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Coordinado por Gonzalo Fanjul y Patricia Páez

Metámonos en berenjenales

Es necesario tomar conciencia y actuar contra los mensajes de odio llenos de datos falsos hacia la población migrante

Discurso xenófobo en España.
Discurso xenófobo en España.Daniel Lobo

Situación A. Grupo de WhatsApp para jugar al fútbol. Alguien envía una foto de marcado carácter machista. Alguien dice: "Uff, qué mal gusto. Chicos, estas cosas hay que dejarlas ya..."

- Respuesta 1: ¡Vaya! Ya está el de siempre. Ahora resulta que no podemos decir nada. ¡Si es solo una broma!

- Respuesta 2: ¿Pero tú que eres maricón o qué?

- Respuesta 3 (por mensaje privado): Tío, ¿para qué dices nada? Es que siempre la lías...

Situación B. Grupo de WhatsApp con madres y padres del cole. Alguien envía una noticia claramente falsa donde se afirma que los hijos e hijas de migrantes reciben más ayudas escolares por tener otra nacionalidad. Alguien dice: "Eso no es verdad. La Ley no dice nada de eso. Las ayudas escolares tienen en cuenta la situación económica de la familia, la cercanía al cole, si tiene hermanas o hermanos en el centro...".

- Respuesta 1: ¡Pero qué dices! En el colegio todos los hijos de madres con velo tienen ayuda. Me lo ha dicho Fulanita.

- Respuesta 2: Mi cuñado es profesor y en su colegio pasa igual. ¡Todo se lo llevan los extranjeros!

- Respuesta 3 (tras un aluvión…, por privado): ¡La qué has liado! No podías estar callada. Ya sabes cómo son en el grupo. Lo mejor es no decir nada, ya verás cuando te vean en el colegio mañana, no te van a dejar en paz hasta que les des la razón.

Situación C. Alguien envía un tuit por la mañana dando una información falsa acerca de las personas que han llegado en patera recientemente. Alguien le desmiente, ofrece datos reales y pide, por favor, que no se genere odio. Al rato, un troll le ataca diciendo que se olvide de datos, que la realidad es otra. Y minutos después una legión de trolls llega para defender al primero ofreciendo una conversación que gira en torno a falsedades, medias verdades y poco respeto. A media tarde, la persona que intenta dar mil y una explicaciones, abandona cansada y sintiéndose sola frente a un grupo de trolls que se ha ido haciendo cada vez más numeroso y fuerte a medida que ha pasado el tiempo.

¿Te suenan estas situaciones? ¿Has vivido alguna parecida? Lamentablemente cada vez son más habituales en el día a día. De una u otra forma, lo que reflejan lo hemos padecido la mayoría en algún momento. Y cuando nos hemos encontrado ante esos comentarios falsos o que incitan al odio y hemos decidido no callar, ofreciendo datos, argumentos o simplemente señalando ese mensaje como fuera de lugar, muchos hemos escuchado lo mismo: que la discusión surge por nuestra culpa, por hablar, por no dejarlo pasar. La frase suele repetirse en más de una ocasión: ¿Para qué te metes en esos berenjenales?

Te lo dicen igual en un grupo de WhatsApp que en la reunión familiar, donde algún graciosillo no para de soltar chistes machistas; o en cualquier foro de amigos, donde alguno no deja de decir burradas sobre las personas migrantes que llegan a la costa jugándose la vida, sin nada y, como por arte de magia, resulta que tienen todos los privilegios del mundo: dinero, casa, móviles... Y tanta gente pasando hambre en España. O ese grupo de tuiteros que surgen como las setas para discutir con medias verdades y un gran apoyo detrás que apabulla a quien va con los datos por delante. Y, aunque a veces los argumentos son de risa, como ese supuesto recibimiento a base de talonario, pisos, trabajos y un sinfín de ayudas sociales, no hay que subestimarlos: se comparten más rápido de lo que creemos.

"¡Pero si aquí estamos en crisis!", "¿Dónde los metemos a todos?", "Y para qué vienen, si aquí no hay nada que hacer". Pues oye, quizás porque en su país están en guerra o vienen o mueren por las bombas. Pero también hay hambre, sequías, homofobia, persecución. O la simple y llana intención de buscar una vida mejor, de trabajar para intentar tener una vida digna. Ya está, ya está el de siempre. El que lo sabe todo. "Pues mételos en tu casa", te responden. Fin de la conversación. Hasta que alguien cercano llega y repite. ¿Para qué te metes en berenjenales? Ya sabes cómo son tus primos, tus cuñados, tus amigos. Y hasta debes entonar el mea culpa. O abandonar ese hilo en redes sociales donde has quedado como un defensor de algo que parece una causa perdida cuando no es, ni más ni menos, que un pequeño alegato a la solidaridad y justicia social. O datos que ofrecen una imagen fiel de la realidad y no de la que nos intentan vender.

Una verdad por la que hace falta luchar. Ahora más que nunca, cuando las redes sociales se llenan de bulos, medias verdades y mensajes que no facilitan precisamente la convivencia. Y en muchas ocasiones son irresponsables políticos quienes se encargan de lanzar ideas que calan en una sociedad harta de demasiadas cosas. Políticos y políticas que tiran de demagogia para justificar propuestas injustificables, para buscar votos cautivos del miedo y la manipulación más burda, pero efectiva. Y, detrás, legiones de seguidores y seguidoras que afirman letra por letra cada una de esas ideas, independientemente de que tengan una base real, datos oficiales como origen o una referencia que no sean percepciones subjetivas.

Por eso es el momento de meterse en berenjenales. Es importante demostrar que hay personas que no repiten consignas como loros, sino que se preocupan de buscar datos objetivos, diferentes fuentes de información y sobre todo de poner en juego dos sentidos infravalorados, el común y el crítico. Y, ojo, no se trata de ser portavoz de nadie, simple y llanamente hay que meterse en berenjenales para que la mentira y el discurso manipulado no campen a sus anchas. Porque, de otra manera, la batalla estará perdida. Si dejamos que los mensajes de odio nos envuelvan día tras día, si nos venimos abajo y nos callamos ante las mentiras, al final se convertirán en verdades absolutas que ya nadie podrá desmontar. Y tendremos una sociedad aún más injusta y llena de resentimiento que, antes o después, explotará por algún sitio.

A veces solo es cuestión de ver la realidad con perspectiva, observar la imagen al completo y buscar propuestas que no sean parches para situaciones puntuales. Otras veces se trata de cambiar las preguntas que nos están obligando a responder, porque en la mayoría de los casos se hacen para condicionar las respuestas y sobre todo para activar las emociones de rechazo. Por supuesto que es complicado para cualquier persona tomar conciencia de que parte de su opinión está basada en estereotipos y prejuicios, que las ideas que ha defendido hasta ahora se basan en una visión muy reducida de la realidad; ahí está la mayor dificultad de acabar con los rumores. Pero hacerlo es posible.

Y, sí, sabemos que en muchas ocasiones parece que no servirá de nada, que un dato estadístico no acabará con el argumento racista y sin base que alguien defiende, que una visión amplia de una situación no acabará con la circunstancia excepcional que ha vivido alguien en primera persona, que es más fácil criticar al que no tiene nada, culparle de todo mientras el día a día nos demuestra que hay otras muchas cuestiones importantes que no nos atrevemos a señalar aunque estén destrozando la convivencia y la sociedad. Por eso creemos que hay que definir bien el objetivo, y este no es hacer que las personas cambien, sino que cada cual actúe en conciencia, metiéndose en berenjenales si fuese necesario, para que no quede solo una parte del relato y generar otra narrativa que aporte mayor profundidad en el análisis. Así, a través de nuestra acción, quien quiera podrá tomar esa información para enriquecer su opinión y acompañar su cambio.

Esto es una toma de decisiones constante. Por suerte, cada día vemos a más personas interesadas en meterse en berenjenales. No somos mayoría, pero su número crece y es una pequeña ventana hacia el optimismo. En el mundo periodístico se suele decir "no dejes que la realidad te estropee un buen titular". Pero en esta ocasión, no dejemos que un rumor estropee la realidad y nuestra convivencia. Una sociedad justa y solidaria, en la que haya una buena convivencia, nos beneficia a todas.

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