El licenciado V se quitó enseguida de la tarta de manzana, pero, otra vez a la semana siguiente, fue su pan de pasas con azúcar de canela, un clásico de la gastronomía de los Países Bajos, el que volvió a impregnar su lengua con la misma amargura. Reparó entonces en que sus botellas de agua tenían un sabor parecido.
¿Qué haría un científico ante esta situación? Bueno, lo que hizo el licenciado V fue poner una cámara mientras se iba a una reunión y pillar al culpable de envenenar su comida. Se trataba nada menos que de su colega Zijie Wang, con quien había compartido la habitación durante la primera mitad de 2017. En fin, el vídeo logró así interesar a la policía de Queen, que en unos meses averiguó que el veneno que había usado Wang era NDMA (dimetilnitrosamina), un tóxico que se usa en los laboratorios para generar tumores de hígado en las ratas. Esta es una labor esencial para investigar fármacos contra ese cáncer, pero nadie había previsto su uso como estimulante de la competitividad entre colegas. Y eso que había precedentes.
En 2013, el científico Lin Shenao, de la Universidad Fudan, en Shanghái, fue acusado de asesinar con NDMA a su colega Huang Yang. El proceso duró dos años y acabó con la ejecución de Lin. Balance, dos muertos. Hasta la Wikipedia tiene una entrada sobre este caso, aunque solo en chino clásico, chino moderno e inglés. Bastaría añadir al NDMA una dosis de sociedades secretas y farolillos chinos para convertir este par de sucesos en una novela del género.
The Queen’s University Journal, una notable gaceta universitaria fundada en 1873, ha hecho un seguimiento del juicio contra Wang, el nuevo envenenador de la ciudad canadiense. Tiene incluso uno de esos bocetos judiciales en que salen Wang y sus abogados. No deja de tener gracia que los juzgados prohíban hacer fotos mientras dejan pasar a unos dibujantes que son más penetrantes que la cámara. Según esta fuente universitaria, al licenciado V le acaban de salir dos bultos en el pecho, y pasará el resto de su vida agobiado por la posibilidad de desarrollar un cáncer, tal vez de hígado, tal vez fatal. Se ha comido una sustancia diseñada para provocarlo. Aunque siga vivo, puede llegar a ser la segunda víctima mortal del NDMA. Un planazo.
Cada lector podrá extraer su moraleja. La mía es que hay gente con muy mala uva.
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