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Columna
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El modelo sueco

Obsesionados con ignorar a la ultraderecha, los partidos tradicionales han ignorado también a los potenciales votantes de esta

Víctor Lapuente
El líder del Partido Demócrata de Suecia, Jimmie Ökesson, habla en el partido electoral en Estocolmo, Suecia.
El líder del Partido Demócrata de Suecia, Jimmie Ökesson, habla en el partido electoral en Estocolmo, Suecia. Anders Wiklund / AP

Se desnudaron en nuestras playas antes que nosotros. Rompieron estereotipos estéticos en literatura, decoración o música, quitando vestimentas y buscando la belleza simple. También en política. Mientras el mundo se perdía en enfrentamientos ideológicos estériles, los suecos abrieron una vía intermedia entre el socialismo y el capitalismo.

Los suecos crearon el Estado de bienestar que los demás soñamos tener un día. Por ejemplo, con educación gratis de los cero años a la Universidad y bajas de paternidad de 480 días por hijo —a repartir de forma paritaria entre padres y madres—.

Pero, tras el ascenso de la ultraderecha en las elecciones del domingo, el modelo sueco se ha resquebrajado. ¿Cómo es posible que, en el país donde los trabajadores gozan de mayores niveles de protección se vean seducidos por los cantos de sirena de políticos antiglobalización, euroescépticos y xenófobos?

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La respuesta no hay que buscarla en Internet. La ultraderecha no ha crecido gracias a la propagación del ideario populista global en las redes sociales. A Suecia han llegado las posverdades del Brexit y Trump. Y en sus cavernas online reverberan las fake news ligando inmigración y criminalidad. Pero los Demócratas Suecos se han beneficiado más de la acción de gobierno de los partidos tradicionales que de su propio activismo.

Los socialistas, verdes, conservadores, liberales, centristas y democristianos han gestionado la crisis económica de forma efectiva, recibiendo el aplauso internacional. Desde 2009, la economía sueca ha crecido a un ritmo medio de casi el 3%. Y el paro es del 6%.

Pero las distintas coaliciones que han gobernado el país no han sabido hacer frente a dos amenazas que, reales o ficticias, perciben muchos trabajadores suecos, sobre todo varones. Primero, el cambio tecnológico y la consecuente automatización de puestos de trabajo. Segundo, la llegada de inmigrantes. Sólo en 2015, Suecia, con 10 millones de habitantes, dio acogida a 163.000 refugiados. Imaginemos que España hubiera dado asilo a 700.000 en un año. ¿Cuál habría sido la reacción de nuestros políticos y comentaristas a tal “avalancha”?

Históricamente, la tecnología y la inmigración han sido esenciales para el éxito del modelo sueco. Pero hay que explicarlo. Y, obsesionados con ignorar a la ultraderecha, los partidos tradicionales han ignorado también a los potenciales votantes de esta. @VictorLapuente

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