Recuerden el uno de octubre
Nunca está de más que tengamos bien presente lo que pasó hace un año y lo cerca que estuvimos de estrellarnos en aquella curva
Hace un año de una de las mayores victorias políticas y simbólicas del independentismo catalán. Se dijo que no habría urnas, y las hubo. Se dijo que no se votaría, y se votó. Y, para más inri, las cargas de la policía contra colegios electorales conllevaron una quiebra emocional tanto dentro como fuera de Cataluña. Muchos se quejaron de que el gobierno hizo dejación de funciones explicando lo que fue aquel día, pero no hay narrativa que pudiera resistir aquellas fotos.
Las leyes de desconexión habían hecho que el 1 de octubre fuera más allá de un acto de desobediencia civil pues, pese a lo épico de compararse con Rosa Parks, los afroamericanos jamás tuvieron el apoyo de Alabama. Aquí la Generalitat, que es Estado, participó activamente, coordinada con partidos y asociaciones de base independentista, para provocar la mayor crisis constitucional de España desde 1978.
Cómo siguió la historia tras el uno de octubre es de sobra conocido. Un Gobierno central en shock, el discurso del Rey ante el vacío de poder, una declaración de independencia “suspendida”, la activación del 155, la declaración de independencia definitiva, el procesamiento de los líderes independentistas y unas nuevas elecciones. Una vertiginosa secuencia en la que la dialéctica entre la calle y las instituciones arrastró a situaciones periódicas de tensión.
Cualquier proceso de independencia unilateral es complicado de detener cuando hay un enorme apoyo interior y/o un respaldo claro desde el exterior. Si el 80% de los catalanes quieren la independencia o a la república catalana la reconoce Washington y Berlín no hay mucho más que discutir. Muchos sectores del independentismo pensaron que lo que pasó el 1 de octubre reforzaría estos dos vectores. Es cierto que eso no ha sucedido y la vía unilateral parece cegada.
Sin embargo, no debería ignorarse que, para muchos catalanes, aun por motivos opuestos, aquel día fue el más intenso que vivirán en su vida y eso deja huella. La polarización de aquellos meses rompió definitivamente la hegemonía social del catalanismo político, transversal, tejido durante décadas y que tenía la simpatía de sectores de la izquierda española. Quebrada la idea de un sol poble, ahora Cataluña tiene dentro de sí dos naciones que cada vez se sienten más alejadas entre sí.
Es indudable que el nuevo equilibrio político y social que se genere ya jamás será el mismo de ahí que mirar hacia atrás, como una estatua de sal, no haga sino paralizar en la melancolía. Ahora bien, nunca está de más que, para meditar los pasos que debamos dar en el futuro, tengamos bien presente lo que pasó el uno de octubre y lo cerca que estuvimos de estrellarnos en aquella curva.
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