_
_
_
_

Marta Sanz, la escritora de lo desagradable

La autora madrileña habla de lo íntimo, pero siempre desemboca en aquello que nos incumbe a todos y que tiene que ver con nuestro lado oscuro

Marta Sanz es la amabilidad en persona. Luego uno abre sus libros y la amabilidad desaparece.
Marta Sanz es la amabilidad en persona. Luego uno abre sus libros y la amabilidad desaparece.Ana Nance

A veces hay que leer a Marta Sanz (Madrid, 1967) cubriéndose parcialmente los ojos con las manos. Como cuando en las películas de miedo están a punto de cargarse a alguien y no quieres mirar, pero te puede el morbo. Solo que ella no necesita tirar de fenómenos paranormales para hacer trizas al lector. Le vale con retratar la oscuridad silenciosa que envuelve lo cotidiano. ¿Quién es esta mujer que parece sacar cada coma de lo más profundo de sus entrañas? Cuando aparece, la escritora de lo desagradable resulta ser la persona más agradable del mundo. En octubre publicó Monstruas y centauras, ensayo sobre las razones de la huelga feminista del 8-M, en el que se defiende que “la contradicción y la duda no deberían ser un motivo para paralizarse políticamente”.

De 'Amor fou' se ha dicho que es el libro por el que casi deja de escribir. ¿Por qué se le enquistó tanto esa novela? Ese texto es la historia de un buen amor. La reivindicación de un amor tranquilo, a través de la que en 2004 reconstruyo un mundo que veo que se avecina. Sin embargo, cuando lo acabo me encuentro con un montón de editores que me dicen que es un libro muy comprometido, que cuenta cosas de difícil digestión, tanto en la forma como en el fondo, y que además requiere de un lector muy activo que sepa rellenar los huecos.

Entiendo que es en ese momento de rechazo cuando se viene abajo. Como escritora, no sé separar el fondo de la forma. Si quieres escribir un libro que intente visibilizar las zonas más oscuras del mundo, eso cristaliza en una forma intrépida que puede generar incomodidad en los lectores. Desde la perspectiva de una editorial, que lo que va buscando es complacer para vender, era lógico que dijeran que no. Pero me hace plantearme que, si a través de la literatura no puedo hablar de las cosas que me conciernen a mí y a todos, ¿para qué quiero yo escribir? ¿Es solamente un acto de vanidad, una manera de figurar?

"Soy muy templada y muy autocensurada en todos los territorios de mi vida. Pero la literatura es el espacio donde cristalizan todas las violencias y los demonios. Me niego a autocensurarme en la literatura"

Finalmente, La Pereza lo publicó en 2013 y Anagrama lo ha reeditado este año. ¿Qué tiene el texto para no haberse quedado en un cajón? Lo curioso es que lo que hace una década era una distopía se ha convertido en una novela realista. Me siento un poquito bruja. Al revisarlo me he dado cuenta de que se habla de realidades como la agorafobia y la gentrificación sin mencionarlas como tal, porque en 2004 no existían esas palabras. Además, en el libro se alude a la idea de que lo personal es político: las vidas cotidianas, las intimidades de cada uno de los personajes acaban remitiendo a algo mucho más general.

Otro aspecto que llama la atención es la presencia de lo físico en las descripciones (“Lala es una respiración, un beso de saliva…”). Siempre activo la metáfora de que el texto es un cuerpo y viceversa. El cuerpo es un texto en el que se te quedan marcadas todas las cosas que has vivido, pero, a la vez, el texto literario se desestructura por efecto del dolor del cuerpo, o se llena de referencias sensoriales. En el mundo de las ausencias, de los espejos, de las pantallas de los ordenadores, lo que tenemos que intentar no perder nunca es la fisicidad. La posibilidad de tocarnos, la temperatura, la textura de las pieles.

Hablando de pieles, la protagonista habla de penes ocultos en pantalones de lino sin ningún pudor. ¿Guiño a la liberación feminista? La sexualización activa de la mujer es algo que se repite en todas mis novelas. Sin darnos cuenta, a veces nosotras impostamos maneras de mirar que son machistas. En mis personajes he intentado dibujar a ese tipo de mujer que se rebela contra esa parte invisible de su formación. Lo que espero del feminismo es que de verdad sea una palanca de cambio para resolver muchas de las desigualdades sistémicas y de clase.

Una última y nos vamos. ¿Lucha mucho para no autocensurarse? Soy una persona muy templada y muy autocensurada en todos los territorios de mi vida. Pero la literatura es el espacio donde cristalizan todas las violencias, los demonios de la vida privada que devienen de la vida pública. Me niego a autocensurarme en la literatura. No me da la gana.

Suscríbete para seguir leyendo

Lee sin límites
_

Más información

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_