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COLUMNA
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Andalucía: 40 años esperando a Godot

El PP debería dejar de preguntarse ¿por qué no hay alternancia? y cambiar a ¿por qué no somos capaces de la alternancia?

Teodoro León Gross
La diputada del PP Isabel García Tejerina atendiendo a los medios el pasado 18 de octubre en los pasillos del Congreso.
La diputada del PP Isabel García Tejerina atendiendo a los medios el pasado 18 de octubre en los pasillos del Congreso. Mariscal (EFE)

La alternancia es un síntoma de salud democrática. Aceptemos el axioma básico. Claro que la alternancia tiene un requisito: para que un partido pierda el poder, otro debe ganar las elecciones. Y esta semana se ha vuelto a constatar que el PP se empeña en fracasar. Una vez más afrontan la campaña con ruido bien aprovechado por los socialistas para airear el desprecio supremacista de la derecha. Aunque Tejerina no buscase una caricatura ofensiva, pecó de miopía o bisoñez, porque llueve sobre mojado. El PP ha incurrido ya en muchos casos —Aguirre, Mato, Oreja, Aparicio, Sánchez Camacho…— y siempre atacando el nivel cultural, la educación o el habla. Hay un evidente supremacismo arraigado ahí. La caricatura era Ana Mato hablando de niños analfabetos dando clase en el suelo. Una y otra vez lo ponen fácil, y tanto más si su portacoz García Egea se suma al debate proclamando que Andalucía gasta más en putas que en escuelas. Esa barrabasada es combustible de primera para la maquinaria de propaganda de Su Susanísima.

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Contra la hipótesis de no ganar en Andalucía por incapacidad, el PP culpa al clientelismo. Es un debate interesante. ¿Hay clientelismo en Andalucía? Sin duda, mucho. En realidad, en todas las autonomías, pues son administraciones de gasto. Los presupuestos han abonado clientelarmente el pujolismo, el fraguismo o el esplendor del chavismo, cuyos escándalos se juzgan ahora, como tantos otros ismos. Eso explica que haya alternancia en Moncloa en una de cada tres elecciones, pero en las autonómicas cae del 10%. Castilla y León, chez Tejerina, lleva más de tres décadas ininterrumpidamente gobernada por el PP. ¿Ahí no hay que denunciar falta de alternancia? No se lo oirán ni al PP ni a sus palmeros. En realidad, salvo Aragón y Cantabria, y también Baleares o Navarra, la falta de alternancia es la norma. En Euskadi solo una vez ha dejado de gobernar el PNV; y lo mismo los convergentes en Cataluña, aunque por dos legislaturas. En Madrid, una sola vez y ya van para XXV Años de Paz con el PP. En Valencia permaneció 20 años incluso con el cenagal. Al menos en 13 comunidades ha habido dominios de dos décadas. Andalucía no es un hito excepcional; sólo más excepcional.

El PP reclama la alternancia como si fuera un derecho, y por tanto como si el PSOE usurpara el poder. Esa es una tentación peligrosa por contraproducente: nutre precisamente el imaginario que ya les hace perder. Cuando llegó el PSOE, Andalucía era, como titulaba Burgos, el tercer mundo. La gente no se compara con el norte, porque saben de dónde vienen, sobre todo en el interior más agraviado históricamente por la desigualdad. De ahí la paradoja de la satisfacción: ser últimos en las estadísticas no les impide valorar el cambio. El PP nunca ha logrado romper eso. Desde luego Juanma Moreno ha trabajado mejor que nunca, de ahí su desolación con el ruido. Pero en todo caso el PP debería dejar de preguntarse ¿por qué no hay alternancia? y cambiar a ¿por qué no somos capaces de traer la alternancia? Llevamos décadas esperándolos como quien espera a Godot.

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Sobre la firma

Teodoro León Gross
Málaga, 1966. Columnista en El País desde 2017, también Joly, antes El Mundo y Vocento; comentarista en Cadena SER; director de Mesa de Análisis en Canal Sur. Profesor Titular de Comunicación (UMA), licenciado en Filología, doctor en Periodismo. Libros como El artículo de opinión o El periodismo débil... Investigador en el sistema de medios.

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