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Columna
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El camarote de Downing Street

El rechazo británico a la Unión Europea forma parte de la xenofobia que recorre Europa y EE UU

Ramón Lobo
La primera ministra británica, Theresa May, sale el número 10 de Downing Street, en Londres.
La primera ministra británica, Theresa May, sale el número 10 de Downing Street, en Londres.FACUNDO ARRIZABALAGA (EFE)

Todo el Brexit se basó en mentiras y fantasías. Las primeras se han reciclado en vender la inocuidad de una ruptura sin acuerdo; las segundas se desvanecen en contacto con la realidad. Ya lo advirtió Óscar Wilde: “Los ingleses tienen el milagroso poder de convertir el vino en agua”.

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El rechazo británico a la Unión Europea forma parte de la xenofobia que recorre Europa y Estados Unidos. No se puede desligar de los Salvini, del ellos o nosotros. El nacionalismo tiende a generar un relato mágico que narcotiza la inteligencia colectiva. Sucede también en las religiones. Nadie con aspiraciones puede discrepar. Sobrevuela el miedo a quedar estigmatizado, a que te tilden de antipatriótico.

La movilización en favor de un segundo referéndum ha roto ese techo, está dentro del Partido Laborista. El alcalde de Londres, Said Khan, ha sido uno de los primeros dirigentes en pedirlo. Le respalda el 86% de la militancia, según una encuesta de YouGov.

El líder del Partido Laborista, Jeremy Corbyn, que nunca fue valiente en este asunto, buscó el equilibrio entre el sentir de las bases y sus aspiraciones. Prefiere elecciones anticipadas, igual que la primera ministra conservadora, Theresa May. Él ansía entrar en Downing Street; ella, no salir. Si sumamos a Boris Johnson, rival de May en su partido, se podría decir que el número 10 parece el camarote de los Hermanos Marx.

Así de cómico está un asunto tan serio. Un dato sobre su gravedad: Mark Carney, gobernador del Banco de Inglaterra, cifró en julio que el proceso de ruptura ha costado ya 900 libras por familia (más de 1.000 euros). Y queda lo peor.

Un segundo referéndum no sería una repetición. Lo que se pide es una consulta sobre el acuerdo final, o el no acuerdo; que los británicos tengan la última palabra. La primera ministra lo rechaza. Cree que podrá sacar adelante su Brexit a la carta pese al varapalo de la UE, que le ha dicho que es inviable.

May trata de convertir la humillación a su plan en un ataque a toda Gran Bretaña. Es su línea de defensa antes de que se inaugure el domingo la conferencia conservadora. Un escenario idóneo para que eurófobos y oportunistas la zarandeen un poco más. El plan de los críticos es esperar, que asuma el coste político del Brexit, o del no Brexit, que ya llegarán los salvadores al rescate. Faltan menos de 200 días.

Un segundo referéndum tiene dos riesgos: que salga lo mismo o que salga lo contrario. Nadie duda de que cualquier resultado será tan ajustado que no resolverá el problema. El escritor Bernard Shaw, que era irlandés, tiene una cita que parece una radiografía de la actualidad: “El éxito no consiste en no cometer errores, sino en no cometer nunca el mismo por segunda vez”.

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