El retorno del eje izquierda-derecha
Sánchez ha optado por mirar para otro lado ante esas exhibiciones propagandísticas de cara a la galería
Está por ver si Pedro Sánchez ha firmado con Podemos un documento virtual de presupuestos o solo un borrador de programa electoral. Hay barra libre para especular. En todo caso, gana tiempo... y quizá músculo. Nadie va a descubrir ahora las cualidades de Sánchez como superviviente. No se trata de admirar su hazaña desde la noche de los cuchillos largos en Ferraz a La Moncloa como si fuese Alexander Selkirk, aquel náufrago que resistió 28 años en una isla y pasó a la leyenda como Robinson Crusoe; pero con 84 escaños parecía un náufrago irreparable en el poder, y sin embargo va sorteando obstáculos y ha logrado liderar un bloque de izquierda con potencia electoral. De hecho, ha atraído a Podemos a la dinámica institucional aunque Casado apueste por sobreactuar excitando el miedo en el Congreso, emulando a Cicerón ante Catilina para proclamar su particular Quousque tandem abutere, Pedro, patientia nostra?
Se ha recompuesto la lógica de los bloques en el eje derecha-izquierda frente a las geometrías variables. Y regresa la polarización. Desde la derecha ya exageran sobre un Frente Popular con la extrema izquierda y los nacionalistas, y en la izquierda tienta el imaginario de la CEDA de la derecha, la extrema derecha, y la extrema extrema derecha. En todo caso, más allá de ese lenguaje que carga el diablo, la lógica de los bloques ha resurgido y Casado parece haber entendido que necesita pensar con esa lógica. Ya queda lejos la estrategia de Rajoy para nutrir a Podemos por debilitar al PSOE y a la vez ignorar a los naranjitos de Ciudadanos para mantener al PP como grupo hegemónico. Ahora, con Podemos pisando las alfombras palaciegas para firmar con Montblanc en lugar de asaltar los cielos, Casado asume que solo podrá tener éxito integrando a Ciudadanos al que tiende la mano —ahora les ofrece “una campaña constructiva” para poder pactar “una mayoría absoluta”— y preventivamente incluso hace guiños a Vox. El PP, como el PSOE, asume la realidad del eje.
Las cosas para la izquierda son menos sencillas. Sánchez se desliza por un cable sobre el abismo cabalgando un tigre. En víspera del 12 de octubre se mostraba indignadísimo con la iniciativa de condenar al Rey, pero esa iniciativa llevaba el sello del entorno Podemos —rama Comunes—, los socios con los que él pactaba por la mañana. Entretanto la presión puigdemoníaca siembra todo de minas, con ultimátums y demandas delirantes. Pero el independentismo está cada vez más fragmentado, y, por tanto, más desactivado. No parecen poder ir más allá de las amenazas retóricas. Y Sánchez ha optado por mirar para otro lado ante esas exhibiciones propagandísticas de cara a la galería, que ya están descontadas. Desde su debilidad parlamentaria, toca administrar pasiones. Y de momento, aunque la prensa conservadora le ponga literatura al desastre mientras Casado clama “¿Qué más tiene que pasar en España?” con un tremendismo apocalíptico demasiado vacuo, Sánchez parece resistir bien, incluso reforzado en la tensión de los ejes.
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