Misses
Mientras tanto, ni respeto ni comparto el mundo en el que suceden cosas como esta
Hay días raros en los que soy optimista e imagino cosas. Por ejemplo, un mundo en el que las mujeres no sólo han logrado plena igualdad sino que, ahítas de derechos conseguidos, se dedican a pelear por los de otros que, como antes ellas, llevan siglos de desastre sobre los hombros —niños maltratados por sus padres, viejos maltratados por sus hijos, minorías de toda clase— y, solidarias y fraternas, no reproducen las formas de poder, la lógica de castas y el desprecio por lo distinto que las aquejaron durante siglos. Pero en el mundo real hay unos concursos que premian a personas bellas (una forma de condecorar el ADN, aunque esa es otra discusión), y en días pasados Valeria Morales, Miss Colombia, candidata a Miss Universo, dijo acerca de Miss España, una muchacha trans llamada Ángela Ponce, que el certamen “es para mujeres que nacemos mujeres (…) hay que respetarla pero no compartirlo”. “Respeto pero no comparto” es la fórmula que encontraron muchos para decir, sin que suene cavernario, “lo desprecio”. Días después, Miss Colombia, que ignora la diferencia ente sexo y género, reculó apenitas y dijo: “Si Miss Universo la acepta, yo la voy a recibir con todo el amor, el respeto y la tolerancia”, donde “tolerancia” quiere decir, sin que suene cavernario, “me da asco, pero lo tengo que aguantar”. Vale la pena preguntarse por qué una hermosa mujer trans siente que esos certámenes son el espacio de validación de alguna cosa (y esa es, también, otra discusión). El punto es que, mientras existan, tiene el derecho de participar. Pero si las mismas mujeres, que saben largo rato de discriminación, maltrato y desprecio, discriminan, maltratan y desprecian a otras como ellas, el mundo que imagino en mis días optimistas queda tan lejos que parece imposible. Mientras tanto, ni respeto ni comparto el mundo en el que suceden cosas como esta.
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