El edificio-manzana
Las manzanas urbanas, las urbanizaciones, y los bloques de viviendas tratan de redefinir su relación con la ciudad. Este proyecto madrileño se inspira en la arquitectura de las localidades costeras de vacaciones
Tras años de dedicarse a levantar bloques de viviendas con el objetivo principal de que fueran rentables, César Frías dio un golpe de timón a su vida. Asociado al empresario Miguel Pradillo, y desde el estudio Morph, decidieron “no hacer que los proyectos fueran rentables, sino conseguir que los proyectos rentables aportaran valor arquitectónico”. Hoy, con 100 empleados –entre arquitectos, diseñadores e ingenieros—, Frías habla de sueño al describir el edificio-manzana de 83 viviendas que —en la línea del que BIG ha construido en la calle 57 de Nueva York—, han levantado en el barrio madrileño de Valdebebas. La intervención se adentra en un mundo en definición. ¿En qué son los edificios-manzana diferentes de los edificios-urbanización que encerraban un barrio en lugar de integrarlo en la ciudad?
“Este proyecto fue rechazado en varias ocasiones por arriesgado y atípico. Hasta que la empresa promotora Inmoglaciar apostó por él”, advierte Frías.
¿En qué consiste la apuesta? La normativa obligaba a alinear la fachada un 75% y por eso solo les quedó un 25% de superficie para “jugar” con el volumen. El primer gesto formal fue un empalme curvo entre dos fachadas alineadas. “Si la normativa hubiera obligado a alinear el 100%, este proyecto no hubiera existido. Si hubiera dado más libertad, el proyecto habría sido más arriesgado y quizá no habría visto la luz”, admite Frías.
El arquitecto sostiene que la crisis cambió el enfoque del sector inmobiliario en España. Se redefinió el concepto de vivienda y se empezó a escuchar la voz del cliente. En su opinión, la gente quiere espacio y terrazas amplias.
Explica que su edificio respondió a esa demanda y por eso lo orientó hacia un gran parque en el extremo sur de la parcela. Fue ese factor lo que le confirió un aspecto costero, “casi náutico”, dice. Es cierto que el inmueble tiene ese carácter marítimo, como de lugar de vacaciones. Y es que “igual que los edificios que tienen vistas al mar, este inmueble creció bajo la influencia de un polo de atracción: el jardín”, razona el arquitecto.
Así, esa curva de la esquina le da al inmueble un acabado orgánico. Pero más allá de la apuesta por el tamaño, la forma y las dimensiones de las terrazas no son gratuitas. La calificación energética del edificio es A gracias a una distribución interior que optimiza las estancias, una construcción que refuerza la envolvente y al empleo de una ventilación “con recuperación entálpica", explica Frías.
La curva de la esquina se traslada a las terrazas, que se van aterrazando progresivamente, formando una base más ancha. La distribución interior de las viviendas la generan las terrazas. De la mejor orientación se benefician la cocina y el salón. A partir de estas estancias queda distribuido el resto de las habitaciones.
¿Por qué tenía Frías la obsesión por levantar un icono? “Este proyecto es un ejercicio de exploración de los límites de la normativa y de la optimización de un producto que entendimos que demandaba el mercado de vivienda con terraza. Si las terrazas cubiertas no computaran, o si no hubiera la libertad que hay en Valdebebas, el resultado del proyecto habría sido otro. Arriesgamos en todos los proyectos, con el convencimiento de que es la mejor forma de crecer y evolucionar como estudio”.
Babelia
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