Falsificar el pasado
En un artículo publicado en EL PAÍS (La nueva memoria), José María Ruiz Soroa me acusa de incurrir en una “sutil pero relevante falsificación del pasado” porque, en mi novela Soldados de Salamina, presentaba a un soldado republicano comunista como un defensor de la democracia durante la Guerra Civil. Dado que en todo este tiempo ningún historiador se ha animado a rectificar semejante afirmación, me veo obligado a hacerlo yo. Es evidente que en los años treinta los comunistas españoles no creían en la democracia, pero no es menos evidente que muchos —entre ellos, el protagonista de mi novela— lucharon por la II República, que era una democracia: una democracia frágil, escasa e imperfecta (todas lo son), pero al fin y al cabo una democracia. Esto significa que, aunque no fueran demócratas, esos combatientes comunistas defendieron con las armas la democracia, igual que poco después lo hicieron tantos otros comunistas contemporáneos suyos, en Francia o en Italia; también significa que no soy yo sino el señor Ruiz Soroa quien falsifica el pasado de manera relevante, aunque no precisamente sutil.
Javier Cercas
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